Capítulo 80

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-¡Para ya!

Las cosas estaban así, Elizabeth se tropezaba cada vez que intentaba caminar y Alcina no solo la ayudaba sino que también se moría de risa.

-¡Cómo te vuelvas a reír me voy y duermes sola!-gruñó molesta apoyándose con la pared.

-¡Esta bien!-tomó aire calmándose y lo soltó despacio-. Ya esta, ya no me rio más.

-Más te vale.-musitó volviendo a intentarlo-. ¿Qué te esperabas? Crecí mucho, no me acostumbro tan rápido. Me siento alta....-se quedó callada mirando a su amada-. Bueno, a tu lado me siento igual.-sonrió al recibir un pequeño golpe.

-Tienes suerte de que hoy te deje salir de la cama.-dijo la mayor viéndola caminar-. Tenemos que empezar a descubrir tus habilidades.

-Eso y que me tengo que habituar a mi nueva forma.-se quedó pensando-. Karl dijo que al ser tu cadou tendría similitudes a ti. De momento tengo tu tono de piel, he crecido hasta los dos metros y mis uñas son la mitad del tamaño que las tuyas. Nada mal si me preguntas.

-Por suerte no has heredado de mi la parte de dragón.-soltó un suspiro de alivio-. Creeme que lo agradezco.

-¿Tenías miedo de que te superara?-preguntó de forma burlona mientras caminaban por los pasillos.

-¿Pero qué dices? Solo me preocupaba.

-Ya, seguro.-rió al verle la cara que ponía-. No hace falta que andes detrás de mi Alci. Ya voy bien y sé que tienes cosas que hacer.

-Pero...-fue a quejarse hasta sentir las manos de su amada sobre las suyas dando leves caricias.

-Ve.-le dijo simplemente antes de robarla un beso-. Yo iré a ver a Judy, me muero de sed.-comentó tocándose la garganta. Alcina se quedó pensando por un momento y algo dentro de ella la decía que no era cualquier tipo de sed.

-Esta bien, pero no salgas y ten cuidado. Cualquier cosa que te pase...

-Te aviso, lo se.-terminó por ella-. Tranquila mama.-volvió a burlarse antes de andar por su cuenta hacia la cocina.

Tendré que preparar algo para ella por si acaso.

Mientras Lady Dimitrescu se iba a por ello, Elizabeth caminaba sin prisa para encontrarse con aquella mujer a la que más de una vez le había provocado un paro cardíaco. No se esperó menos cuando una sartén iba directa a su cabeza.

¡Ah!

Por suerte para ella solo tuvo que apartarse un poco, pues la sartén estaba muy por debajo de su objetivo.

-¡Maldita sea, has crecido!-escuchó gritar y se giró sonriente.

-Hola a ti también.-dijo de forma inocente.

-¡¿Tú no aprendes?! ¡Mocosa del diablo!-la golpeó varias veces en el torso sin hacerle nada de daño. Literalmente Eli solo se mantenía de pie esperando a que terminara de desahogarse sin quitar su sonrisa.

La era tan extraño, sabía como eran los golpes de la cocinera, había recibido más de uno en su vida, y conocía la fuerza de estos. Ahora ni siquiera los notaba y era capaz de ver hacia donde iría cada golpe. Era un sentimiento raro, algo a lo que no se hacía a la idea, pero sus sentidos habían cambiado.

-¿Acabaste?-preguntó una vez que la vio jadear.

-¡Si! Estoy muy mayor para darte una paliza.-susurró lo último y la abrazó con todas sus fuerzas-. ¡Podrías agacharte un poco por lo menos!-la joven de cabellos rubios rió ante esto y se agachó a su altura abrazándola-. Creí que esta vez si que te perdía, pero volviste de entre los muertos.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora