Capítulo 40

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Los días fueron pasando dejando ese mal momento en algo lejano. Elizabeth se había recuperado de sus heridas, esta vez sin dejar cicatrices. Se sentía mejor gracias al apoyo de todas las Dimitrescu y digo todas porque las niñas andaban detrás de ella como cachorritos. Nunca estaba sola, nunca dejaban que se llenara su cabeza de ideas. Estaban siempre a su alrededor para distraerla de mil formas.

Todo esto había sido obra de Alcina. Era consciente de que Eli la ocultaba algo sobre lo ocurrido pero no quería rememorarle el momento con lo que había costado que levantara cabeza. Era esa la razón por la que no dejaba que se quedara sin compañía o encerrada en algún sitio. También tenía que ver por mayor seguridad hacia ella.

Al principio ninguna sirvienta tuvo permitido acercarse a ella para nada, pero al estar siempre acompañada empezaron a dejar que las cosas fluyeran como lo hacían antes. A pesar de ello Elizabeth no era tonta, se había dado cuenta del truco pero no la importaba. Se sentía bien y su mente había abandonado el concepto de Miranda casi por completo. Necesitaba un descanso de todo y eso estaba teniendo en ese momento.

Ambas tocaban el piano, por supuesto la menor siendo guiada por las manos de Alcina.

-Entonces pasamos a esto.-siguió guiando sus manos enseñándole la siguiente parte de la pieza-. Y ya la tendrías. Intentalo tu ahora.-soltó sus manos y las apoyó en la cintura de la rubia.

-Esta bien.-sonrió empezando la melodía. Llevaba mucho tiempo practicando y ya casi dominaba el cambio de dedos y el uso de ambas manos al mismo tiempo.

-Vas muy bien.-apoyó su cabeza en el hueco de su cuello provocando que se equivocara.

-Alci.-bufó con una pequeña risilla al sentir sus besos-. Tengo una maestra algo distraída.-se burló disfrutando los besos.

-Puede ser, pero ¿Cómo no distraerse teniendote a ti a mi lado?-sonrió al sentir las pulsaciones y la temperatura de la humana subir.

-No empieces Alci.-advirtió.

-No prometo hacerlo.-la abrazó riendo junto a ella-. Que sepas que cantas bien.

-¿Me escuchaste? Oh por dios Alcina sabía que eras chismosa pero esto es pasarse.-bromeó.

-Mi castillo, yo hago lo que me plazca.

-Lo harías incluso si no lo fuera reinona.-la besó entre risas.

-La verdad es que esa canción la tarareabas de pequeña.

-¿En serio? Sabes que los recuerdos de mis primeros años son nulos.

-Confía en mi palabra, pronto te contaré algunas cosas de esos años.

Toda la paz y tranquilidad en la conversación se vio cortada por la entrada indeseada de alguien, Heather.

-Mi señora, tiene visita.

-¿Visita? No esperaba a nadie.

-Es importante mi Lady, debería ir enseguida.-comentó intentando que no le temblara la voz al ver el semblante serio de Lady Dimitrescu.

-Ve sin problema, no te preocupes por mi.-murmuró Elizabeth bajándose de su regazo para que pudiera ir. Alcina gruñó en desacuerdo pero no tenía más remedio.

Ahora estaban las dos solas por primera vez en semanas.

-Me alegra verla.-dijo alegremente pero la rubia solo asintió-. ¿La incomoda mi presencia?

-No es eso, solo.... No importa ¿Quieres algo?

¿Por qué tienes que ser tan fría conmigo?

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora