Capítulo 42: Ilusiones amorosas

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ANGELA

No podía decirle a Xavier que quería acabar con nuestro matrimonio. No lo tenía claro.

La noche de nuestra cita me acobardé y le dije que estaba nerviosa por las Bodas de Plata.

Sabía que esta noche tampoco lo tendría, no mientras sus brazos me sostenían con fuerza, acercándome, envolviéndome en un abrazo repentino.

Xavier y yo estábamos bailando de nuevo, practicando para el gran espectáculo, para el que sólo faltaba una semana. Pero había algo extraño en esta clase.

Por un lado, no había ni rastro de Kiki. De hecho, alrededor del estudio, no había señales de ningún instructor o bailarín en ningún lugar.

Xavier y yo estábamos completamente solos.

Me hizo girar, el seductor ritmo del bolero nos impulsaba hacia delante y hacia atrás, nos alejábamos y luego nos acercábamos el uno al otro. Podía sentir el calor que emanaba de su pecho cada vez que nos separábamos un solo centímetro.

Cómo ansiaba apoyar mi cabeza contra él, sentir los músculos que había admirado durante tanto tiempo.

Angela, me reprendí a mí misma, ¿qué te pasa?

Me di cuenta entonces de que las habituales luces LED del techo estaban apagadas esta noche. En su lugar, un foco parecía iluminarnos mientras nos empujábamos y tirábamos, resistiendo y luego cediendo a los movimientos del otro.

Estábamos muy coordinasos esta noche, como si hubiéramos estado bailando esto durante siglos, este tira y afloja sensual, esta extraña relación de amor-odio, esta danza.

—No siempre eres un ángel, ¿verdad? —preguntó Xavier, con ojos oscuros y misteriosos.

Me empujó suavemente y caí, esperando sentir el suelo de madera, pero para mi sorpresa, debajo de mí había una cama de almohadas.

¿Dónde estaba esto hace un segundo? ¿Cómo habían llegado hasta aquí? Tenía tantas preguntas, pero cuando xavier bajó lentamente sobre mí, todos los pensamientos huyeron de mi cerebro.

Recorrió con sus dedos mi carne desnuda, haciéndome sentir un cosquilleo de placer. Le aparté la mano, avergonzada.

—Xavier, no... —dije.

—¿Es eso lo que quieres? —preguntó sonriendo—. ¿Quieres que me detenga, Angela?

No dije nada. No podía admitir que deseaba tanto que continuara. Que se acercara aún más a mí. Que respirara contra mi cuello y... y...

—Un diablo disfrazado... —dijo con una sonrisa de satisfacción—. Lo sabía.

Y entonces, antes de que supiera lo que estaba pasando, Xavier me besó. Solo había probado sus labios una vez, en nuestra noche de bodas, y había sido forzado, antinatural e incorrecto.

Pero esto... esto era todo lo que había esperado. El tirón de sus labios hambrientos. La insinuación de los dientes cuando me mordió suavemente el labio. El suave gemido que se me escapó.

Me hizo olvidarme de mí misma. Me hizo olvidar que, hacía sólo unos segundos, habíamos estado practicando un baile. La música continuaba, provocándonos, instándonos a ir más allá.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora