XAVIER
¿Me sentí mal por la forma en que Darla y el resto de las chicas francesas trataron a Angela?
Honestamente, sí.
Darla era la mayor perra que conocía, y ni siquiera la chica que estaba conmigo por dinero merecía esa clase de trato. Pero al mismo tiempo, era algo así como el reino animal.
Había que dejar que las mujeres hicieran carreras entre ellas hasta que estuvieran lo suficientemente cansadas como para venir a la cama.
Darla y yo, habíamos tenido algo en el instituto. Fue casual, nunca más que sexo. Para mí, al menos. Pero ella nunca pareció superarlo.
Así pues, si ya era una zorra con todos, era aún más zorra sumida en una rabia incontrolable y llena de envidia con cualquier chica que trajera. Que Angela se fuera de la mesa había sido una victoria a sus ojos.
Hizo que el camarero trajera una botella de champán a la mesa y, una vez descorchada, pedimos la segunda ronda en cuestión de minutos.
Había olvidado cómo eran los franceses: sabían beber. Me tomé la tercera copa y me recosté, observando la mesa. Mujeres hermosas por todas partes.
Y claro, podían beber. Pero yo también podía.
Una hora más tarde, cuando la mesa estaba repleta de soufflés de chocolate y Grand Marnier sin comer, vi a mi padre acercarse a nosotros a grandes zancadas.
—Señoras —dijo, y luego se sentó en la silla vacía de Angela—. ¿Dónde está Angela?
—No se encontraba bien. Migraña —respondí sin pausa.
—Oh, qué pena —dijo, sacudiendo la cabeza—. Pobre chica. Es realmente buena, Xavier.
—Lo sé.
—¿Sí? —dijo, sin pestañear. Asentí con la cabeza. Los dos podíamos jugar a este juego—. Bien —continuó—, porque tengo una sorpresa para los dos. Vamos, subamos a la suite a darle la noticia.
—¿Ya? Apenas hemos terminado el postre.
—Tu esposa está sufriendo, Xavier. Es asombroso que no estés ya con ella—. Así que terminé la copa de Pinot Grigio que Angela apenas había tocado, y salí con mi padre de la gala.
La perra, realmente lo arruinó todo.
ANGELA
Llevaba en la bañera lo que parecía una eternidad. Me había duchado primero, para quitarme toda la suciedad de encima, viendo cómo él agua caliente salpicaba mi piel y se acumulaba en mis pies.
Cuando me sentí limpia, metí el tapón en el desagüe y me senté observando cómo se llenaba la bañera.
Y he estado aquí, sentada en el agua hirviendo, desde entonces. Me sentó bien el agua hirviendo. Como un recordatorio de que mi cuerpo aún podía sentir, que aún estaba intacto.
Cerré los ojos. Tal vez me quedara aquí para siempre. Probablemente Xavier no se daría ni cuenta. Mis manos se dirigieron a mis rodillas, donde el francés había puesto las suyas primero. Luego subieron por mis piernas, hasta los muslos, de la misma manera que lo habían hecho las suyas.
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UNA PROPUESTA INMORAL
RomanceXavier Knight tiene claras que dos cosas garantizan la excitación de una chica: los coches deportivos y el dinero. Él tiene ambas. Cuando un escándalo le obliga a casarse con Angela Carson, una don nadie sin dinero, deduce que es una cazafortunas y...