Capítulo 127: Ultimátum

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ANGELA

Cerré los ojos, esperando el estallido. Podía imaginar la expresión de indignación y conmoción en su rostro, escuchar el mordisco en su voz como los latigazos de un látigo.

¿Cómo pudiste ocultarme esto?, gritaba.

Pero nunca llegó.

En cambio, sus brazos me rodearon, su mano se enredó en mi pelo mientras me apretaba contra su pecho.

—¿Xavier? —pregunté en voz baja, temiendo que si hablaba demasiado alto, lo haría estallar como una bomba.

Me cogió la cara con las manos y me miró con tanto amor y adoración que casi se me paró el corazón.

—No estás...

Me besó.

¿Enfadado?  Terminé en mi mente.

Sentí que su lengua recorría mi labio inferior, pidiendo la entrada.

Supongo que no.

Profundizó el beso y yo gemí dentro de él, con su lengua dominando la mía.

Sentí sus manos recorrer mi cuello, bajar a la seda de mi kimono, pasar por mis pechos y aterrizar en mi cintura.

Jadeé cuando me hizo girar y sus labios encontraron mi cuello. Me acerqué por detrás para pasarle los dedos por el pelo mientras él desabrochaba la faja que mantenía unidos los pliegues de mi bata.

La seda se deslizó por mi piel, revelando mi desnudez. Las caricias de Xavier eran suaves pero urgentes. Sentí que sus fuertes manos me rozaban el estómago y los muslos, y el espacio entre ellas se estremeció impaciente.

Me incliné hacia él y sentí su dureza contra mi culo, que se abría paso a través de sus pantalones. Me eché hacia atrás y le baje la cremallera del pantalón para liberar su polla.

Sus dedos me acariciaron los labios inferiores y luego se arrastraron hacia mi clítoris. Me temblaban las piernas cuando movía sus dedos con movimientos lentos y circulares. Tuve que rodear su cuello con los brazos para no caerme.

Moví mis caderas al ritmo de sus golpes, apretando su virilidad entre mis nalgas.

No aumentó su ritmo, no empujó más fuerte, solo continuó con ese mismo movimiento lento. Traté de rechazar sus dedos, pero cada vez que lo hacía, él se detenía.

—Xavier... —gimoteé.

Me mordió el cuello con más fuerza, haciéndome gritar.

Empecé a sentir que el clímax se acumulaba en mi interior. Jadee y gemí, con una respiración cada vez más rápida, hasta que me hizo correrme. Fue una liberación larga y lenta, y mis piernas debilitadas cedieron debajo de mí.

Caí al suelo de rodillas, con su polla clavada en mi mejilla por encima del hombro.

Bueno, ya que estoy aquí...

Lo cogí entre mis manos, pasando mi lengua a lo largo de su eje. Gimió ante mi contacto, echando la cabeza hacia atrás de placer.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora