Capítulo 37

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Por suerte para la humana su periodo paso más rapido que el resto y todo gracias a la ayuda de cierta vampira hambrienta.

-¿Segura que estas bien?-preguntó caminando al paso de la menor.

-Alci ya se terminó, estoy bien no tienes que preocuparte.-respondió con una sonrisa-. ¿O es que te preocupa haberte quedado sin dulce?

-¡Elizabeth!-reprendió algo avergonzada por sus palabras.

En ese momento ambas andaban tranquilamente para bienestar de la menor quien lo necesitaba después de tantos días sin apenas moverse.

-¿Cuántas quedaron?-vio a un par de sirvientas ocupadas con la limpieza de los pasillos.

-Tenías razón, solo cuatro siguen aquí. Incluida esa.-soltó en un gruñido.

-¿Esa? ¿Te refieres a Heather?-el mero hecho de escuchar su nombre la molestó más.

-Si, esa.-su tono pasó a uno serio que Elizabeth pudo notar.

-Vaya, a alguien no la gusta.

Antes de que pudiera contradecirla aparecieron las cuatro criadas novatas que seguían vivas.

-Felicidades por alcanzar más allá de una semana.-comentó la rubia fijándose en que quedaban dos a las que no prestó atención, la calmada y Heather.

-Gracias mi señora.-dijeron al unísono, aunque Heather se notaba nerviosa.

-Continuar con vuestras tareas.-ordenó Alcina posando una mano en la cintura de la menor para que siguiera caminando.

-Me alegro que estes bien.-susurró la sirvienta rápidamente por la mirada asesina de Lady Dimitrescu.

Se alejaron de allí sin que Alcina soltara su agarre cosa que no la importaba, hasta que sintió un ligero pinchazo en su costado.

-Auch.

-¡Mierda! Lo siento.-se disculpo guardando sus garras.

-Alguien esta celosa ¿No es así?

-Yo no estoy celosa.-gruñó separándose de ella.

-¡Lo estas! Oh por dios te ves linda asi.-dijo burlona sacándola la lengua.

-Deja de hacer eso.

Obviamente las burlas no pararon en un largo rato. Entonces fue cuando Alcina decidió hacer algo. La empujó acorralandola con la pared y levantó su mentón con una de sus manos.

-¿Qué ha..?-se calló al sentir un beso posesivo por su parte. Una vez se separaron la mirada de la menor volvió a molestar a la matriarca-. ¿Vas a seguir diciendo que no estas celosa? Porque no te la crees ni tú.

-Para de una vez.

-¿Y si no quiero qué? ¿Me vas a marcar?-al segundo se arrepintió de siquiera haberlo mencionado, incluso más al ver la sonrisa ladina de Alcina-. ¡Ni de coña!-se zafó de su agarre y salió corriendo pasando por todas las puertas posibles.

-¡Te encontraré! ¡No puedes esconderte de mi!

¡Eso suena aún peor!

Siguió su carrera hasta esconderse dentro de un armario.

No voy a dejar que me marque. Ni loca voy a dejar que me clave los colmillos para eso.

-Eli.-escuchó que la llamaban-. ¿Dónde estas?

Aquí no ¡Aquí no estoy!

-Hm ¿Dónde se habrá metido?-rebuscó por la habitación incluso bajo la cama. No iba a funcionar, tenía que usar sus sentidos. Escuchó atentamente en busca de su latido hasta sentirlo cerca de donde estaba.

Por otro lado Elizabeth no volvió a escuchar sus pasos y eso la aliviaba y la preocupaba.

¿Se habrá ido ya?

En ese momento las puertas del armario se abrieron de par en par dejándola completamente expuesta. Alcina sonrió y trató de agarrarla.

¡Plan B!

Tomó la primera prenda que vio tirandosela a la cara y saltó del armario decidida a volver a correr, pero la vampira fue más rápida en agarrarla.

-¡No! ¡Sueltame!-negó con la cabeza y aumentó su agarre ante los movimientos desesperados de ella. Fue así hasta que paró agotada.

-¿Terminaste?-sonrió sin soltarla.

-Que sepas que estaba en clara desventaja, así que tengo excusa.-los labios de la mayor bajaron por su cuello y la rubia espero una mordida que nunca llegó-. ¿No que me ibas a marcar?

-Ya lo hice.-besó su mejilla y entonces comprendió.

Otra vez ese maldito labial.

-Eres increíble.

-Pero a ti te gusta que lo sea.-sonrió provocando que la menor soltara una carcajada.

***

-¡Eli! Estas viva.-saludó Daniela saltando a abrazarla.

-No iba a morir por eso.

-Parecía que si. Si te hubieses visto, parecías un zombie.-se burló Cassandra imitando a uno.

-No estaba así.

-Si lo estabas.-hablaron las tres hermanas a la vez.

-¡Pero ya que estas mejor podemos jugar!-volvió a decir Daniela emocionada agarrando sus manos.

Ese era el plan de hoy, prestarle algo de atención a las niñas y quedarse un rato con ellas. La cosa era sencilla, cada una elegía una actividad para hacer junto a Elizabeth.

La de Bela fue sencilla pues solo pidió pequeños juegos de cartas y alguna cosa por el estilo. Era divertido ver a Dani animando cuando no tenía ni idea de que iba el juego. Después llegó el turno de Cassandra quien quería practicar técnicas de combate, aunque para no destrozar nada se conformaron con jugar a cazar a la presa entre las cuatro por todo el castillo.

La última cosa fue la más tranquila increíblemente pues venía de Dani.

Estarán tan cansadas que Dani pensó en esto antes de hacer alguna locura.

¿Qué había pedido la hermana menor? Que las leyera un libro. Era algo que no se esperaba pero Elizabeth aceptó con una sonrisa. Tomó uno de los libros que había allí esperando la aprobación de las pequeñas y se sentó en el suelo siendo rodeada al momento por un montón de mantas y cojines donde se acomodaron las niñas para escucharla.

Elizabeth leía con tranquilidad y metía algunos efectos como el suspense o imitaba los sonidos de algunas cosas para entretenerlas más. Adoraba sus risas suaves que las hacía ver adorables. Poco a poco y a medida que transcurría la historia fue sintiendo más peso sobre ella. Paró un momento fijándose en que Cassandra estaba dormida apoyada en su hombro derecho, Daniela se había acomodado en su regazo y Bela dormía a sus pies.

¿Y esto?

Observó a las tres dormilonas y ayudó a Cassandra a ponerse en una mejor posición acabando también en su regazo. No podía evitar sonreír de alegría al verlas allí junto a ella.

Miró al cielo oscuro a través de la ventana y una dulce voz surgió de ella en forma de melodía. Ni siquiera sabía la letra, simplemente la cantaba como si la supiera de toda la vida. Cuanto más cantaba más notaba como las Dimitrescu se pegaban más a ella y relajaban sus músculos casi por completo cayendo aún más en el sueño.

Estaré siempre ahí cuando me necesitéis. No importa que pase, no os abandonare.

Finalmente ella se dejó llevar por el sueño y se acurrucó con ellas mientras una alta figura observaba todo con una gran sonrisa en el rostro.

Ya eres una con mis hijas Elizabeth y no hay nada que pueda alegrarme más que eso.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora