Capítulo 65

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-¡Ya están aquí!

El momento había llegado, los lords acababan de llegar e iba siendo hora de sacar las cosas a la luz.

-¿Estas lista?-preguntó Alcina mirándola mientras la menor quitaba las barras de sus dedos con cuidado.

-Más o menos. Estoy lista para salir corriendo si pudiera hacerlo.-sonrió al sentir las manos de la mayor sobre sus hombros para prevenir.

-No te dejaría ni pasar la puerta.-dejó un suave beso en su cabeza y la tomó en brazos cargándola.

-¿No sería mejor la silla de ruedas?-se avergonzó un poco.

-¿Para qué si me tienes a mi?-bromeó satisfecha viendo el sonrojo en las mejillas de Elizabeth.

Pasaron tranquilamente por los pasillos hasta escuchar los gritos característicos de Heisenberg.

-Ah, ese idiota de Heisenberg.-gruñó por lo bajo.

-¡Aquí están! ¡Bienvenida de vuelta rubita!-saludó el hombre una vez que Alcina la había posado en el suelo.

-Hola Karl.-sonrió y giró su vista viendo a las otras dos-. Donna, Angie...-andó hacia ellas despacio y abrazó a Donna con cuidado-. Menos mal que estáis bien.

-Nada puede con nosotras, no somos tan fáciles de encontrar.-dijo Angie en una carcajada-. ¡Y tú sigues viva! Lo cual es un milagro si me preguntas.

-¡Angie!-regañó Donna correspondiendo al abrazo y quitándose el velo.

-No tengo palabras para agradeceros a vosotras dos lo que hicisteis por mi.-ambas levantaron las manos negando con la cabeza.

-¡No íbamos a dejarte allí!

-Además fue mi culpa que Madre Miranda te encontrara, debí estar más atenta. Y fui yo quien uso las ilusiones...

-No fue así, os obligó ella.-la cortó-. Por lo que a mi respecta me habéis salvado.

-Bien, ahora que los besitos, los “holas” y los abracitos han sido hechos ¿Podemos empezar con lo que nos importa? ¿Si? Gracias.-interrumpió magneto acomodándose en uno de los asientos individuales mientras Elizabeth se sentaba junto a Alcina y Donna se sentaba al lado de su hermano.

-¿Por dónde queréis empezar?-suspiró la menor.

-Deberíamos hablar de lo que te ocurrió allí dentro. No sabemos que pudo meterte Miranda.-la rubia se tensó al pensarlo y asintió levemente con la cabeza sin atreverse a mirar a su pareja.

-Esta bien, lo contare. El primer día se encargó de sacarme sangre, fue su primer movimiento. Aunque nunca parecía tener suficiente, había momentos donde llegó a sacarme tubos enteros de sangre con tal de averiguar que había en ella que era distinto. Después...-levantó sus manos-. Rompió mis dedos una y otra vez para estimar el tiempo de consolidación de los huesos.

Alcina se mantenía cruzada de brazos escuchando atentamente sus palabras. Quería saberlo todo pero al mismo tiempo sabía que debía controlar su enojo aunque no sabía cuanto iba a durar.

-A medida que los días pasaban perdí la noción del tiempo. Miranda dejó de alimentarme por bastante tiempo, no sabría decir cuanto. Me torturaba casi constantemente cortandome o despellejandome, de ahí las heridas. Después llegó lo peor....-levantó su vista fijándose en la culpabilidad de los ojos de Donna.

-Me obligó a crear ilusiones sobre ti Alcina. También de tus hijas. Alucinaciones tan fuertes que romperían a cualquiera.-explicó agachando la cabeza.

-¿Qué clase de ilusiones?

-Te veía matándome, burlandote de mi como si no fuera nada. Veía como me abrías en canal y sacabas mis órganos mientras te los....-se cortó así misma posando su cabeza sobre sus manos ahogando un sollozo-.... No puedo....

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora