Capítulo 2

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Después de ese extraño desayuno para ambas Elizabeth se dispuso a completar las tareas de la lista que la había entregado antes. Debía ir a la ciudad para hacer varias compras e incluso fijar algunos lugares de caza para las niñas que se empezaban a aburrir de sus presas. Tomó el primer carruaje y emprendió su camino sin esperar a nadie más, de todas formas su compañera ya había pasado a mejor vida.

En la villa pudo encontrarse con el Duque, al cual con una simple mirada entendió alguna de las razones por las que ella había aparecido por allí. Por suerte para ella no fue mucha la carga, gran parte eran reservas de vino que luego juntarían con sangre y por otro lado comida para los sirvientes y carne fresca para ellas. Una vez tuvo todo listo tachó cada cosa de la lista y se preparó para volver, aunque algo la detuvo. Se acercó a uno de los escaparates de la tienda a su derecha y observó todas las joyas que se mostraban. Demasiado lujoso y caro para ella, pero no para su señora.

-Se vería bien en ella.-pensó para si misma haciendo que el rostro blanquecino de Lady Dimitrescu apareciera en su mente. Negó varias veces, no podía hacerle regalos sin más pero no podía evitar pensar en ello.

¿Qué era aquello que sentía? ¿Qué era ese ardor en su interior que la obligaba a sonreír ante ella? La respuesta era clara, no tenía ni la más remota idea ni tampoco sabía como remediarlo.

Pasó su mano revolviendo un poco se cabello para olvidarse de eso y centrarse en lo que tenía que hacer. Tomó las riendas e hizo al caballo avanzar hacia el palacio, un trayecto que se la hizo bastante largo.

Cargó las bolsas en sus manos y abrió la puerta como pudo. Fue cerrarla dejando que la luz de Sol se disipara y apareció la rojita de labios ensangrentados.

-¡Eli! ¿Me has comprado algo? ¡Dime que si!- ella rió y negó con la cabeza ganándose un puchero de la chica-. ¡¿Por qué no?! Yo quería algo.

-Lo siento, solo tenía dinero para las compras que me encomendó tu madre.-sonrió-. Pero si te sirve marqué un par de presas que te gustarán.

Era increíble el cambio de actitud ¿Verdad? Lo cierto es que cuando estaban ellas dos a solas podía comportarse así. Daniela odiaba su educación y al final cuando estaban a solas podía tratarla como una amiga.

-¡Genial!-saltó dando palmadas pensando en su próxima caza-. Y...-se acercó a ella-. ¿Le compraste algo a madre?-susurró. La joven humana se quedó petrificada y sus mejillas se enrojecieron un poco.

-Sabes que no ¿Por qué preguntas esas cosas?-susurró de vuelta.

-Venga ambas lo sabemos.-Elizabeth la chistó.

-No hables del tema. No sabes nada.

-Claro que sé.-se burló sacándole la lengua.

-¿Sabes qué querida?

Esa voz, su voz. Ambas se voltearon para ver a la mujer de gran altura. Elizabeth sintió su corazón detenerse y se inclinó como siempre para disgusto de Daniela.

-De nada madre.-sonrió pasando su brazo por el hombro de la humana-. Solo la dije que sabía que ha elegido hombres lindos para mi cacería de hoy ¿Verdad que si Eli?-asintió frenéticamente agradeciéndole con la mirada.

-Entiendo. Dejala ya, tiene que ordenar las compras antes de que la carne se estropee.

-Si madre.-se separó de ella dejando que volviera a cargar las bolsas.

-Ven conmigo Elizabeth, tengo que ver la carne.-la criada asintió lanzándole una última mirada a la vampira que decía claramente "Tú y yo hablaremos más tarde".

Ambas mujeres se adentraron a las cocinas y la joven sacó toda la carne dejándola sobre la mesa.

-Espero que sea de su agrado.

-Hm.-pasó sus manos por la carne observando todo detalle-. Están bien, todo como lo pedí ¿Viste al Duque?

-Se percató de mis intenciones allí sin necesidad de que le hablará mi Lady.

-Perfecto entonces.-vio como la chica empaquetaba y congelaba la carne-. Me he dado cuenta de tu relación con mi pequeña Daniela.

-¿La incomoda?-preguntó sin dejar de hacer sus cosas pero prestandola atención.

-No, por supuesto que no. Es bueno saber que tiene una... ¿Amiga? -preguntó mirándola.

-Podría llamarse así.-respondió para mirarla a los ojos-. Ya esta todo listo mi Lady.

-Te lo agradezco, puedes ir a comer. Tengo entendido que dejaste tus horas libres para hacer el encargo.

Era obvio que lo sabía, esa mujer se percataba de casi todo lo que ocurría en su palacio. Por suerte para Elizabeth no sabía de sus conversaciones con Daniela, o al menos deseaba que fuera así.

-Con permiso.-se inclinó y salió de allí para ir al comedor de los criados.

***

-¿Entonces viste algo bonito y no se lo diste? ¡Por el infierno Eli, así no se hace!

-¿Quieres hacer el favor de no levantar la voz? Ya sabes que no tengo ni idea de que significan estas cosas y si lo supiera no sería el momento.

-Eso es porque no te lanzas.-se colgó de la cama sin dejar de mirarla.

-No tienes remedio.-la tiró un cojín a la cara-. Sea lo que sea ya veré que hacer.

-Solo ten cuidado de Cass, no la gustan esas cosas.

-Lo se.-entonces ambas escucharon un gran estruendo seguido de unos gritos de ira pura-. Oh no.-se levantó sin más dispuesta a irse.

-¿Estas segura de querer ir? Sabes como es cuando esta enfadada y no es muy buena idea.-se incorporó para verla mejor.

-Si pero... Lo más seguro es que fuera Madre Miranda. No puedo dejarla así. Ire a verla igualmente.

-El amor esta en el aire.-murmuró al verla cerrar la puerta.

Elizabeth estaba decidida, a medida que más avanzaba más gritos escuchaba. Esto sería un problema pero algo dentro de ella la impedía ignorarlo, simplemente no podía. Se paró frente a la puerta donde venían todos los ruidos, el cuarto de Lady Dimitrescu. Soltó un suspiro calmándose y llamó a la puerta por pura educación pues sabía que no la iba a responder. Una vez hecho entró sin más viendo el suelo cubierto de cristales del espejo de su tocador. Y no fue lo único con lo que se encontró puesto que la mirada de la mayor era furiosa e iba directa a ella.

-¿Qué haces aquí? No te he dicho que vinieras.-recuperó la compostura y la miró seriamente.

-Lo se y lamento la intromisión. Pero tenía el deber de venir.

-No debías aparecer, sal de aquí.-ordenó-. ¡Ahora!-gritó al ver que no se movía.

Pero esto iba a ser la primera orden que no cumpliría.

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