capítulo 36: Palos y piedras

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ANGELA

—Oh. Dios mío. ¡Angela!

A Dustin casi se le cae el capuchino al suelo cuando le conté lo que había pasado entre Xavier y yo en el baño.

Se sentó rápidamente frente a mí, deslizando la tapa, ignorando a los otros dos clientes que esperaban que volviera a la barra para poder pedir.

—Detalles, chica. Los necesito. Ahora mismo.

Me sonrojé, sin saber por dónde empezar. No podía dejar de repetir la escena una y otra vez en mi cabeza.

Xavier pillándome medio desnuda.

Xavier desnudándose.

Xavier en la ducha, el agua brillando contra su pecho musculoso, goteando hasta su...

—¿Hola? —dijo Dustin, moviendo su mano ante mis ojos. Deja de soñar despierta y empieza a hablar, señorita.

—Eh, bueno... —dije, insegura—. Por un segundo pensé que venía hacia mí, pero... luego se metió en la ducha.

—Y dejó la puerta de la ducha abierta de par en par, ¿verdad? Básicamente diciendo: entra. En más de un sentido.

A mí me dio una pequeña arcada ese chiste, pero Dustin se partió de risa, creyéndose el hombre más gracioso de todo Nueva York. Sacudí la cabeza.

—No, creo que sólo estaba jugando con mi mente. Él realmente no quiere...

—¡Angela!

Dustin levantó las manos y suspiró, exasperado. —¡Tu vida por fin empieza a ser interesante! ¿Por qué intentas bajar el tono cuando es tan emocionante?

—Sólo estoy siendo realista, Dustin —dije a la defensiva. No le gusto. Se acuesta con quien quiere. Yo sólo soy la chica con la que tiene que vivir.

—Y ante quién se desnuda.

—Supongo que...

Dustin sonrió con picardía. —¿Y?

Frunci el ceño, confundida. —¿Qué?

—¿Se la has visto?

Aparté la mirada, sintiendo cómo el color subía a mis mejillas. —Dustin —dije en voz baja—, por favor, que estamos en público.

—¡Lo hiciste! Se la has visto. ¿Cómo era de grande? ¿Era enorme? No, era diminuta, ¿no? Eso explicaría su obsesión con todos esos enormes hoteles Knight. Para compensar. —¿Estoy en lo cierto?

—¡NO!

Grité sin quererlo. Me llevé una mano a la boca, tapándomela, sorprendida conmigo misma. Los dos clientes, que ahora daban golpecitos con los pies con impaciencia, me miraron con curiosidad.

La sonrisa de Dustin se hizo aún más grande. —Así que no es pequeña. Ya veo...

La verdad es que ver a Xavier... ejem... fue ciertamente memorable, pero no fue en lo que me fije. Lo único en lo que podía pensar era en la cicatriz de su espalda.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora