Capítulo 7

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Tras aquellas palabras la pelirroja estaba al tanto de todo y digo TODO lo que le pasaba a la rubia. Siempre estaba detrás de ella para asegurarse de que no la pasara nada malo. Aunque esto empezaba a sacar a Elizabeth algo de quicio.

-¿Me quieres dejar en paz? Sé que estas ahí.

Esas eran sus palabras cada vez que andaba detrás de ella.

Por otro lado Lady Dimitrescu había regresado de una reunión de apenas unos días. Grande fue su sorpresa al ver un enorme espejo colgado junto a su tocador. Pasó sus dedos por sus bordes contemplando su contorno y diseño. Siguió el camino de las líneas hasta tocar una hoja de papel doblada. La tomó con ambas manos y se encontró con una simple oración.

“Espero que te guste.”

-Elizabeth.-susurró divertida guardando aquella nota en su cajón. A los pocos segundos un toque en su puerta la sacó de sus pensamientos junto con la imagen de la humana que traía unas cuantas prendas.

-Con permiso.-la paso de largo y fue a guardar la ropa recién lavada de su señora bajo la atenta mirada de esta.

-Tienes buen gusto Eli.-comentó sin más rompiendo el silencio.

-Me alegra saberlo, he podido acertar con los suyos.-sonrió inclinándose ante ella.

-Ha sido un detalle por tu parte, aunque me pregunto de donde has sacado el dinero para esto.

-Un buen mago no revela sus secretos.-la guiñó un ojo pasando al lado de ella.

-Supongo que no querida. Iré a darme un baño, no dejes que me molesten.

-Por supuesto mi Lady.

-A menos que quieras acompañarme.-la rubia desvío su mirada y negó con la cabeza.

-Se lo agradezco pero rechazo la oferta.

-Esta bien.-dio una leve caricia antes de salir del cuarto. Elizabeth volvió a negar con la cabeza al pensar siquiera en ello. Iba a salir del cuarto de Alcina cuando vio una toalla doblada sobre la cama-. Mierda...-pensó para si misma al saber que era la toalla de Lady Dimitrescu. La agarró y emprendió su camino hacia aquel baño.

Sabía que tipo de baño era, no había entrado al de su cuarto y había pedido intimidad y tranquilidad, por lo que se daría un baño de sangre. Llegó a la puerta tratando de hacerse a la idea de lo que la esperaba y llamó a la puerta.

-Pedí que no me molestaran.-contestó la vampira desde el interior.

-Soy yo mi Lady.-suspiró y esperó a que la diera permiso para entrar, pero no tomó precauciones al verla en ropa interior-. ......... -se giró rapidamente sin emitir palabra y dejó la toalla cerca de ella.

-No tengas miedo Eli, no pasa nada.-sintió como masajeaban sus hombros y la respiración de Alcina cerca de ella.

-Preferiría no mirar si no la importa.-contestó lo más tranquila posible-. Traje su toalla.

-Te lo agradezco.-pasó sus dedos por sus hombros suavemente-. Ahora puedes tomar el baño conmigo.

No no no no no no no y no.

Alcina tomó su mano atrayéndola a ella.

¡No!

Se separó rápidamente de ella con una risa nerviosa.

-No... Gracias pero no.-levantó sus manos nerviosa al ver como Alcina caminaba hacia ella sin intenciones de rendirse.

-¡Eli! ¿Dónde estas? ¡ELI!-por primera vez se alegraba de escuchar la voz de Daniela y aprovechó la oportunidad para salir del baño.

Respiraba muy rápido y sus mejillas ardían más que el fuego de la chimenea mientras apoyaba su cabeza en la puerta.

-Vaya vaya, parece que alguien lo ha pasado bien.-rió Daniela-. ¿Quieres intimidad?

-¡Cierra la boca!

-¡¿Cómo la voy a cerrar si nunca te he visto tan colorada?!-soltó carcajadas al ver su expresión.

-¡Daniela!

Alcina Dimitrescu escuchaba todo desde el interior y no pudo contener las risas. Ahora sabía que el mal gesto de su sirvienta había sido por pura vergüenza e incluso había descubierto la cercanía entre su hija y Elizabeth. Y esto iba a aprovecharlo para acercarse más a ella.

***

-Alci y Eli sentadas en un árbol.-canturreó Daniela.

-Por favor para.-dijo la rubia tapándose la cara con sus manos.

-Venga no es para tanto.-se puso frente a ella sonriente-. Madre quiere verte, seguro que habrá besitos por todas partes.-recibió un golpe en la cabeza por parte de su amiga-. ¡Oye! La agresividad en la cama no conmigo.

-¡Ya vale!-se quejó por milésima vez empujando a la menor y entró a la sala directamente.

-¿Problemas con las niñas?-preguntó Alcina ya vestida.

-Para nada mi señora.-carraspeó pensando en formas de esconderse de Daniela.

-Intentaré creerlo.-rió suavemente-. Tuviste un gesto muy malo antes.

-Lamento eso mi señora, pero tengo pensado repararlo.

-¿Y cómo si puede saberse?

Elizabeth sonrió y se sentó frente al piano para empezar a tocar la misma melodía que aquella vez. Alcina la observó con total asombro al ver como sus dedos se movían al son de la partitura, aunque algo torpes en la velocidad, intentaba que sonara de la mejor forma posible. Acabó de tocar y miró sonriente a la mujer.

-Creí que no sabías tocar.

-Estuve practicando.-rió un poco al ver la cara que ponía.

-No he escuchado el sonido del piano desde la última vez.

-Lo se, practicaba sin pulsar las teclas. Solo pasaba mis dedos por encima aprendiendo la canción que tocamos juntas. Quería sorprenderla y este fue el momento indicado.

-Y debo decir que lo hiciste.-se acercó a ella acariciando su cabello.

-¿Compensa esto mi error?-alzó su mirada como pudo.

-Por supuesto que si cervatillo. Esto lo arregla todo.-sonrió dejando que la pequeña disfrutara de sus toques como las últimas veces. A sus ojos seguía viéndose como un cachorrillo abandonado que iba detrás de quien le daba afecto, incluso la asemejaba a sus hijas.

Pero con ella sentía cosas distintas a las que sentía con sus niñas. Y poco a poco iría sacándolas a flote, no quería asustarla o que por accidente terminara muerta. Debía actuar con cautela y a ser posible esperar a que la joven rubita fuera capaz de hablarla con la misma confianza con la que lo hacía con Daniela.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora