CLAUDIA
Habían pasado años desde la última vez que estuvimos juntos en una habitación. Años desde que vi su cara, sentí sus manos en mi cuerpo, o escuché sus dulces susurros al oído por última vez.
Mi vida con Xavier parecía haber sido hace siglos, y bien podría haberlo sido.
Yo era diferente entonces. Diferente ahora.
Sin embargo, su aspecto era el mismo. Igual de oscuro y peligroso, como un joven Zeus, lleno de energía y poder.
A menudo me encontraba pensando en él, en nosotros. Todo fue hace tanto tiempo, los recuerdos brillantes y borrosos, como el mundo que gira fuera de una atracción de carrusel. El romance, la pasión, el sexo... ¿Había sido todo real?
El recuerdo de la forma en que nuestras caderas chocaban, la forma en que nuestros labios y lenguas luchaban por el dominio, era demasiado intenso para que no lo fuera.
Xavier y yo encajábamos a la perfección, de la misma manera que lo hacen los truenos y los relámpagos. Nuestro amor era ruidoso, brillante y rápido... y se acabó tan rápido como empezó.
Por lo que había leído, nuestra tormenta había dejado muchos daños colaterales. Mucha rabia y dolor, y alcohol.
Al menos no era la única que sufría.
Pero entonces llegó ella, casi de la noche a la mañana, como si la hubieran sacado de una tienda de muñecas y le hubieran dado vida.
Una pequeña Barbie.
Una princesa perfecta y dócil.
Su ángel.
De repente, volvió a sonreír. Feliz de nuevo. Lleno.
Mientras tanto, quedaba en el olvido. Apartada. Desangrada y abandonada a mi suerte.
No era justo.
Me merecía más, mejor, y no iba a dejar que nadie me impidiera conseguirlo. Ni él, ni el hombre que me había jodido, ni definitivamente Angela.
Pude ver cómo el pánico aumentaba en él mientras agarraba a su novia y huía del salón de baile.
Nos conocíamos demasiado bien como para quedarse. Para esperar a ver qué pasaba, qué hacia yo... Estos juegos del gato y el ratón eran lo que mejor se nos daba.
Angela, su pequeño ratón, no era más que un juguete. Eso había quedado claro desde el momento en que nos conocimos. La tenía saltando a cada una de mis peticiones. Una mujer así no podía manejar a un Knight.
No, Xavier necesitaba una leona, una mujer fuerte, y déjame decirte que yo estaba al acecho. La única pregunta era, ¿Cuándo me abalanzaría?
Busqué entre la multitud de la subasta, mis ojos captaron al joven de hombros caídos con el que Brad había estado hablando antes, y sonreí.
Perfecto.
XAVIER
Mi visión era roja.
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UNA PROPUESTA INMORAL
RomanceXavier Knight tiene claras que dos cosas garantizan la excitación de una chica: los coches deportivos y el dinero. Él tiene ambas. Cuando un escándalo le obliga a casarse con Angela Carson, una don nadie sin dinero, deduce que es una cazafortunas y...