Capítulo 14: Una investidura pública

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ANGELA

Estaba en casa haciendo galletas. Sé que suena poco convincente, como una especie de ama de casa de hace un millón de años, pero me encantaba hornear.

Me gustaba todo lo que requiriera usar mis manos para crear algo, todo lo que viniera con una receta. Acababa de meter las galletas en el horno cuando oí el zumbido del ascensor.

Miré por el pasillo hacía mi habitación, preguntándome si tendría suficiente tiempo para llegar allí antes de que se abrieran las puertas del ascensor. Pero antes de acabar de pensar, las puertas se abrieron.

Y allí estaba Xavier, con los ojos enrojecidos y la chaqueta del traje colgada del brazo. Antes de que pudiera pronunciar una palabra "o pensar en pronunciar una palabra", se dirigió hacía mí, gritándome.

—¿Con quién coño has ido de compras hoy?

—¿Qué?

—¿Quién era el hombre?

—¿Mi amigo? Dustin.

—Oh. Dustin —dijo, y estaba claro que se estaba burlando de mí—. Que te quede muy claro, Sra. Knight. Todo lo que haga en esta ciudad llega a mí. TODO.

Estaba tan confundida que no sabía ni por dónde empezar. Pensé en ir de compras con Dustin.

—Tuve una reunión de negocios con Graden esta noche —balbuceó. Oh. Nos encontramos con Jessica. Ahí estaba mi respuesta.

—Dijo que su esposa te vio de compras... con un hombre. —¿Fueron celos lo que detecté en su voz?

—Me importa una mierda lo que hagas en tu tiempo libre, en tu vida privada —dijo, acercándose a mi cara. Quizá no sean celos, pensé—. Pero no te metas en mis asuntos. No vuelvas a avergonzarme. ¿Me entiendes?

—Sí, pero yo no quise interferir...

—ESCÚCHAME. —Golpeó con la mano la encimera de la cocina—. No debes estar en público con ningún hombre que no sea yo. Podrías haberle costado a la empresa el puto TRATO. ¿Lo entiendes? ¿Entiendes lo estúpida que has sido? Te prohíbo ver a ese hombre hasta que se cierre el trato.

—¿Me lo prohíbes?

—Ya me has oído. Estás viviendo bajo mi techo, usando mi dinero, puedes acatar una jodida regla simple. Además, si el bueno de papá se enterara de que estás haciendo algo para fastidiar este trato, tendrías que responder ante algo más que ante mí. —Sus palabras eran tan duras, tan afiladas, que sentí que me atravesaban.

No me quedaban ganas de luchar. Pensé en los mensajes de texto del Sr. Lemor, en mi padre, y miré a mi alrededor en mi nueva vida. Estaba cansada de luchar para encontrar el lado bueno.

Al ver la resignación en mi rostro, Xavier se dio la vuelta y entró en su dormitorio, dando un portazo.

—Es mi único amigo —dije en voz baja a la cocina vacía, como si decir esas palabras ayudara a hacer menos real lo que acababa de suceder. Pero no obtuve ninguna respuesta. Miré a mi alrededor, sintiéndome perdida. Allí estábamos, solas mis galletas y yo.

***

Claro, me había sentido sola en este dormitorio cientos de veces antes. Pero esta era la primera vez que no tenía a Em ni a Dustin. Mis dos redes de seguridad en Nueva York, la antigua y la nueva, no querían saber nada de mí.

Llamé a Dustin después de que Xavier se enfadara conmigo y le hable de la norma que me prohibía verle. Intenté reírme, asegurándome de que supiera lo absurdo que me parecía.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora