Capítulo 15

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-¡No volváis tarde!

Esos fueron los gritos de despedida de las niñas, sobretodo hacia su madre, mientras el carruaje iba camino a la villa. Lo bueno de estos días nublados era que podían salir en pleno día sin tener que esperar a altas horas de la noche. Además, sería la primera vez que ambas salían del castillo juntas.

Elizabeth se acomodó en su asiento viendo por la ventana, también era la primera vez que se quedaba dentro y no era quien conducía. Alcina por su parte la observaba tranquilamente.

-Es raro que salgas a la villa.-habló primero la joven-. Normalmente sales por asuntos o por las noches pero nunca a la villa.

-Me apetecía cambiar un poco de aires.-jugó con su propio pelo colocándoselo como quería.

-Estas linda, deja de acicalarte.-soltó Eli mirándola sonriente y con un ligero rubor.

-Hm, así solo vas a subir mi ego querida.

Ambas rieron y se mantuvieron mínimamente tranquilas la mayoría del camino.

-No pudiste contenerte.-se quejó la rubia limpiándose las marcas de pintalabios de las mejillas.

-¿Si sabes como soy de que te quejas?

-Me quejo de que no traigas pañuelos para lavarme.-respondió enseñándola la mano y la mejilla completamente rojas.

-Me declaro culpable.-rió siguiéndola.

-¿Adonde iremos primero?-trató de mirarla-. Cada vez me siento más baja a tu lado.

-Tendré una pequeña charla con el Duque antes de hacer nada más y después haremos lo que te plazca.-comentó ignorando lo último que había dicho.

-¿Lo que quiera?-se señaló.

-Si tontita, lo que tu quieras.-se agachó quitando el poco pintalabios que quedaba en su mejilla.

-Esta... Bien...-carraspeó-. Vamos.-caminaron tomadas de la mano hasta el lugar de reunión donde dejó que hablaran en privado mientras ella esperaba. Miró a su alrededor pensando que podría hacer con ella y entonces vio unos arbustos más allá. No, no eran arbustos sino rosales.

Um....

Se separó de la carreta y fue a los rosales admirando el color de las rosas que lo decoraban. Sacó una pequeña navaja que llevaba por defensa propia y cortó una con cuidado de no cortarse con las espinas. La admiró pensando casi al instante en ella y rascó su nuca.

-¿Qué haces aquí?-pegó un gritó al sentir ese susurro en su oido y se giró rápidamente escondiendo la rosa.

-Al...Alcina.-calmó su respiración-. No me des esos sustos.-sintió su mirada sobre ella.

-Por un momento pensé que intentabas escapar.-Elizabeth la miró boquiabierta aún sabiendo que bromeaba.

-¿Yo? ¿Para qué? No me espera nada fuera de aquí.-sonrió mirándola.

-Eso ya lo se.-se agachó con cuidado de no ensuciar su vestido-. ¿Qué escondes?

-No se te puede ocultar nada.-la empujó un poco para que se levantará-. Esto.... Para ti.-sacó la rosa intacta y se la dio. Alcina la tomó entre sus enguantadas manos admirándola-. La belleza de esa rosa no puede compararse a la tuya, pero te complementa y decidí dartela.

Lo imposible había pasado, aunque fuera por una milésima de segundo pudo ver a su amada nerviosa e incluso sin palabras. De no ser por su naturaleza podría haber llegado a sonrojarse.

Las horas pasaron con ellas haciendo cabriolas por la villa, viendo tiendas juntas y seleccionando alguna que otra posible presa futura. Tanto se habían distraido que apenas habían notado que ya había oscurecido.

Elizabeth adoraba las noches, pero conocía los peligros fuera de la villa sin contar a la familia Dimitrescu y a los lords. Incluso camino a su carruaje estaba alerta y con la mano en la navaja.

-Tranquila pequeña, no habrá ningún lycan merodeador que te ataque.

-Oh vamos no vuelvas a eso.-negó entre risas abriendo la puerta para ella. Suerte que tenía un techo alto para Alcina.

Volvieron al rato y nada más caminaron por la sala principal la joven rubia sintió una oleada de moscas a su alrededor. Por supuesto sabía quienes eran.

-¡Madre! ¡Bienvenida de vuelta! ¡Volviste muy tarde!-así saludaron las tres vampiresas que salieron de los insectos tomando su forma.

Por un momento Elizabeth sintió algo en su pecho. Observó como Alcina abrazaba a sus tres hijas y como las llenaba de besos. Ese amor maternal que tanto transmitía. No, no era envidia pero si como si algo la faltara. Ambas enamoradas cruzaron miradas por un momento y Elizabeth se limitó a asentir  con una sonrisa para subir las escaleras hacia su cuarto. En ese momento Alcina pensó, no era la sonrisa de siempre, había algo que no cuadraba. Terminó de mimar a sus hijas y subió tras ella para verla sentada en el marco de la ventana.

¿Qué te ocurre?

Se acercó a ella y tomó su hombro para que la mirara.

-¿Ocurre algo?-negó rápidamente.

-No es nada tranquila. Solo os dejé vuestro tiempo. Llegamos realmente tarde.

¿Por qué no me dices la verdad?

-Elizabeth, se sincera.-se sentó a su lado y tomó sus manos centrándose solo en ella.

-Que no es nada.-calló al ver la expresión sería de Alcina-. Es solo que... No puedo explicarte algo que no entiendo.-volvió a negar volviendo su vista al paisaje.

-.....-analizó la situación pensando en una causa-. ¿Sientes falta de cariño?

-¡¿Qué?!-la miró rápidamente-. ¡No, claro que...!-fue silenciada.

-No por mi, falta de cariño por alguien más.

-Eso.... Puede ser....-murmuró pensando-. Yo.... Es raro. Solo...-no encontraba las palabras-. Yo no he tenido lo que tú.... No se que es el amor de una madre, pero cada vez que te veo hacerlo con tus hijas siento que.... Que me falta algo así. No se si para dar o recibir.-se expresó como pudo desviando su mirada de la de ella. Las suaves manos de la vampira tomaron sus mejillas con cariño dándola pequeños besos.

-Entiendo lo que sientes ahora mismo. Date tiempo y se pasara.-se quedó pensando un momento-. Mañana haremos algo, las cinco.

-¡¿Cómo dices?! ¿Todas?-asintió sonriente viendo una mínima emoción en sus ojos.

-Pero será en la noche, mañana descubrirás lo que hacíamos mientras tu solías dormir en tus épocas de sirvienta.

-Lo dices como si fueran de hace años.

-Será porque ya me he acostumbrado a estar así contigo.-dio un ligero toque en su nariz-. Descansa todo lo que puedas, mañana será una gran noche.

Y lo sería, una noche familiar donde ella estaría incluida.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora