Capítulo 62

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Más días pasaron para desgracia de la joven de cabellos rubios. Había llegado al límite esta vez, no era capaz de soportar más. Miranda buscaba terminar de romperla para hacerla el recipiente perfecto y así lo estaba haciendo. Elizabeth había dejado de moverse o de sentir las cosas a su alrededor.

Ya no comía por cuenta propia cuando la daban algo, tampoco se levantaba y de milagro escuchaba lo que la decían. Sus ojos se mantenían abiertos la mayor parte del tiempo pero parecían muertos, no había casi señal de vida en ellos.

Las torturas de Miranda habían aumentado provocando que las alucinaciones de la menor fueran mucho peores, al igual que el maltrato físico que había pasado de romper huesos a desgarrarle la piel y crear heridas más despacio para que pudiera sentirlas al completo.

Harta de todo esto había intentado escapar por una vez más, pero resultó en vano y su castigo fue peor. Ya no eran algunas cadenas ni clavos que la sujetaran, ahora sus tobillos estaban unidos por un fierro metálico que los atravesaba manteniéndolos rotos y sin moverse. Había sido una de las razones por las que estaba tirada en el suelo.

Donna por su parte había presenciado casi todo esto y la partía el alma ver el estado de quien consideraba su amiga. Lloraba por las noches siendo consolada por Angie al no poder hacer nada, pero no soportaba más este abuso. Estaba decidida a sacarla de allí lo antes posible.

Había hablado con Alcina por carta sin que Miranda se enterara de ello. Sabía que la vampira se había presentado en su casa varias veces en busca de la humana, al principio para pedir disculpas pero después se volvió algo serio. Donna le había explicado lo ocurrido pero no podía decirle la ubicación exacta de donde estaban puesto que Miranda les había inyectado una sustancia en el cuello. Si lo decían morirían en el acto y Elizabeth necesitaba toda la ayuda posible ahora.

-Tenemos que hacerlo Donnie.-habló la muñeca una vez Miranda se había ido a hacer ciertas cosas.

-Si.-asintió y se acercó a la celda viendo a una demacrada chica-. Eli... Somos nosotras tranquila.-abrió la puerta y se arrodilló frente a ella viendo sus tobillos-. Dios...

-Yo me encargó de ella, tú sacalo.-Angie se acercó al rostro de Elizabeth y la tranquilizó antes de que Donna tirara del fierro para quitárselo. La rubia no grito, parecía no sentir dolor o más bien nada en general.

-Joder hasta yo habría gritado....-musitó Angie mirando a su creadora-. Esto es grave.-Donna asintió y tomó el rostro de la menor obligándola a mirarla.

-Elizabeth ¿Puedes oírme? Soy Donna, soy real y tú también.-intentó contactar con la chica-. Mirame a mi si puedes oirme.-increiblemente tuvo comprensión de la chica quien alzó su mirada para fijarse en ella-. Vamos a sacarte de aquí, pero no podemos acompañarte. Miranda sospecharía y tenemos que hacerla creer que escapaste por tu cuenta ¿Lo entiendes?-Elizabeth siguió mirándola por unos minutos para después asentir con la cabeza lentamente-. Bien, vamos.-pasó su brazo por encima de su hombro poniéndola de pie y ayudándola a caminar. Apenas era capaz de guardar el equilibrio por culpa de sus tobillos y se tambaleaba todo el tiempo.

-No se si lo logrará.-habló con sinceridad la muñeca.

-Tenemos que intentarlo.-llegaron a la salida y miró fijamente a la rubia-. A partir de aquí debemos dejarte sola, supuestamente deberíamos estar cerca de la iglesia para hablar con Miranda. Aún tenemos tiempo y no hay espias.-susurró lo último para si antes de soltarla con cuidado-. Mucha suerte Elizabeth y no dejes que te atrapen.

Ella simplemente movió la cabeza de forma afirmativa y caminó por si misma a través del bosque. Estaba todo lleno de barro debido a las pocas lluvias que habían ocurrido y las piedras se clavaban en la planta de sus pies descalzos sin remedio mientras el aire tiraba de ella y de sus rasgadas ropas de laboratorio. Solo tenía una camiseta y unos pantalones rajados por los múltiples experimentos.

Eres mi único pensamientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora