Capítulo 35

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Los dos primeros días habían pasado lentamente para las niñas quienes cada vez estaban más nerviosas por jugar en serio con las criadas.

-Solo un poco.-suplicó Daniela.

-No es no Dani, lo siento pero ya sabes las normas.-respondió la rubia quien iba acompañada de Alcina.

-Queda apenas una hora hija mía, espera hasta entonces.-la joven bufo dispersándose con sus insectos-. ¿Apostamos cuántas caeran hoy?

-Solo van a quedar tres o cuatro seguro.-comentó Elizabeth siguiéndola por los amplios pasillos-. ¿Deberíamos dejar la diversión para ellas? Ya que no pueden salir al menos esto las ayudara.

-Tienes razón querida.-observó la bolsa que cargaba la humana en su mano derecha que había sido ocultada de Daniela-. No pensé que fueras a comprarlas algo.

-Tengo que hacer algo para ellas.-sonrió con sinceridad escondiendo los regalos en su cuarto sabiendo que no entraban allí.

Entonces recordó haber mirado los escaparates de las tiendas en busca de aquello que tanto la había gustado para Alcina y se alegró al saber que ya no estaba allí y que su comprador había sido uno de los lords.

Bien hecho Karl, te debo una.

-Sigo preguntándome de donde sacaste el dinero.

-¿Quiéres la respuesta de la última vez o me invento otra?-rió al sentir el pequeño golpe detrás de su cabeza-. Esta bien, te lo dire. Pero no puedes enfadarte.

-Si empiezas así vas por muy mal camino.

-Oh vamos no seas enojona.-bromeó mirándola y sentándose en la cama-. Cuando me mandabas al pueblo te ponía la excusa de que tenía que dar un rodeo por lo peligroso que podía ser el camino principal estando sola.-la mirada de Alcina cambió al darse cuenta-. Admito que te mentí pero lo hice por buenas razones. Necesitaba tardar más para asi hacer pequeños recados y trabajos. Así es como ganaba el dinero.

No puede ser.

-¿Por qué hacías eso? Pudiste pedírmelo a mi.-replicó Alcina cruzándose de brazos.

-No es lo mismo comprarte algo con tu dinero que con el mio ¿No crees? Además... ¿Has olvidado el minúsculo detalle de que era tu sirvienta? Tenía que respetar a mi Lady sobre cualquier cosa.

-¡Pero....! ¡Ah odio cuándo tienes razón!

-¿A qué jode?-dijo burlona puesto que Lady Dimitrescu solía aprovechar cualquier situación para fastidiarla. Ahora era su turno.

-No te pases Elizabeth.-gruñó molestándose.

-Vale vale.-agarró una de sus manos y posó algo en ella-. También compré esto mientras no mirabas.-la guiñó un ojo y salió del cuarto antes de que pudiera decirla nada.

Alcina miró con curiosidad el pequeño paquetito viendo una nota agarrada a él.

Te dije que te compraría uno que me marcara menos.

Ladeó la cabeza quitando el envoltorio para ver un pintalabios de calidad. Soltó un jadeo de la sorpresa y volvió a mirar hacia la puerta por donde se había ido.

¿Qué voy a hacer contigo amor?

Mientras tanto la rubia tarareaba felizmente mientras daba vueltas por el interior del castillo. Dio varios paseos por todas las partes y finalmente decidio bajar las escaleras hasta el vestíbulo para ver allí a las tres hermanas sentadas en el sofá mirando un pequeño reloj de bolsillo. Se acercó a ellas para verlas cada vez más ansiosas, aún les quedaban diez minutos.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora