Capítulo 72

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Decir que las niñas se habían recuperado al día siguiente era una tremenda mentira. Tardaron unos cuantos días en hacerlo, en los cuales estaban casi las veinticuatro horas con sus madres. Alcina ya las había escuchado llamarla mamá a Elizabeth y se había percatado de sus reacciones. La parecía tan tierna en algunos momentos, sobretodo cuando escuchaba como su corazón se aceleraba tanto.

Una vez las pequeñas se habían recuperado volvieron a ser como siempre y aunque solo había pasado un día desde eso Alcina se preguntaba si serían capaces de decírselo ahora que sus defensas estaban al cien por ciento. Por otro lado la joven de cabellos rubios no dejaba de perderse en sus pensamientos al recapitular como se había comportado en esos días.

Mamá.... ¿De verdad me ven de esa manera? ¿Sería.... Una buena madre?

Lady Dimitrescu había notado esto cada vez que la veía quedarse callada y pensativa.

Lo que daría por saber que hay en esa cabecita tuya draga mea.

Fue el momento donde decidió actuar y aprovechó que Elizabeth había bajado a los jardines a entrenar.

-¡Hijas!-llamó y esperó a que aparecieran frente a ella.

-¿Nos llamabas, madre?

-Sí, mis pequeñas.-se levantó de su asiento y se arrodilló frente a ellas-. ¿Cómo os encontráis?-tocó sus frentes queriendo asegurarse de que la enfermedad las había dejado por completo.

-¡Estamos bien madre!-respondió Daniela entre risas al recibir sus besos.

-Pero hay algo más ¿Verdad?-intervinó Cassandra.

-Lo cierto es que sí.-se incorporó en su altura y posó sus manos en sus caderas-. ¿Cuándo vais a decírselo como se debe?-las tres niñas se pusieron nerviosas y cada una miró a un lado distinto-. Niñas.-volvió a llamar.

-Es que.... Es difícil.-susurró la azabache sobandose el brazo con vergüenza.

-Y nos escuchó cuando estabamos malas ¿No cuenta así?-dijo Bela sin mirar a su madre.

-Oh mis pequeñas, Eli necesita verlo de frente. Tenéis que decírselo directamente y de forma natural.

-¡Eso dije yo!-saltó Cassandra-. Pero ahora...

-Ahora nada. Vamos, podéis hacerlo. Os aseguro que ella lo aceptará con todo su corazón, no tenéis que temer nada.-convenció acariciandolas.

-¡Tiene razón! Yo confio en mamá.-soltó Daniela con algunos colores en sus mejillas.

Estaba decidido.

***

La hora de la comida llegó rápido aquel día. La rubia caminaba por los pasillos aún pensativa y sin siquiera darse cuenta de que Alcina la seguía. Estaba tan ensimismada que no se percató de ella hasta que la tomó en brazos asustandola.

-¡Ah! ¡A...Alcina!-chilló haciéndola reír-. No me des esos sustos.

-Oh vamos, no ha sido para tanto.-la besó con suavidad tomando sus mejillas-. ¿En qué pensabas?

-Eh.... En nada en particular.-carraspeó evitando la atenta mirada de su amada-. De verdad, confía en mi.

-Esta bien, te tomo la palabra.-la cargó hasta el comedor dándola besos cada vez que la veía demasiado callada para su gusto cambiando el silencio por pequeñas risas.

Una vez llegaron allí las tres diablillas las estaban esperando para comer. Todo iba bien, todo era tranquilo. Hasta que el plan se puso en marcha.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora