Capítulo 120: Velas de muerte

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ANGELA

Fui saltando de vela en vela, encendiendo cada una de ellas, tarareando una alegre melodía en voz baja.

Retrocedí unos pasos, admirando mi obra.

¿Cena casera?

El bistec estaba muy caliente, cocinado al punto, tal y como le gustaba a Xavier. Las brochetas de tortellini rociadas con pesto decoraban los platos, los melocotones envueltos en prosciutto a la parrilla con burrata y albahaca, maridados con el vino Chateau Margaux, estaban colocados bajo la brillante luz de las velas.

Check.

Música?

Apreté el botón de reproducción de mi mando a distancia, los altavoces de sonido envolvente escondidos por todo el apartamento reproducían una suave y romántica musica de salón.

Check.

¿Lencería de encaje negro?

Me asomé a nuestro dormitorio, el suelo y la cama llenos de pétalos de rosa, la lencería más reveladora que jamás había visto descansando sobre las sábanas de seda.

Me sonrojé.

Check.

Me acerqué a un espejo para ver mi reflejo. Llevaba un sencillo vestido blanco y el pelo recogido sobre los hombros. Llevaba algo de maquillaje y opté por el bálsamo labial en lugar de la barra de labios.

Me sentía más cómoda de esta manera.

Miré el reloj, con el estómago revuelto por los nervios.

Xavier llegaría a casa en cualquier momento.

No puedo esperar para contarle la noticia.

Lo había planeado todo perfectamente en mi mente.

Las puertas del ascensor se abrirían y lo primero que vería Xavier sería a mí con mi vestido y el tentador aroma de una comida casera dándole la bienvenida a casa.

Tendríamos una cena romántica a la luz de las velas mientras él me contaba su día, y después de haber cenado y bebido suficiente vino, le contaría la sorpresa.

Introduje la mano en unos de los bolsillos doblados de mi vestido, apretando el pequeño objeto escondido en su interior.

Se pondría muy contento, naturalmente, y me llevaría a nuestro dormitorio donde vería los pétalos de rosa, la lencería... sus ojos se clavarían en los míos, y...

Y...

Chillé, sintiéndome como una niña pequeña alborotada por su primer amor.

Me mordí el labio en un intento de evitar que mi sonrisa me partiera la cara en dos.

¡No puedo esperar ver su cara cuando lo descubra!

Sonó un timbre que me indicó que nuestro ascensor estaba subiendo.

¡Ya está aquí!

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