Capítulo 59: Okay

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XAVIER

Le di un golpe a la cabeza de Jacques con la palanca.

Se tiró al suelo, buscando un cuchillo que yacía en un charco de sangre de Angela.

Empezamos a rodearnos mutuamente, con el cuerpo de Angela entre nosotros, como dos leones luchando por su presa.

—Vamos —me burlé—. ¡Vamos, asqueroso bastardo francés! Ven hacia mí. Esto es lo que querías, ¿no?

Jacques gruñó y se lanzó hacia mí.

Esquivé su cuchillo y volví a lanzar mi palanca contra él.

Hubo un crujido nauseabundo cuando el metal impactó en su costado. Jacques gruñó y cayó de rodillas.

Me arriesgué a mirar por encima del hombro a Angela, intenté ver si se movía, si respiraba.

—¡Me lo has quitado todo! —gritó Jacques, poniéndose en pie—. ¿Por qué?

Mi puño se apretó alrededor de la palanca, preparándose para el siguiente ataque. —¿Por qué no?

Era cierto. No había ninguna buena razón. Nada que pudiera hacerle sentir mejor. Todo esto había empezado porque me había acostado con Penny.

Lo había hecho porque podía. Porque no me habían importado las repercusiones de mis actos. Porque me había equivocado.

Pero ahora era demasiado tarde.

—Ya lo tenías todo —gritó Jacques, cargando.

Esta vez no fui lo suficientemente rápido. El hombro de Jacques se estrello contra mí, tirándome al suelo.

Me quejé cuando un dolor agudo me atravesó la parte superior del brazo.

Entonces nos pusimos a rodar. Las piernas pataleaban y los puños volaban mientras luchábamos por el dominio.

Finalmente, conseguí inmovilizar a jacques debajo de mí y me empujé hacia arriba para sentarme sobre su pecho.

Le lancé mi puño derecho a la cara. Luego el izquierdo. Una y otra vez mientras él luchaba debajo de mí.

Implacable, lo ataqué.

Dejé que el dolor me inundara. Que me alimentara. Me impulsara.

Quería herirle como me había herido a mí, como había herido a Angela.

Lentamente, Jacques dejó de luchar, dejó de moverse.

Sabía que podía seguir. Podía golpearle hasta que su puto aliento abandonara su cuerpo, pero al levantar la vista, vi a Angela, y mis puños empezaron a frenarse.

No valía la pena. El dolor no lo arreglaría. La ira no lo mejoraría. Había vivido esto antes, había pasado por este camino muchas veces.

Esta vez, elegiría otra cosa.

Con los nudillos cubiertos de sangre, tanto de Jacques como mía, me puse de pie y pasé por encima de su cuerpo inmóvil. Me tambaleé por el suelo del almacén y me arrodillé junto a Angela.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora