Capítulo 94

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Otra maldita llamada, eso fue lo que arruinó el día de la pareja por completo. Ni siquiera habían podido centrarse en lo que las importaba cuando el teléfono empezó a sonar.

-Mi amor tengo que...-un bufido la interrumpió y Elizabeth se bajó de su regazo.

-Adelante, corre a responderla.

Alcina miró preocupada hacia su adorada en cuanto la escuchó gruñir y salir por la puerta.

Sabes que tengo que hacerlo, no tengo más remedio.

Suspiró agotada y respondió como era costumbre escuchando lo más atentamente que le era posible, pues su cabeza ahora estaba pensando en como se lo compensaría a la menor.

De todas formas lo único que había sacado en claro era que al día siguiente a temprana hora de la mañana tendrían una reunión acerca del nuevo recipiente, pues estaría allí.

Se recostó en su asiento molesta y deseando que toda esa pantomima terminara cuanto antes para dejarla en paz. Frotó el tabique de su nariz al saber que tendría que volver a decirla que no podría despertarse en sus brazos.

Esta situación las estaba cansando a ambas.

Se levantó decidida a ir a buscarla y salió de su cuarto para recorrer todos los pasillos del castillo. Siempre la iba a encontrar en el mismo sitio, su lugar de entrenamiento.

La vio sentada en medio del césped alargando sus garras una y otra vez con cierta molestia y sin ganas de entrenar.

Esta vez si que se enfadó.

-Eli.-llamó acercándose a ella-. Eli.-volvió a llamar tomando su hombro despacio.

Por su lado, Elizabeth sabía que cosas no debía hacer para enfadarla. Por supuesto que estaba molesta, mucho. Pero no quería pelear con Alcina por algo como esto y por ello debía evitar gritarla, apartarse bruscamente e incluso gruñirla. Ambas podían tener sus límites de tolerancia.

-No la soporto.-dijo con simpleza sin mirarla-. Me harta que la sigas como un perro faldero después de todo lo que te ha causado, pero no puedo hacer nada para detenerte. Ya te lo he dicho antes, estas decisiones son tuyas y yo las respetaré. Pero no significan que me vayan a gustar.

-Draga mea.-suspiró y se sentó a su lado tomando sus manos-. Comprendo porque aborreces tanto esto, pero no lo hago por lealtad a Madre Miranda. Quiero mantener nuestro estatus y nuestra seguridad de esta manera.

Aún no eres consciente del peligro que se nos viene encima.

-Lo sé, ya lo sé.-ladeó su cabeza hacia el lado contrario de ella.

-Oh vamos ¿Qué debo hacer para volver a ver esa sonrisa tuya?

-Tendrás que hacer muchas cosas.-jadeó al sentirse lejos del suelo y la agarró instintivamente-. ¡Avisame que harás eso!

-Entonces le quitaría la gracia.-sonrió de lado antes de llenarla de besos. Al menos así calmaría a la rubia un poco y volverían al ambiente que tenían antes.

Espero que no me vea igual que ella cuando me enfado.

Y la realidad es que ella era peor.

***

Elizabeth despertó sintiendo frío cerca de ella y buscó con su mano hacia el lado de Alcina. No la encontraba.

Abrió los ojos levemente, pues los tenía casi pegados por la suciedad de estos, y se dio cuenta de que estaba sola en la cama.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora