ANGELA
Mis ojos se abrieron lentamente, de uno en uno, e inmediatamente sentí un dolor punzante en mi pierna. En la derecha. Mi mano se movió hacia el dolor, y sentí algo húmedo. Tenía que ser sangre.
Concéntrate, me instruí a mí misma.
¿Dónde estás?
Todo estaba borroso. Había subido al avión con Xavier. Él entro en la habitación con la azafata, y yo estaba en la silla... y entonces caímos... y el ala estaba en llamas...
Me di cuenta de que mi cabeza, tumbada, miraba directamente al cielo.
Ya no estaba dentro del avión. Giré la cabeza hacia un lado, luego hacia el otro, y mi entorno se volvió bastante claro.
El avión estaba a mi lado, pero yo estaba en la playa.
—¿Hola? —grité, todavía en la misma posición. Estaba de espaldas, con miedo a moverme por temor a empeorar el daño. Había visto los programas de médicos en la televisión.
Sabía que el shock tenía una forma de enmascarar el dolor que sentías.
Me palpitaba la pierna, como si me dijera: me sientes, ¿no?
Me impulsé hacia arriba, sobre los codos, y miré a mi alrededor. No vi a nadie cerca de mí. En realidad, no vi a nadie en absoluto. Lo que sí vi fue el avión, de un tamaño monstruoso de cerca, y me di cuenta de la suerte que había tenido.
Si hubiera caído un metro y medio más cerca, me habría enterrado debajo de él. Pero de alguna manera caí del cielo con sólo una pierna herida para mostrarlo.
Finalmente miré mi pierna, mordiéndome el labio. No se me daba bien la sangre, pero sabía que iba a tener que ocuparme yo misma.
Especialmente si estaba sola aquí.
Siempre era yo la que estaba en casa para cuidar de Lucas o Danny cuando estaban enfermos o cuando había que llevarlos a urgencias por alguna lesión deportiva.
Había visto cómo les ponían suficientes puntos de sutura como para conocer el procedimiento. Y al mirar la incisión en mi muslo, se parecía mucho a una herida de las que necesitaban puntos.
Me las apañé para intentar no pensar que se trataba de mi propio cuerpo y poder atender el corte como si fuera de otra persona. Me quité la camiseta de manga larga y me la enrollé alrededor del muslo, formando un torniquete. Ya encontraría algo para coserme más tarde.
Decidí intentar ponerme de pie. Había otras cuatro personas en el vuelo y tenían que estar en algún sitio. Empecé a cojear, paso a paso, alrededor del avión.
Tenía miedo de lo que me podía encontrar. Recé para no encontrarme ningún cuerpo, pero luego corregí mi oración, quería decir ningún cadáver. Quería encontrar todos los cuerpos vivos.
—¿Hay alguien aquí? —volví a gritar, mi voz contrastaba con el silencio de la isla. Era inquietante estar aquí y no ver un alma. Seguí caminando alrededor del jet, sin encontrar nada ni a nadie.
Mi teléfono móvil había desaparecido y no tenía ninguna fuente de agua ni de comida. Pensé en lo que sabía: que una persona podía pasar tres días sin agua y treinta días sin comida antes de sucumbir a la deshidratación o la desnutrición.
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UNA PROPUESTA INMORAL
RomanceXavier Knight tiene claras que dos cosas garantizan la excitación de una chica: los coches deportivos y el dinero. Él tiene ambas. Cuando un escándalo le obliga a casarse con Angela Carson, una don nadie sin dinero, deduce que es una cazafortunas y...