Capítulo 84

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La mañana había llegado despertando a varios de los habitantes del castillo. Los rayos del sol pasaban por las ventanas iluminando un poco el lugar y, a su vez, molestando a cierta chica que dormía plácidamente.

Elizabeth abrió despacio los ojos, siendo una hermosa diosa durmiente lo primero que se encontró frente a ella. Sonrió y apartó algo de su cabello pasándolo detrás de su oreja con delicadeza.

-Te dejé exhausta con lo de anoche.-rió para si observando la belleza de su amada. Fue entonces cuando sus ojos pasaron por el resto del cuarto viendo todo lo que habían provocado. Grandes grietas y rajas de sus garras y de los golpes por las paredes y algún que otro mueble por el suelo.

Ay madre.

Fue a levantarse como de costumbre golpeándose contra el suelo. Gruñó de mala manera dándose cuenta de algo.

No recordaba que habíamos roto la cama.

Negó con la cabeza y paseó su desnudo cuerpo por la habitación hasta llegar a uno de los armarios. Rebuscó entre ellos encontrando su ropa interior y una camiseta que la había gustado. Era obvio que no era suya por lo grande que la quedaba, pero la servía para cubrirse.

Bajó las escaleras con tranquilidad y fue a la cocina sonriente, aunque no duro mucho.

-¡Buenos díaAAAHH!-se apartó rápido al ver una sartén volar hacia su cabeza-. ¡Espera! ¡Judy!-siguió esquivando todo lo que la tiraba, entre ellos sartenes, cazos, cacerolas, rodillos, cualquier cosa que pareciera grande e hiciera daño-. ¡Deja de tirarme cosas!

-¡Tú maldita mocosa pervertida!-gritó la sirvienta mayor-. ¡¿Tú sabes la noche que me has dado?! ¡Ni los tapones servían de nada!

-En mi defensa valió mucho la pena.-sonrió de forma inocente antes de saltar al lado contrario-. ¡Ya vale!

-¡Idiota!-gritó una vez más-. Dios, encima tengo a todas las adolescentes descontroladas ¡Que gritos dios mio!-la menor solo pudo soltar una carcajada ante eso-. No preguntaré si disfrutasteis, ya me se la respuesta.-bufó dándole una bandeja-. Toma, se buena esposa y dale el desayuno.

-A eso venía.-se quedó parada un momento-. ¿Qué dijiste?-susurró mirándola de reojo.

-¿Te pensabas que no me daría cuenta de tus intenciones? Te conozco como si te hubiera parido.-sonrió dando palmadas en su espalda-. Serás la mejor esposa que pueda tener.-animó-. Y quiero saber de los planes, también te ayudaré.

-Mil gracias Judy.

-Si si si, ya largate de aquí.-la empujó fuera de la cocina.

Eres toda una madre Judy, no podría pedir más de ti.

Subió las escaleras rumbo a su cuarto viendo a su dulce enamorada recién despierta.

-Ya me preguntaba porque me habías abandonado.-susurró observándola con detalle.

-Nunca lo haría.-la besó despacio y dejó la bandeja en su mesilla-. ¿Cómo te sientes iubirea mea?

-Um... Me gusta que me llames así.-dijo entre el beso-. Por tu culpa no me puedo mover.-se sentó como pudo-. ¡No sé que me hiciste pero no me paran de temblar las piernas!

-Oh vamos, no fue para tanto.-rió dejando la bandeja en sus piernas.

-¡¿Tú cómo estas tan bien?!

-Será porque resisto más que tú.-se burló en broma viendo el puchero que Alcina hacía.

-Esa camiseta....-se quedó viéndola-. No me digas que.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora