Capítulo 1

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Sus ojos se abrieron con rapidez provocando que se sentara sobre su cama sobresaltada. Hacía tiempo que no soñaba y que lo hiciera resultaba un milagro, más cuando era un recuerdo tan preciado y difuso para ella.

Volvió a acostarse pensando en él una y otra vez hasta cansarse. Apartó los cabellos rubios pegados a su rostro debido al sudor generado y decidió ir a lavarse antes de otro día de trabajo. Ya había amanecido y no tardó en correr las cortinas para evitar molestias a los residentes y después caminó a su baño personal. No tardó mucho, tenía varios quehaceres que terminar y no podía estar mucho tiempo bajo el agua fría de las duchas. Se secó rápidamente mirándose al espejo viendo sus ojos verdes brillantes y sonrió inconscientemente. Se colocó su traje negro con líneas rojas y salió del cuarto sin más.

La vida allí nunca era aburrida, no a su parecer. Aunque sus horarios difieran de los nocturnos de sus habitantes solía verlas por la falta de ventanas y luz solar en el interior. Diría que apenas dormían. Fue cuando se encontró la primera sorpresa del día, un cadáver descuartizado en medio de una de las salas. Le hizó señas a su compañera y se pusieron a limpiar juntas.

-¿Crees que querrán algo de esto?-negó con la cabeza.

-Si lo han dejado aquí ha sido por puro desagrado a su sabor, de haber estado llenas se lo habrían llevado a alguna de sus habitaciones o a la misma cocina.-comentó Elizabeth tirando sus restos a un cubo de basura para dárselos a los lobos.

-Es verdad.-susurró la chica. Apenas llevaba un par de meses allí, un secuestro o una venta era la causa más segura.

Entonces empezaron a escucharse risas y los insectos no tardaron en aparecer a su alrededor. Elizabeth fue rápida al inclinarse de la misma manera que lo había hecho con Lady Dimitrescu, siempre lo hacía así. De allí aparecieron las hijas.

-¡Vaya vaya, mirad quienes están aquí!-saltó Daniela emocionada casi tirándose sobre Elizabeth.

-Parece que encontraron nuestro regalo.-rió Bela cuyo pelo rubio se movía libremente bajo su capucha.

-Si tan solo lo hicieran bien.-la azabache, de nombre Cassandra, tiró la basura de una patada.

-Lady Daniela, Lady Bela, Lady Cassandra ¿Qué puedo ofrecerlas?-las miró con total respeto.

-¡¡Ooohhh vamos Eli!!-se quejó la pelirroja-. No me gusta que me llames Lady, lo sabes.

-Mis disculpas, pero debo hablarla siempre con respeto.-eso solo provocó más quejas.

-De ti no queremos nada.-respondió Cassandra acercándose a la novata.

-Contigo ya no se puede jugar así, no te asustas.-explicó Bela en un susurro haciéndola entender.

-Así que....-no terminó de hablar cuando ya había colocado sus garras sobre la garganta de la más joven-. Vamos a divertirnos con ella. Se merece un castigo por tantos errores que comete al día.

Elizabeth la miró con total seriedad pero no era nada nuevo, de hecho ocurría siempre con los sirvientes nuevos. Se podría decir que ella era la más joven pues los novatos acababan muertos.

-Por cierto Eli, madre quiere verte.

Entonces sus pensamientos cambiaron como un chip y sus ojos se iluminaron. Asintió con la cabeza, no sin antes agradecer y caminó directa a los pasillos.

-¿Lo visteis? Se emociona cada vez que ve a madre.-rió Daniela.

-Siempre ha sido así, no ha cambiado nada.-dijo Bela poniéndose al lado de la joven que rogaba por su vida a gritos siendo ignorada por la rubia-. No te oirá, una vez que se habla de madre lo demás no existe a su alrededor.

-Es molesto.-Cassandra apretó su agarre dejando caer la sangre-. No la soporto.

-Solo dices eso porque envidias su comportamiento con madre.-se burló la pelirroja entre risas para pasar su lengua probando la sangre-. ¡Esta lista!

Hora de comer.

Por otro lado la de ojos verdes caminaba con paso rápido hacia el lugar donde sabría que su señora la esperaba, en la sala de lectura. Abrió las puertas para verla allí sentada tranquila con un libro en su mano.

-¿Quería verme Lady Dimitrescu?-se inclinó.

-Elizabeth, querida. Solo quería pedirte unos recados para hoy, eres la que mejor maneja este lugar.-la dio una lista que tomó sin pensarlo y asintió.

-Como ordene mi Lady. El desayuno estará listo en 10 minutos ¿Quiere que avise a sus hijas?

-No será necesario, desayunaré yo sola hoy. Ellas se han servido con tu compañera.

-Entiendo ¿Hay algo más que pueda hacer por usted?-sus ojos dorados se quedaron clavados en los suyos por unos segundos hasta que negó.

-Nada más, retirate.-volvió a inclinarse y salió del lugar para avisar en cocinas de la llegada de su ama y ordenar al resto cada tarea pendiente. Sacó el "vino" que su Lady tomaba para acompañar las comidas y lo llevó a la mesa sirviendo su copa cuando la vio aparecer. Se apartó deprisa dejando que se sentara y se quedó de pie esperando mientras leía el periódico.

-Elizabeth.

-¿Si mi Lady?

-Sientate.-la joven ladeó la cabeza en su dirección sin comprender del todo la orden-. No quiero que estes ahí de pie, sientate y acompañame.

-Lo lamento.-se sentó y la observó por breves segundos-. Mi comida será después, no quiero interrumpirla.

-Como desees.-Eli deslizó una toallita hacia ella para que pudiera limpiarse la sangre de la boca-. Eres muy atenta. Dime ¿Cuánto llevas aquí?

-Creo recordar que unos 20 años mi señora.

-Y ni un solo error desde entonces, si que me siento orgullosa de tenerte a mis servicios. Creo que va siendo hora de que recompense a mis empleados.-juntó sus manos mirándola fijamente.

-No es necesario.-levantó las manos negándose-. Llevó sirviendo aquí desde que tengo memoria, no hace falta algo así.

-Eso es extraño, podría darte lo que quisieras.

-Con servirla estoy más que satisfecha.-entonces la volvió a ver después de tantos años. Aquella sonrisa tan pura aunque ella ya no fuera una niña inocente. Era algo sincero.

-Sus latidos son lentos y su respiración tranquila.-pensó-. Dice la verdad pero ¿Por qué?

Un enigma para ambas que poco comprendían.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora