Capítulo 14

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¿Por qué? ¡De todas las cosas tenía que ser una correa!

Elizabeth maldecía mil y una veces en su mente deseando golpear a cierta vampirita.

En esos momentos estaba junto a Lady Dimitrescu, caminando al paso de ella debido a la correa. Así era, no la había dejado irse ni una sola vez a pesar de sus múltiples intentos.

Alcina por su parte se divertía con esto. Ahora podía molestarla las veces que quisiera haciéndola sonrojar sin que ella saliera corriendo y podía estar el tiempo que quería junto a ella.

-¿Adonde decías que íbamos?-preguntó la rubia tratando de despejar su mente.

-A dar una vuelta.

-Eso no aclara mucho.-susurró para si aún sabiendo que la oiría. Alcina soltó una risa mirándola de reojo.

-No te va a pasar nada por pasear conmigo ¿Verdad?

No... ¡Si no tuviera una correa!

Eso habría querido decir pero tampoco buscaba enfadarla. Bufó y siguió caminando hasta ver una cabellera roja.

-¡Madre!-saludó la más pequeña-. Oh veo que lo lleváis bien.-rió viendo la cara de mal humor que traía la humana.

-Y tanto, te agradezco la idea mi dulce niña. Tienes un regalo esperando en tu cuarto.

¡Lo sabía!

-¡Genial!-abrazó a su madre y antes de que pudiera salir corriendo sintió un pellizco en su brazo.

-Vas a desear haber cerrado la boca en cuanto me haya librado de esto.-dijo entre dientes antes de ser guiada de nuevo por Alcina.

Ambas mujeres salieron a los patios externos del castillo, aún era de día pero las grandes nubes del cielo cubrían el sol por completo dejando que la vampira pudiera salir sin problema.

Pronto empezaría a llover.

Elizabeth sintió como no jalaba tanto de la correa dándola algo más de libertad y andó tras ella contemplando su alrededor. El aire frió de aquel día movía su pelo sin dificultad alguna. Se sentía bien salir un poco.

-¿Tienes frío?-preguntó la mayor pasando su brazo por sus hombros.

-No, estoy bien. No hace tanto aire, pero las nubes estan sobre nosotras. No tardaran mucho en precipitarse.

A pesar de su enojo estaba tranquila, estaba a gusto al lado de Alcina. Entonces ¿Por qué ahora huía? Simple vergüenza cuando esta la daba besos por sorpresa o algún otro gesto parecido. Pero ahora todo era tranquilo y eso ayudaba a aligerar el ambiente. Inconscientemente quitó el brazo de Alcina para poder tomarla de la mano y la apretó con la suya levemente mientras veía su alrededor.

-Estoy deseando que llegué el invierno.-murmuró.

-¿Y eso por qué?

-Es.... Mi estación favorita.-dijo con algo de vergüenza pues no esperaba que la escuchara-. El frío, la nieve.... El recuerdo.-comentó lo último en voz baja y sonrió rascándose la nuca evitando tocar el collar.

-Supongo que tenemos los mismos gustos.

-Porque tú el verano no lo puedes disfrutar de la misma manera que yo.-soltó casi al instante-. Sigo buscando un sitio donde puedas ver afuera de día sin que te afecte.-agregó. Mientras tanto las gotas empezaron a caer poco a poco sobre ellas.

-¿Sigues con eso? Y yo que pensaba que no era más que una distracción.-sonrió mirándola.

-Yo lo que digo lo cumplo Alcina.-la sonrió de vuelta dejando que las gotas cayeran por su cabello-. No te decepcionare.

-No te involucres mucho en ello.-jugó con su pelo y emprendió camino de vuelta al castillo-. Vámonos antes de que te enfermes por estar bajo la lluvia.

-Como mandes.-bromeó sin dejarla atrás.

***

El cambio de temperatura era increíble comparado con el tiempo afuera, el calor allí era extremo y su pelo no tardó casi nada en secarse. Dejó la toalla de gran tamaño que Alcina la había prestado a un lado y se centró en la melodía que ella tocaba. Todo de ella la atrapaba, incluso la más mínima cosa.

Lady Dimitrescu la miró y palmeó sus piernas queriendo tenerla cerca, a lo que la joven no se negó. El único problema de sentarse en su regazo mientras ella tocaba era el tener la cabeza justo bajo su pecho, lo cual la ponía muy nerviosa. La vampira se dio cuenta y tomó sus manos como la primera vez juntandolas con las suyas para tocar juntas. Esa mujer era capaz de cambiar el ambiente en décimas de segundo.

-Intentalo tú ahora.-dijo soltando sus manos y dejando que fuera ella quien tocara intentando seguir el ritmo de la melodía. Adoraba ver el brillo en sus ojos verdes a medida que la canción la salía mejor y como su pequeña sonrisa afloraba.

-¡Lo hice!-soltó emocionada mirándola a los ojos provocando que la contraria no pudiera contenerse más y riera levemente.

Parece una niña a veces.

Dejó sus manos en las calientes mejillas de la humana dándola un beso inesperado para ella haciendo que subiera su temperatura de la nada. De no ser por la correa aún puesta ya se habría ido corriendo.

Así pasaron dos días completos la una junto a la otra quitando poco a poco los nervios de la más joven. Aunque ese día se había pasado por mucho, cada vez que la pillaba desprevenida la besaba sin importar si sus hijas estaban delante o no.

Eli se sentó en la cama de brazos cruzados y dándole la espalda. Otra cosa que le pareció tierna de ella.

-Oh vamos, no ha sido para tanto.-notó la mirada asesina de la de menor estatura a través del espejo y suspiró-. ¿Puedo hacer algo para compensarlo?

La rubia se quedó pensando unos momentos y asintió acercándose a ella lentamente.

-La verdad es...-se sentó en sus piernas sin previo aviso y rodeo su cintura con las suyas-. Que si puedes.-acunó su rostro en sus manos y la robó un beso sin más. Debido a la sorpresa Alcina casi la deja caer, pero la sujetó con sus manos y siguió el beso con cariño. Al poco se separaron y juntaron sus frentes-. No es tan divertido cuando te lo hacen ¿Verdad?

-Ni que lo digas.-deslizó sus manos hacia el collar quitándolo de su cuello-. Es aún mejor.-susurró sin separar su mirada de ella.

-Ese no era el plan.-dio un suave toque en su nariz separándose un poco para verla mejor-. Relajate tigresa, te estoy viendo las intenciones.

-¿Y cuáles son?

-No te voy a dar el placer de oírlo.-rió ante la queja de la mayor y la acarició igual que ella lo solía hacer-. Creo que Dani si que tuvo una buena idea.

-¿Lo dices por qué el cervatillo ya no sale corriendo?-asintió.

-Y porque al cervatillo le gusta cada vez más la compañia de la cazadora.-volvió a besarla suavemente-. Vamos a la cama, mañana querías hacer algo fuera.

Y así la inseguridad y los miedos de la humana se quedaron de lado al empezar a conocer más a su amada. No era una mascota, no se sentía de esa manera. Se sentía querida por quien más adoraba y haría de todo por unirse más a ella.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora