Capítulo 12

5.1K 470 104
                                    

Tal y como Daniela había dicho Elizabeth no volvió a aparecer en toda la tarde y así era cada vez que podía escaparse de una situación así. Los días iban pasando y ella se aburría, no tenía obligaciones más que estar con Alcina y no tenía pensado seguirla todo el día.

-Al menos así podré seguir con esto.-pensó en voz alta moviéndose rápidamente hacia los muñecos de practica.

Hacía mucho tiempo que no entrenaba y en el fondo la venía bien. Ya había experimentado la fuerza de Cassandra y sabía que había peligros allí fuera mucho peores que ella y tenía pensado estar preparada para cualquier cosa y para proteger a las Dimitrescu.

Con aquella barra de madera en mano tratando de usarla como lanza empezó a atacar a los muñecos de paja de distintas formas mientras que otros más móviles trataban de atacarla. Por una vez agradecía a Donna su capacidad de crear muñecos y marionetas.

Estaba tan centrada en esquivar y devolver el ataque que no se percató de que había acabado con todos sus rivales. Sintió pasos detrás de ella y se giró con gran velocidad dispuesta a darle con fuerza, pero eso quedó atrás en cuanto vio de quien se trataba y frenó casi en el acto.

-¡Mi La.... Alcina!-tiró la barra al suelo y se inclinó agachando la cabeza-. Lo siento, lo siento, lo siento.-repitió varias veces. La mano de la mayor se posó en su cabeza no dejando que se levantara.

-Calmate, no voy a hacerte nada.-la dió un pequeño golpe-. Deja de inclinarte, ya no eres una sirvienta.

-¡Si! ¡Claro!-soltó incorporándose. Vio a su ama tomar la barra y darsela.

-Te mueves bien, ahora me cuesta comprender como Cassandra te dejó así.-se cruzó de brazos esperando una explicación.

-Es lógico que lo pienses.-se sentó en el pasto-. Si te has dado cuenta, la mayoría de mis defensas se basan en bloquear y contraatacar de forma directa. Por eso, si me hubiera defendido de Cassandra habría acabado hiriéndola y no quería eso. Entonces solo esquivé y al ver que seguía la dejé hacer.-observó de reojo a la mayor-. Quería sangre y hasta que no la viera no habría parado.

-En eso tienes razón.-miró a su alrededor viendo a todos los muñecos en el suelo-. Así que es aquí donde te escondes.-susurró agachándose a su altura. Un escalofrío recorrió su espalda y no tuvo el valor de mirarla a los ojos.

-Bueno.... No lo llamaría escondite.-rascó su nuca nerviosa.

-¿Y cómo lo llamarías?-notó caricias en su cuello.

-Eh... Lu.... ¿Lugar de distracción?-carraspeó tratando de no tartamudear pero los besos que bajaban por su cuello no estaban ayudando en nada-. A... Alcina....

-Eres una ternura.-comentó entre risas para levantarse junto a ella-. Deberías tomar un baño.

-Gracias por decirme que apesto a sudor de forma sutil.-bromeó haciendo que la contraria sonriera.

Hermosa.

-Oh, me has pillado.-dijo con drama-. Anda ve, no te seguiré si es lo que piensas.

-Creeme que aprovecharé esa oportunidad.-rió y salió corriendo dentro del castillo dejando a Lady Dimitrescu pensativa.

La gustaba esa confianza que empezaba a tener con ella, aunque saliera pocas veces. Adoraba que bromeara como si fueran pareja desde siempre, aunque claro, también contaba con esos múltiples sonrojos y esos latidos tan rápidos que solía oír cuando estaba a su lado.

***

La rubia salió del baño ya vestida y con el pelo un poco mojado, se sentía cómoda así. Justo en ese momento apareció Alcina quien no dudo en acariciarla con suavidad.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora