Capítulo 34

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La mañana había llegado rápido y con ello la futura llegada de las nuevas sirvientas. Alcina fue la primera en despertar como era costumbre y miró a la bella durmiente que descansaba prácticamente sobre ella sin intención de soltarse. Acarició su espalda con suavidad sintiendo sus pequeños y pausados latidos mostrando la paz que brindaba su cuerpo en ese momento.

Eres tan linda cuando duermes mi pequeña.

Sonrió al pensar aquellas palabras y subió sus caricias hasta sus mejillas tratando de despertarla. Recibió una pequeña queja para que después acomodara más su cabeza en su pecho.

-Elizabeth.-llamó con delicadeza-. Vamos mi amor, es hora de despertar.

Volvió a escuchar otra queja para sentir un agarre un poco más fuerte por parte de la menor.

-Aw querida. Vamos... Hay que levantarse.-siguió hasta ver los orbes verdosos que tanto la gustaban. Estaba adormilada, ni siquiera enfocaba la vista. La vio frotar sus ojitos para después posarlos en ella-. Buenos días preciosa.

-Hm....-contestó volviendo a acostar su cabeza.

-Oh no, no lo harás otra vez.-rió la mayor sacudiendola levemente.

-Alcina... Estate quieta...-murmuró en un suspiro.

-Entonces levanta.

-¿Por qué? No quiero....-levantó un poco su cabeza mirándola de nuevo.

-Pero debemos hacerlo por muy cómoda que estés. Recuerda que hoy llegan las nuevas.-la menor soltó un gruñido molesta.

-Pues tú no vas a ir, solo calla y duerme Alci.-respondió acomodandose. Ni siquiera era capaz de darse cuenta de la pequeña orden que le había dado a Lady Dimitrescu.

-Eso si que no.-tomó su cintura intentando quitarla pero se aferró más a ella-. ¡Elizabeth!

-Vaya... Parece que alguien me ha lanzado un hechizo que no me deja moverme. Una pena pero tendré que quedarme aquí contigo.-sonrió hacia ella calmándola al momento. Pero eso no la iba a deterner. Volvió a agarrarla separándola de ella y tirándola al otro lado de la cama-. ¡Oye! ¿No te han enseñado que los hechizos se liberan con un beso?

-Culpa mía.-sonrió de vuelta besándola despacio-. Vamos, se hará tarde como sigamos asi.

-Ya voy. Te tendré listas a las novatas en unos minutos y tendrán el recorrido general. Después las entrevistaré y ya te dejaré juzgarlas a raíz de ello.-dijo con seriedad y de forma centrada.

-.... Eli, tú ya no eres sirvienta.-la joven abrió mucho los ojos dándose cuenta.

Oh mierda, soy idiota.

-Es verdad, lo siento es la costumbre. -negó con la cabeza-. Pero ¿Qué haré yo ahora?

-Juzgarlas junto a mi, eres mi pareja ¿Recuerdas?

Elizabeth sonrió al escuchar sus palabras, no había cosa que más la alegrara que eso. Ambas terminaron de prepararse y se quedaron en las escaleras viendo a las nuevas en fila. Eran alrededor de unas 16 y de ellas lo más seguro es que la mitad murieran tras el juicio. El resto estarían en periodo de prueba un par de días, catalogando a las vírgenes y reservandolas para el vino mientras que el resto a lo largo de los días acabarían en manos de las niñas. Siempre era así, pocas duraban más de un par de semanas, a menos de que fueran muy experimentadas. Incluso los sirvientes actuales eran los que más años llevaban allí junto a ella.

La sirvienta mayor apareció ante ellas recitandoles cada norma y dando comienzo a la pequeña visita. Se le hacía tan extraño a la joven Elizabeth no ser ella quien lo hiciera.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora