Capítulo 8

5.1K 508 70
                                    

Alcina ya tenía claro su objetivo con la joven humana. Recordaba todos y cada uno de los momentos con ella desde que era una niña y la alegraba ver un cambio como los que estaban teniendo. Desde su punto de vista era un progreso y la idea le gustaba cada vez más. Lo único que no tenía del todo claro era como hacer que tuviera confianza con ella, esa era la parte complicada.

Hoy habría una pequeña reunión en su casa con casi todos los miembros, y con casi me refiero a que solo estarían Donna y el pesado de Heisenberg. Un problema más que agregar a su lista.

-No vengas a mi castillo a insultarme niño.

-¿Yo soy el niño? Habló la que se comporta como una adolescente de instituto.

Elizabeth observaba la escena desde la puerta tratando de aguantar la risa. Esos dos no cambiarían. Sus pasos se escucharon por aquella sala de reuniones y se inclinó ante su ama y el resto.

-Mis disculpas mi Lady, pero solicito la ayuda de Donna para las ropas de sus hijas.-Lady Dimitrescu suspiró dándola permiso de llevarsela aunque su principal pensamiento era otro distinto.

-No me dejes sola con este idiota.-pensó bebiendo su vino.

-Lo agradezco. Por aquí Donna.-guió a la chica de cara tapada y a la marioneta que siempre iba con ella.

-¡Oye! ¡Yo quería ver pelea!-dijo Angie saltando en el hombro de su creadora.

-Tendrás tiempo de sobra, esos dos siempre andan peleando.-contestó la rubia entre risas siendo seguida por algunas suaves de Donna-. Espero que no te moleste pero las chicas tienen nulo cuidado de su ropa.

-No es problema, puedo arreglarlo en unos minutos.-respondió sentándose en una mesa y sacando aguja e hilo para empezar.

-Eres buena en esto, lo haces mucho mejor que nosotros que somos criados.

-Años de practica.-dijo con una sonrisa por la gentileza de la rubia a pesar de que esta no podía verla.

-Tú llevas mucho aquí ¿Qué tal la cosa?

-Todo como de costumbre Angie.

-¡No seas aburrida! ¡Quiero salseo!-se quejó la muñeca.

-¡Angie!-regañó Donna siendo interrumpida por las risas de Elizabeth.

-Algún día te contaré.

***

La visita al fin había acabado para alegría de la matriarca de la familia. Estaba harta de aguantar a ese crío con complejo de lycan. Quería ver a la humana pero el único momento a solas que tuvo con ella estaba correteando de un lado a otro haciendo sus tareas. Tendría que esperar.

Elizabeth había tenido un día bastante duro y ansiaba un descanso. Por suerte Daniela ya no la molestaba y eso la calmaba bastante. Pero lo que ella creyó bueno resultó ser peor.

Iba a dejar las herramientas de limpieza en su sitio cuando cierta azabache se interpuso en su camino.

-Al fin a solas criada.-dijo de mala gana.

-¿Quería algo Lady Cassandra?-estaba dudosa. Se había dado cuenta casi de inmediato que un encuentro a solas con ella no era nada bueno.

-De hecho si.-se acercó a ella con una mirada asesina-. Te quiero lejos de madre.

-No puedo cumplir lo que me pides Cassandra.-la miró fijamente y respondió de forma seria.

-No me importa una mierda lo que puedas o no hacer. Porque creeme que yo pienso hacer que te alejes de ella para siempre.-apareció su cuchillo.

-No deberías hacer eso. Tu madre se enfadará.

-¡Estará mucho mejor contigo muerta!-lanzó un ataque que la rubia esquivó soltando los cubos que llevaba.

-Cassandra, para esto.

-¡Callate!-gritó más fuerte haciendo que la hoja de aquel cuchillo rozara su mejilla. Elizabeth no lo pensó dos veces y se movió rápidamente tomándola del brazo. La apartó de una patada haciendo que soltara su arma y la pateó lejos de ellas-. ¡Maldita zorra!-sacó sus garras.

-Vas a hacerte daño como sigas así y no quiero eso.-siguió esquivando cada uno de los golpes.

-¡He dicho que te calles! ¡Te alejaré de madre! ¡No permitiré que la hagas daño maldita basura!-entonces asestó el primer golpe.

Elizabeth cayó al suelo y antes de poder levantarse volvió a recibir un puñetazo tras otro junto con cortes en su piel. No la detuvo, simplemente trató de evitar los rasguños lo máximo que pudo. Pasaron unos eternos minutos dejando a una ensangrentada humana tendida en el suelo sin poder moverse.

-Así aprenderás.-dijo Cassandra y creyendo que moriría desangrada se fue dejandola allí.

Eli se levantó poco a poco sintiendo como todos los cortes se abrían aún más y chorreaban sangre. Caminó despacio por el castillo, debía llegar a la enfermería pero estaba débil. Se apoyó en una de las paredes intentando coger aire y seguir.

-¡Hey Eli! ¿Ya terminas...? ¡Eli!- Daniela corrió hacia ella agarrándola antes de que cayera de rodillas al suelo. Vio la sangre, era mucha-. ¡Mierda! ¡BELA! ¡MADRE! ¡QUÉ ALGUIEN VENGA!

No debí dejarla sola.

-¿Qué es ese escándalo Daniela?-se escuchó la voz de Lady Dimitrescu mientras aparecía por el pasillo-. ¿Y por qué huele a....?-sus palabras se cortaron al ver la escena frente a sus ojos. Daniela sujetando con manos llenas de sangre a una Elizabeth que apenas podía sostenerse-. ¡ELIZABETH! -fue hacia ellas y la agarró viendo como sus ojos se cerraban-. ¡Ve a la enfermería y avisa a todos los sirvientes! ¡Necesita atención ya!-la cargó en sus brazos sintiendo el peso muerto de su cuerpo debido a que había perdido el conocimiento.

Llegó rápidamente a la pequeña enfermería que tenían para los sirvientes y la acostó en una cama observando sus heridas. Habían sido garras y golpes en su mayoría. Ansiaba saber que la había pasado pero aún la interesaba más que sobreviviera. Los sirvientes llegaron y se dispusieron a limpiar las heridas, coser algunas que eran profundas y desinfectar el resto. Sus latidos se empezaban a estabilizar al haber detenido el sangrado, pero no tenía pinta de despertar pronto. Alcina se sentó en la silla que había a su lado y se quedó mirándola mientras Daniela dormía con la cabeza en el borde de la cama.

Haría pagar al culpable de esto y compensaría a la pequeña Dani por haber llegado a tiempo.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora