Capítulo 91: Sexo en la playa

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ANGELA

A menudo asumimos que los momentos más felices de la vida son aquellos que planeamos. Los grandes acontecimientos: cumpleaños, graduaciones, bodas... los días para los que nos preparamos, los acontecimientos que anticipamos.

Pero siempre pensé que los momentos que menos te esperas son los que te traen mayor alegría.

Me encontraba entre mis hermanos en el asiento trasero del coche mientras papá cantaba una canción de country que sonaba por la radio, y entonces me dí cuenta: no hay nada mejor que esto.

Esto era felicidad. Esto era paz.

Pero, por otra parte, uno podría suponer que sería más feliz en mi luna de miel en Bali, recostada en la playa, escuchando las olas romperse. Que sería más feliz pasando el tiempo en un resort de lujo con mi marido, que parecía el príncipe azul y tenía suficiente dinero para comprarme un reino.

Y tendrías razón.

Después de una agradable cabezada bajo el sol de la tarde, abrí los ojos. Mi marido, Xavier, me miraba fijamente. Su bronceado torso brillaba con gotas de agua de mar, y mi corazón se hinchó casi hasta reventar.

~Joder, sí. Estaba feliz.

Cierto, nuestra relación no era un cuento de hadas. Apenas habíamos podido tomar un respiro. Justo antes de nuestra segunda boda, nos vimos envueltos en el escándalo de la paternidad. Luego perdimos a mi suegro, Brad, por un extraño aneurisma cerebral.

Pero ahora, después de muchas semanas, por fin estaba todo bien.

—Hola, ángel —susurró Xavier. Apoyándose en un brazo bien esculpido, se inclinó para besarme. Se apartó y me perdí al instante en sus ojos deslumbrantes, tan azules como el ancho océano que teníamos delante.

En una mesa baja aparecieron dos bebidas de color naranja, entregadas por un camarero elegantemente vestido.

—He pedido un mai tai para ti —explicó mi marido con un guiño—. Espero que no te importe.

—En absoluto, señor Knight —sonreí, adormecida por el sol. Al levantar la copa, admiré el enorme diamante que brillaba en mi bronceado dedo.

Aunque yo nunca habría elegido algo yan llamativo, era totalmente del gusto de mi marido. Y por esa razón, me encantaba.

—Salud, señora Knight —exclamó Xavier, sosteniéndome la mirada—. Por estar aquí contigo. Y por supuesto, por Bali.

Levantándose el vaso a los labios, miró el océano, que se estaba volviendo de un profundo color burdeos bajo el sol que bajaba.

Nunca lo había visto tan relajado. Quería trazar cada línea definida de su cuerpo musculoso. Quería rodearlo como un escudo humano para que nada pudiera tocar su felicidad.

Por supuesto, no pude. Sólo pude sentarme a su lado, y disfrutar de la vista.

Sabía que estar aquí hacía que Xavier se sintiera cerca de su padre. Brad y Amelia habían venido a Bali en su luna de miel y habían vuelto muchas veces con su único hijo.

Todavía miraba el paisaje de la isla con la emoción de un niño pequeño. Al estar aquí con él, yo también me dejé llevar por la magia.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora