Capítulo 75

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Una vez Alcina se había asegurado de tener a su amada protegida se preparó a si misma para la batalla. No era una mujer de guerras, pero si era necesario se enfrentaría con todo lo que estuviera a su alcance.

Esperó a que las niñas volvieran tras avisar al inútil de su hermano y las ordenó que bajaran a los calabozos a esperar a que todo terminara. Increíblemente ese iba a ser el lugar más seguro para ellas.

Empezó a caminar a pasos rápidos al escuchar como algunos acababan de entrar, la pelea empezaba ahora. Extendió sus garras y se movío a gran velocidad clavandoselas a todo aquel que entrara en sus dominios. La sed de sangre inundaba su boca cada vez más a medida que peleaba contra aquellos intrusos. Los moroaica salieron detrás de ella como si de soldados se tratasen atacando a cualquier humano cercano a ellos.

Tengo que proteger a mi familia ante todo.

***

-Tsk.... Que dolor....-susurró sacudiendo la cabeza. Fue cuando lo recordó todo-. No... No ¡No no no!-gritó levantándose de la cama en la que estaba. Para su desgracia su pierna estaba encadenada-. ¡¿Es en serio?!-gruñó mirando a su alrededor.

¡No puede con todo sola! ¡¿En que cojones estabas pensando Alcina?!

Trató de calmarse y se quedó pensando en que debía hacer. Entonces se dio cuenta del cuarto donde estaba, su antiguo cuarto. Sonrió para si y sacó una caja de debajo de la cama dejando ver sus relucientes cuchillos.

-Perfecto, no sabía que los tenía aquí.-susurró y colocó uno en el grillete alrededor de su tobillo. Lo movió en la cerradura hasta abrirla y se levantó algo mareada-. Necesito.... Mis armas.-tomó sus preciados juguetes que tenía escondidos. entre ellos su arco con su carcaj y su lanza. Dejó su arco a su espalda y ató los cuchillos a sus piernas con hilos largos de acero mientras empuñaba la lanza-. Allá vamos.

Justo cuando iba a salir se encontró que la puerta estaba cerrada con llave. Embistió contra ella sin resultado y tuvo que usar el mismo truco. Clavó la lanza en la cerradura y tiró de ella rompiendo la madera de la puerta consiguiendo abrirla.

-Luego pediré disculpas por eso.-susurró y empezó a correr por los pasillos en busca de Alcina o de las niñas.

Escuchaba gritos a su alrededor, el sonido de las armas y los disparos además del incesante olor a sangre y muerte. Pero eso no era lo que la importaba en esos momentos, su objetivo principal era encontrar a su amada y saber del paradero de las niñas.

Entonces la vio en el hall peleando ella sola con decenas de hombres. La escuchó gritar y como humo salía de su cuerpo mientras sus huesos crujían, estaba transformándose.

Los humanos aprovecharon ese momento para disparar y fue entonces cuando ella saltó desde las escaleras cayendo enfrente de ella mientras desviaba los disparos moviendo su lanza entre sus dedos y en círculos cada vez más rapidos.

-El.... ¡Elizabeth!-chilló Alcina al verla mientras gruñía por la transformación-. ¡Vete de aquí, es peligroso!

-¡Calla y termina de transformarte!-la respondió del mismo modo mientras degollaba a todo aquel que quisiera acercarse a ellas.

Nunca la había visto en su otra forma pero sabía que si lo estaba haciendo era para poder pelear mejor y debía dejar que lo hiciera.

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