Capítulo 16

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La noche del día siguiente había llegado para la emoción de las chicas. Incluso Cassandra podía venir, Lady Dimitrescu había hecho una excepción con su castigo por esta vez.

Todo esto iba a ser raro para la rubia quien ensillaba el caballo que iba a usar para la salida. Por lo visto sería una cacería en familia, lo cual la daba mucha curiosidad.

-¿Todas listas?-preguntó la matriarca subiendo a su caballo, que era más grande que el resto.

-¡Si madre!-gritaron al mismo tiempo subiendo a los suyos y Elizabeth las siguió montando en el caballo.

-¡Entonces vamos! Ya sabéis la zona a la que llegar, desde ahí los caballos no serán permitidos.-en ese momento empezaron a cabalgar fuera de los límites del castillo.

La brisa de la noche revolvía el pelo de cada mujer allí presente y las daba la bienvenida hacia el interior del bosque. Los caballos corrían a la velocidad que sus jinetes les exigían llegando a recorrer grandes distancias en poco tiempo.

-¡Eli!-escuchó un grito por parte de Daniela quien se acercó a ella-. Te reto a una carrera hasta el punto de encuentro.

-Apuesto a que no me ganaras.-bromeó la rubia sintiendo la mirada de Alcina sobre ella.

-¡Eso ya lo veremos!-azotó las riendas del caballo y aumentó la velocidad.

-¡Hey! ¡Tramposa vuelve aquí!-salió a la carrera con intención de superarla.

Alcina veía la situación con una sonrisa al ver como las dos desaparecían entre los arboles.

-Si Daniela sigue gritando nos espantara las presas.-se quejó Cassandra.

-Oh vamos Cass, deja que se divierta un poco.-la contestó Bela dándole un codazo para salir corriendo tras ellas.

-¡¿Tú también?!-miró a su madre quien asintió levemente-. ¡Os vais a enterar como no quede nada que cazar!-dijo para acto seguido unirse a la competición.

A Lady Dimitrescu no le quedo más remedio que seguirlas para que no las ocurriera nada. Dio un par de toques con las espuelas para que su caballo empezará a ir más rápido. Al llegar se encontró a las niñas un poco más allá del punto de reunión, más específicamente sobre uno de los barrancos. Elizabeth estaba a la cabeza de ellas contemplando el horizonte, sobretodo la pequeña aldea alejada de la villa que se encontraba frente a sus ojos.

-Niñas, dejad a vuestros caballos y preparaos.-ordenó viendo como se retiraban-. ¿Disfrutando del paisaje?

-Es bello.-respondió la rubia asintiendo-. No puedo esperar para veros en acción.

-Recuerda que tu también participas.-observó una caja que traía amarrada detrás de ella-. ¿Esas son tus armas?

-Si.-giró la cabeza para mirarla-. Te sorprenderás cuando lo veas. No te decepcionare con esto.-sonrió con sinceridad y viró su caballo-. Vamos, tus hijas estarán impacientes.

Volvieron al punto de encuentro y dejaron a sus caballos con excepción de Elizabeth quien preparaba sus cosas. Abrió la caja dejando ver un arco y un carcaj con unas cuantas flechas y las colocó en su espalda.

-Así que eso era.-dijo Alcina observando con suma curiosidad. Fue entonces cuando la vio sacar un par de cuchillos que reconoció al segundo-. Esos... ¿De dónde los sacaste?

-Sinceramente no lo se, siempre estuvieron guardados en mi cuarto dentro de una caja asi que no sabría como responderte.-los ató a sus piernas con correas de su pantalón-. El arco lo tenía preparado desde hace tiempo.

-Me gustaría saber como obtienes estas cosas.

-Solo consigo lo mejor para proteger lo que me importa.-respondió en un susurro-. Es una pena que no pueda ir a vuestra velocidad, intentaré seguiros el paso.-subió a su caballo e increíblemente quedó casi a la altura de su amada.

-No te preocupes por eso, no te quitaré el ojo de encima.-sonrió dirigiéndose a sus hijas-. ¿Listas?-asintieron emocionadas y Elizabeth vio como Alcina sacaba sus garras-. ¡Ahora!

La cacería había empezado, exactamente cuatro objetivos de la aldea. La rubia corría detrás de ellas asombrada por su gran velocidad, incluida la de Lady Dimitrescu, quien había resultado ser más habilidosa de lo que ya parecía. Podía escuchar los gritos de los que habían sido atrapados y las risas de las niñas al clavarles sus hoces, de eso estaba acostumbrada, lo único que la faltaba era verla a ella actuar. Alcina atrapó a uno cortando sus extremidades con apenas un movimiento de sus garras.

Joder, es increíble.

Las chicas y la madre empezaron a contar, faltaba uno y no llegaría lejos pero se estaba adentrando demasiado en los bosques.

-¡De ese me encargo yo!-avisó la humana siguiéndolo, pues quería colaborar pero la mayor no lo vio igual.

-¡Espera! ¡Elizabeth no vayas!-gritó demasiado tarde-. Ahora los recogeremos, vamos.-ordenó a sus hijas para salir al encuentro de la rubia.

Elizabeth aumentaba cada vez más la velocidad de su caballo llegando a divisar a quien sería su presa.

-¡Vamos, vamos!-saltó un tronco caído sin despistarse de su objetivo, empuñó el arco y tomó una flecha soltando las riendas del caballo. Apuntó hacia la parte baja en su dirección, estiró la cuerda hasta escuchar su tensión y deslizó la cola de la flecha entre sus dedos.

-¡Aaaaaaahhhh!

En el blanco.

Sonrió victoriosa tomando las riendas de nuevo frenando a su caballo y acercándose al hombre agonizante. La flecha estaba clavada en sus tobillos, tan buena había sido su precisión como para unirlos dejándole inmóvil. A los pocos segundos las vampiresas la alcanzaron y ella solo les dejo ver al hombre.

-¡Lo hiciste!-celebró Daniela.

-Eso ha sido alucinante.-murmuró para si Cassandra.

-¿Cómo...?-Alcina no sabía que preguntar primero, si como se la ocurría venir sola hasta la parte profunda o como había hecho eso. Elizabeth rió viéndola y como si leyera su mente respondió.

-Practico mucho en mi tiempo libre.-saltó de su caballo y sacó uno de sus cuchillos-. ¿Quién quiere acabarlo?-lo extendió hacia las chicas.

-¡Yo yo yo!-saltó Daniela.

-Todo tuyo.-le dio el cuchillo y se apartó para evitar que la sangre salpicara sobre ella, más sabiendo lo sanguinaria que podía ser. Sintió un golpe en su cabeza y sabía perfectamente de quien venía. Miró hacia arriba viendo a la vampira.

-Ten más cuidado.-suspiró palmeando su cabeza como si fuera un cachorro-. Pero lo hiciste bien, no dejas de sorprenderme.

No sabes cuanto me emociona que pienses eso Alcina.

Pero la felicidad duró poco al escuchar unos gruñidos gruesos cercanos a ellas. Alcina rápidamente se colocó frente a sus hijas extendiendo sus garras mientras que la joven se ponía en guardia, solo para ser empujada por uno de los brazos de la mayor.

-¿Qué..?

-Quedate detrás de mi.-dijo seriamente sin mirarla.

Entonces apreciaron a la criatura, un ser de pelo oscuro, cabeza esquelética y grandes cuernos decorandola además de su boca ensangrentada y sus ojos rojos a traves de los huecos.

-Madre... ¿Qué es eso?-preguntó despacio Bela protegiendo a sus hermanas.

-Un wendigo.

Y así el gran gruñido de la bestia dio a entender que pensaba matar sin importar que.

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