Capítulo 109

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El tiempo volaba, era increíble lo rápido que podía llegar a pasar. Donna ya era toda una mujercita, o más bien una jovencita de diecinueve años. Su forma de ser había cambiado un poco comparada con su antiguo ser, ahora era un poco más abierta a las personas y bromeaba más a menudo. Aunque todos pensaban que ella realmente era así pero siempre había estado cohibida.

La ayuda de Angie en esos años resultó importante a pesar de las malas caras de Alcina. Donna y Angie eran uno, como siempre había sido y eso nadie lo podía cambiar. Era por eso que Alcina hacía el mayor esfuerzo por soportar a aquella muñeca hiperactiva.

Elizabeth, por su parte, ya estaba bastante habituada a todo lo que ocurría en el castillo y en la villa. Nada la molestaba, sino que la animaba a nuevas cosas. Su vida estaba llena de paz ahora, sin contar con alguna que otra broma de sus hijas.

-¡DANIELA!-gritó al ver un líquido viscoso cayendo por todo su cuerpo debido a un cubo que la pelirroja acababa de tirarle encima.

-¡A correr!-rió tomando la mano de su hermana pequeña mientras ambas salían corriendo.

-¡Vosotras dos os vais a enterar!-rugió persiguiendolas.

Con lo que no contaba era que Donna la estaba guiando a una parte donde el suelo resbalaba.

-Ahora.-Daniela sobrevoló la zona agarrándola mientras Elizabeth resbalaba por el suelo soltando un gritito de la sorpresa.

-......-la de cabellos rubios se colocó de pie como pudo mientras escuchaba las risas de sus hijas.

-Tranquila Donnie, no podrá pasar sin resbalarse.-la aseguró Dani. Su seguridad estaba garantizada hasta que vieron a su madre elevarse sobre el suelo-. Oh, mierda....

-¡Vámonos!-ahora era la pelinegra quien tiraba de ella e iba a toda velocidad con esperanzas de librarse del castigo.

Lo que ninguna se esperó fue volver a ver a la rubia parada frente a ellas con una sonrisa maligna en el rostro. Las dos traviesas intentaron frenar pero Daniela acabó chocando con el brazo extendido de su madre y Donna terminó siendo agarrada por el otro brazo.

-Ya os tengo.-agarró a ambas Dimitrescu como si fueran cachorros y las llevó con ella para regañarlas como es debido. Ellas solo reían nerviosas al ver la cara seria de su segunda madre.

-Solo ha sido una broma, ya nos conoces.-dijo Daniela mientras rascaba su nuca-. ¿A qué si, Donnie?

-Si.-respondió sin más agachando la cabeza. La ojiverde se quedó viéndolas por un rato y soltó un suspiro.

-Tenéis suerte de que yo no soy Alci. De ser así estaríais castigadas mucho tiempo.-ambas levantaron la cabeza algo más tranquilas y sonrieron aliviadas-. Pero eso no significa que os vayáis de rositas.-les dio un pequeño golpe a cada una en la cabeza-. Donna, tú lavarás mi ropa y sacarás cualquier mancha de lo que sea que me habéis tirado encima. Daniela, quiero ver ese suelo como los chorros del oro.

-¡Pero hay sirvientas!-se quejaron al mismo tiempo.

-¡Me da igual! ¡Vosotras causasteis este desastre y vosotras lo arreglais!-las arrastró hacia sus puestos frenando al oír un grito-.... Nos olvidamos de vuestra madre.-rió al ver como palidecian al escuchar sus nombres completos de la boca de Lady Dimitrescu.

***

-Así que ese par te la ha vuelto a jugar.-rió la mujer de poco más de sesenta años mientras apuntaba cosas en una lista.

-A veces me arrepiento de que a Donna le encanten los juegos.-replicó sentada en la encimera-. No sé que voy a hacer con ellas.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora