Capítulo 41

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La visita de Miranda había acabado para tranquilidad de la pareja, pero Alcina aún tenía cosas que hablar con Elizabeth.

Empezó a buscarla por todos los rincones del castillo sin tener rastro de ella. No podía haberse ido tan lejos.

-Bela ¿Has visto a Elizabeth por alguna parte?

-La vi pasar antes por aquí, iba hacia el tejado.-respondió la mayor de sus hijas señalando el camino.

-Gracias mi pequeña.-dejó un beso en su frente y se dirigió rápidamente al lugar donde ella estaría. Por suerte el cielo nublado la permitiría salir sin problema.

Caminó despacio esperando verla por algún sitio, hasta que la divisó pero lo que vio no la gustó en lo absoluto. Estaba allí, pero no sola.

Esa maldita criada.

Sintió rabia al tan solo verla sentada cerca de su amada mientras hablaban como si nada. Dejó su ira por un momento y decidió quedarse a escuchar.

-Entonces... ¿Lo qué te preocupaba era la visita de la mujer cuervo?-preguntó Heather.

-Se me notaba ¿Verdad?-suspiró la mayor de las dos-. Son cosas mías, no tienes que saber de eso.

-¡Oh vamos! Dame una oportunidad. Dijiste que podíamos ser amigas, deja que te ayude.

¡¿Amigas?!

-Heather, basta.-ordenó mirándola fijamente-. Sé lo que dije, pero eso no significa que vayas a saber todo de mi.

-Lo siento si te moleste con eso.-su voz había cambiado a un tono más triste. Pura pantomima, eso era lo que Alcina pensaba-. Solo.... Sé que estas bastante agobiada desde lo de esa criada y quiero ayudarte.

-Dejalo estar, tú eres una y estas a mi lado ¿No es así? Entonces no le des más vueltas al asunto.-apartó su vista de la de ella para ver el horizonte-. Perdona que te hable de esta manera.

¡¿Pero qué haces?!

-Tienes razón estoy algo agobiada por todo esto.

-Bueno, aquí me tienes.-Alcina no era capaz de creer lo que sus ojos veían y su enfado volvió a ella cuando vio que Heather había posado su mano sobre su pareja.

-Si....-Elizabeth se dio cuenta del gesto y apartó despacio la mano para alegría de la mayor-. ¿No tienes trabajo que hacer?-otro gesto que la vampira divisó fue una sonrisa ladina en ese supuesto rostro inocente. La cosa era clara, no la gustaba nada aquella sirvienta.

-¡No pasa nada! Total no creo que haya problema, aquí solo estamos tú y....

-Y la persona que te va a cortar a pedazos como no vuelvas a tu puesto enseguida.-gruñó la matriarca saliendo de su escondite.

-M-Mi Lady.... Y-Yo lo....

-¡Largo!-gritó extendiendo sus garras solo para ver como la castaña salía corriendo de allí. Cruzaron miradas por milésimas de segundo y la de Heather no mostraba solo miedo, también rabia e iba dirigida hacia ella.

-Celosa.-rió Elizabeth-. ¿Cuánto llevabas allí?

-Lo suficiente como para molestarme también contigo.-guardó sus garras y caminó hasta quedar a su lado-. ¿Acaso no me lo ibas a contar?

-¿El qué? ¿Qué no me gusta la presencia de Miranda? Porque eso es algo que ya sabes.

-¡No es solo eso! ¡Quiero ayudarte!-la separó del borde donde estaba sentada y la colocó frente a ella-. Ahora me entero por boca de otros que aún sigues preocupada por lo que ocurrió.

-No puedo olvidarlo, por mucho que lo intentes... Y ella no ayuda, joder. -mordió su labio callandose. No podía decirle lo de Miranda.

-¿Qué quieres decir con eso?-Elizabeth trató de apartarse de ella-. ¡Mirame!-la agarró y tomó su mentón.

-No quiero decir nada.-Alcina gruñó cada vez más molesta y posó su mano en su cuello-. ¡¿Alcina?!

-Dilo, si mientes lo sabré.-apretó un poco sintiendo las pulsaciones de la menor para asegurarse de si decía la verdad-. Y creeme que no quieres mentirme ahora mismo.

Se miraron fijamente por varios minutos. Alcina sabía que esta no era la manera correcta, pero no podía hacer otra cosa y la sirvienta estaba ganando terreno. Por su lado Elizabeth sabía que no podría ocultarselo eternamente, era demasiado obvio.

-.....-se sujetó del brazo de la vampira y soltó un largo suspiro-. Sabes cual es nuestra relación, no nos soportamos por mucho que parezca lo contrario. Diría que hasta nos odiamos.

-Pude notarlo antes. Por muy buenas actrices que seáis yo tengo tres hijas, me conozco todos los trucos.-sonrió al pensarlo y aflojó un poco su agarre aún sintiendo el latir de su corazón-. Sigue.

-Sé que Miranda vio algo en mi el día que nos encontramos por primera vez. Y sé lo poderosa que es y de lo que puede ser capaz.-dejó atrás lo que la sirvienta le había confesado antes de morir, no quería llegar a eso-. Tengo miedo Alcina.

La mujer de tez blanquecina la miró sorprendida ante esa confesión y notó como su voz perdía fuerza. La bajó despacio agachándose a su altura, no había mentido en ningún momento. Elizabeth comenzó a tener pequeños temblores por su cuerpo, no tenía miedo solo por si misma si no por lo que podría ocurrirlas a ellas. Por primera vez temía no ser capaz de protegerlas.

-Eli...-la abrazó haciendo que sus temblores pararan poco a poco. No sabía que había llegado a tanto.

-Por favor, no la hagas nada.

-¿Cómo dices?-se separó un poco para verla.

-No es por mi por quien temo Alci. No quiero que os ocurra nada. Te ruego que no te enfrentes a ella, ni la digas nada al respecto.

-No puedo prometerte eso.-pensó en voz alta mirándola-. Voy a protegerte de todo y todos Elizabeth.

-Pero no de ella Alcina.-las lágrimas que llevaba tanto tiempo acumulando empezaron a caer-. No de ella.-intentó mirarla a pesar de que su vista era borrosa-. No me podría perdonar jamás si te hirieran por mi culpa. Si le hiciera algo a tus hijas.

-Madre Miranda no lo haría, sé lo que digo Elizabeth. Pero si es necesario....

-Si es necesario nada. Aún no me ha hecho nada, no lo lleves al extremo.

-Te esta haciendo esto. Puedo hablar con ella, puedo hacerla parar.

Elizabeth tapó su boca, no quería oir nada más. Secó sus lágrimas y volvió a mirarla.

-Sé que me protegeras con todo y yo pienso hacer lo mismo. Pero te suplico que no te enfrentes a Miranda, no ahora.

-Entonces ¿Cuándo?-apartó su mano.

-Con suerte nunca. Necesito que me lo prometas Alcina.

Estaba entre la espada y la pared.

-Solo si tú prometes otra cosa. Contarme todos y cada uno de tus pesares. Soy tu pareja y al igual que yo confio en ti quiero que tú sigas confiando en mi.

La había dejado de la misma manera.

-Esta bien.-murmuró juntando sus manos.

Es una promesa.

Pero Miranda no iba a darse por vencida tan fácilmente, menos con varios ases bajo la manga.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora