Capítulo 119: Punto de ruptura

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XAVIER

Me ajusté la corbata en el espejo mientras Angela me besaba el hombro por detrás, rodeándome con sus brazos.

Sus ojos apenas se asomaban por encima de mi hombro, y cada vez que mi mirada se encontraba con la suya en el espejo, sus ojos se arrugaban de esa manera adorable que hacían cuando sonreían.

Me reí.

—¿Qué? —preguntó ella.

—Estaba pensando en lo guapa que eres.

Su cara se sonrojó antes de esconderse en mi espalda. Volví a reírme. Me prometí a mí mismo que nunca daría esto por sentado.

—¿A qué hora vas a llegar a casa? — murmuró detrás de mí.

—Hoy debería ser un día corto —dije. Nos dirigimos cojeando hacia el ascensor, Angela se negaba a soltarme. —¿Vas a ser mi mochila de hoy?

—Soy un poco pesada para ser una mochila —dijo.

Me agaché de repente, envolviendo mis brazos por debajo de sus rodillas y subiéndola a mi espalda.

Gritó, asustada, cuando la hice girar.

—¡Xavier! —gritó ella, riendo.

La llevé al salón y la dejé suavemente en el sofá antes de darme la vuelta para besarla.

—No pesa nada. —Le guiñé un ojo.

Puso los ojos en blanco y sonrió mientras negaba con la cabeza.

—Buena suerte —dijo.

Asentí con la cabeza. —Volveré pronto.

***

Me senté en la parte de atrás del coche, mi estado de ánimo empeoraba por momentos. Cuanto más me acercaba a la oficina, más me irritaba.

Había oído a la gente describir a sus parejas como el sol, pero para mí, Angela era más bien una nube.

¿Sabes esos días de mucho calor en los que el sol brilla demasiado, y te cabreas cada vez que tienes que estar fuera?

Lidiar con ese sol era para mi como tratar con el mundo exterior la mayoría de los días, la ira y el sarcasmo eran el equivalente a la crema solar.

Pero Angela era suave. Gentil. Me protegía de los peores destellos del sol, y los días eran más agradables cuando ella estaba cerca.

Hermosos, incluso.

Ahora mi nube personal había desaparecido, al menos por el momento, y parecía estar conduciendo hacia el centro de una maldita
estrella ardiente.

Mi mirada se desvió hacia el bolsillo lateral de la puerta del coche, en el que todavía estaba metido uno de los diarios de papá de cuando visité a Ken en Nueva Jersey.

Lo cogí y suspiré al abrirlo.

Muy bien, papá. ¿Algún consejo de última hora?

BRAD

11/16/1983, Manhattan

He tenido una revelación hoy.

Estaba sentado en el jacuzzi, después de un largo y frustrante día en la empresa, cuando me di cuenta.

Dirigir una empresa era como salir con una mujer.

Genial, ¿verdad?

Al principio, todo es emocionante. Todo es nuevo y fresco, las posibilidades parecen infinitas. Solo el cielo es el límite y todo eso.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora