Capítulo 53

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No...

Por favor no...

La respiración de la rubia era agitada, su cuerpo temblaba y se contraía por la tensión.

Se escuchaban muchas voces, los gritos de una mujer y el berrinche de un bebe.

-¡No! ¡No puedes hacerlo!

Las imágenes eran demasiado borrosas como para reconocerlas.

-¡Es mi hija! ¡Dejadla en paz, es solo un bebe!

Los gritos eran cada vez más agonizantes, más lastimeros y dolorosos.

-¡Devolvedmela! ¡Dame a mi niña!

Elizabeth solo era capaz de ver borroso a su alrededor mientras escuchaba los gritos cada vez más ensordecedores. Fue así hasta que unas manos la agarraron del cuello y empezaron a apretarlo ahogandola. Perdía el aire poco a poco, solo escuchaba los gritos de aquella mujer. Sentía la falta de oxigeno, sentía que se moría.

-¡Ah!-saltó sobre la cama abriendo los ojos con fuerza mientras intentaba que el aire volviera a pasar por sus pulmones.

La humana observó su alrededor encontrándose con su habitación.

Otra pesadilla.

Su cuerpo estaba cubierto de sudor y sus manos temblaban al mismo tiempo que se aferraban a la sábana incapaces de soltarla.

No era la primera noche, aquellos sueños o recuerdos invadían su mente cada vez que iba a dormir y despertaba entre gritos o con miedo. Giró su cabeza viendo a Alcina aún dormida gracias a las pastillas que la dio para ello. Ya la había despertado demasiadas noches, no iba a permitir que siguiera así.

Con todo el coraje que pudo se levantó de la cama sintiendo su garganta seca y rasposa, necesitaba beber algo. Salió del cuarto y caminó por los pasillos descalza para evitar cualquier ruido y bajó hasta la cocina.

-No me puedo creer que esta vez...-dejó de hablar sujetándose el cuello. La sensación de presión seguía ahí como si hubiera sido real. Negó con la cabeza y se sirvió un simple vaso de agua que terminó casi al momento. Iba a tomarse otro hasta sentir algo detrás de ella.

-¡¿Creías que no te pillaría?!-gritó una voz detrás de ella y estuvieron a punto de darla con un rodillo de cocina. Sujetó la mano del atacante y encendió la luz para verla mejor. Era Judy, la sirvienta mayor y la chef del castillo.

-¿Judy?-la miró sonriente evitando reír.

-¿Eli? ¡Oh mierda! Lo siento mi señora.-se apartó rápidamente y agachó la cabeza.

-¡No seas así conmigo! Ya te dije, somos compañeras. Lo de señora solo delante del resto.

-Es verdad, casi lo olvido.-suspiró recostándose contra la encimera de la cocina.

-¿Todavía sigues golpeando a las novatas que te roban la comida?-rió al ver la cara de enojo que ponía.

-¡No sabes como son! Las he dicho mil veces que no entren en mi cocina. Creí que tú eras una.-la rubia negó sentándose a su lado.

-Tienes suerte, esta noche ninguna vino a arrasar con la nevera.-dijo burlona.

-Y tengo mucha suerte de conocer los pasos de Lady Dimitrescu y los de sus hijas. No me quiero imaginar darle a alguna de ellas.

-No lo has hecho en veinte años que llevas aquí. Además aprecian mucho tu comida para hacerte algo.-volvió a beber agua bajo la atenta mirada de la mujer con canas.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora