Capítulo 56

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Hace mucho de esto también pero creo que por aquella época tenías unos doce o trece años.

Estaba cargando unos cuantos “juguetes” de tortura que tenía que limpiar para evitar que se estropearan cuando te vi afuera. Era tarde y no hacía frío así que decidí salir para ver que hacías. La verdad, era raro verte con dos palos atacando a un muñeco. Esa fue la primera vez que te vi entrenando.

-¿Cómo es posible que después de todo su trabajo aún tenga energía para esto?-susurré mirándote.

Esto mismo se repitió durante bastante tiempo aunque se notaba tu cansancio. Cumplías todo lo que te mandaban pero tus ojeras eran obvias. No me preocupabas en ese entonces, pero quería verte manejando un arma real y no solo palos, así que se lo comente a madre.

-¿Cómo dices?-no podría olvidar la cara de sorpresa que puso.

-Asi es madre, cada día tiene la misma rutina. Podría servirnos de algo más que de criada.

-La he visto alguna vez con un arco en sus manos pero no sabía que había llegado hasta este punto.-se levantó de su asiento cruzándose de brazos-. Ahora entiendo porque oculta sus bostezos. Tendré que hablar con ella.

-¿Por qué no le das un arma? Puede que sirva de guardiana, es un buen plan.-sugerí.

Al principio madre solo te daba pequeñas dagas para ver como te desenvolvías con ellas. Y un gran día apareció con esta misma cajita y la dejó en tus piernas mientras descansabas.

-Entonces... Fue todo idea vuestra.-sonrió la humana mirando a Alcina quien solo tarareaba haciéndose la loca.

-Exacto. Esos cuchillos fueron el primer regalo que tuviste de madre.

-Por eso te sorprendiste cuando los saque en el bosque. No te esperabas que los siguiera teniendo.-rió habiendo pillado a la vampira.

-No pensaba eso, solo que los habrías olvidado. El día que la abriste te emocionaste tanto que hiciste el trabajo más rapido que he visto en siglos solo para poder irte al jardín.

-Lo malo fue que me pillaste.-se quejó Cassandra dejándose caer sobre los cojines-. No volviste a entrenar allí y nunca pude encontrarte.

-Ahora que lo recuerdo busqué un lugar donde no me pudieran espiar. Ya se la razón.-sacó los cuchillos y los movió rápido por sus dedos al igual que lo hacía con la lanza-. Estos pequeños me han salvado muchas veces, ya puedo daros las gracias por dármelos.

-No hay de que mi pequeño cervatillo.-la acarició levemente-. Ahora es el turno de la pequeña Daniela.

-¡Ya era hora!

-Creo que voy a irme a dormir, ya me la contaras mañana.-bromeó Elizabeth solo para ver el puchero de la menor de las Dimitrescu-. Es broma, empieza.

-Te habría sacado a rastras.-se quejó-. Bueno, mi historia es de cierta jovencita que estaba coladita por alguien.

Ay no, ya empezamos mal Dani.

-Te va a encantar.-aseguró con emoción.

Era un día de primavera, ya sabes, los pajaritos cantando, las flores saliendo por todo el campo y todo eso. Tú trabajabas como de costumbre pero pude verte hacer lo mismo varias veces. Cada vez que madre pasaba cerca de ti parabas para admirarla sin que ella se diera cuenta ¡Tus ojos brillaban y todo!

¡Espera, no te sonrojes que aún falta lo mejor!

-¡Daniela!

Vale vale, ya paro no seas agresiva.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora