Capítulo 2: Oscura desesperación

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ANGELA

Emily frunció el ceño al verme hurgando en una tarrina de helado de Ben y Jerry's en pijama, con el pelo recogido en un moño desordenado.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Súper —dije tras un bocado de chocolate.

Suspiró y cogió su propia tarrina de helado del congelador. Se sentó a mi lado y se metió una cucharada de vainilla en la boca.

—Suéltalo —exigió ella.

—Estoy muy estresada —admití—. Mi padre está en el hospital y vamos a tener problemas para pagar las facturas. Acabo de tener mi entrevista con Curixon, y me temo que la he fastidiado, y... —mi voz vaciló.

Y cierto multimillonario me hizo una petición ridícula la otra noche.

Pero no quería decírselo a Emily.

¿Cómo podría hacerlo?

—No la has fastidiado -me aseguró Em —. Te salió muy bien, ¿no? Tú misma me lo dijiste.

—Yo pensaba que si —dije—. Ahora no estoy tan segura.

Era cierto; había congeniado con el entrevistador. Curixon era una gran empresa, y yo esperaba poder poner por fin en práctica mi título de ingeniería de Harvard. Había pasado los últimos meses trabajando a tiempo parcial en la floristería de Em.

Incluso me dejó vivir con ella en su apartamento.

Estaría totalmente jodida si no fuera por ella.

—Eres mi salvavidas Em —comencé—. Si no fuera porque me dejas quedarme aquí...

—Dejate de dramas —dijo antes de que pudiera volver a darle las gracias—. Sabes que puedes quedarte todo el tiempo que quieras. Sólo que no quiero verte desperdiciar tu vida barriendo el suelo de mi floristería cuando podrías estar trabajando en algún sitio como Curixon. Incluso tienes admiradores secretos que entran en la tienda. Eres demasiado inteligente para eso, Angie—.

Mi corazón dio un vuelco.

Em no reconoció a Brad, entonces. Gracias a Dios.

—En fin, me voy. —Em se levantó, tirando su cuchara al fregadero y la tarrina de helado vacía a la basura—. No te deprimas demasiado. Se puso los zapatos y, antes de que me diera cuenta, se había ido.

Estaba sola.

Mi mente regresó a la otra noche. Sinceramente, pensé que todo era una especie de sueño loco. Pero cuando me desplacé por los contactos de mi teléfono, su nombre seguía ahí.

Brad Knight.

Salí del salón y me metí en la cama, haciéndome un ovillo. Cerré los ojos y dejé que mi mente regresara a esa noche...

***

—¡¿Qué?! —Me alejé de Brad, poniendo algo de espacio entre nosotros—. ¿Es esto una especie de broma?

Me observó, moviendo la cabeza para sí mismo.

—Lo siento mucho —dijo—. Me he adelantado. Por favor, déjame explicarte.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora