capítulo 37: Hombre de familia

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ANGELA

El hermoso paisaje de las afueras pasaba volando a nuestro lado mientras avanzábamos por la autopista Sunrise. No había estado en los Hamptons en mi vida, pero había oído tantas historias sobre la zona a lo largo de los años que tenía una imagen mental de cómo podía ser la zona.

Ni mis mejores sueños no podía haber imaginado lo que iba a ver.

Las playas, las tierras de cultivo, las casas de piedra del siglo XVIII, todas ellas gigantescas e inmaculadas, eran demasiado para una chica de pueblo como yo.

Miré a Xavier. Estaba conduciendo, lo cual era una novedad. Había decidido conceder a Marco un merecido tiempo libre, una medida que me pareció inusualmente caritativa.

No es que lo cuestionara. Si alguien se había ganado un tiempo con su familia, era Marco, quizá mi favorito del personal de Xavier.

Xavier llevaba guantes de conducir y gafas de sol de diseño, tan concentrado en la carretera que apenas parecía darse cuenta de nuestro magnífico entorno.

Supongo que estaba acostumbrado a ellos.

Pero entonces se dio cuenta de que lo observaba y me lanzó una mirada divertida.

—¿Tienes algo en mente, Angela?

—Oh, no. Sólo estaba... admirando lo hermoso que es todo allí afuera.

—Realmente quieres saber a dónde vamos, ¿no?

Asenti con la cabeza. La verdad es que el suspense me estaba matando. Las sorpresas con Xavier rara vez resultaban buenas.

—Muy bien, para que no hagamos el ridículo entrando a ciegas, te pondré al corriente — dijo Xavier, sonriendo esta vez.

¿Era eso un intento de coquetear? No sabía qué pensar. Esperé a que me dijera a dónde íbamos

—¿Te acuerdas de la tía Heather?

Parpadeé, confundida. ¿Quién?

—¿No? —preguntó—. ¿Y de sus hijos, Liam o Cole? ¿O mi otra tía, Stella? O...

Siguió diciendo nombres que sonaban a relleno y que se mezclaban entre sí, y yo seguí mirándole sin comprender nada. Finalmente, se dio cuenta de que no tenía ni idea de quiénes eran.

—Son mi familia extendida. Los conociste brevemente en la boda.

Eso lo explica. Había pocos días que pudiera recordar con menos claridad que el día de mi boda. Había sido una mezcla de emoción, horror y confusión.

Todas las caras, los nombres... ninguno se me había quedado grabado. Lo único que recordaba eran las palabras que Xavier me susurró en el altar.

Soy un hombre poderoso. Consigo lo que quiero. Y lo que quiero es arruinarte.

Me hizo estremecer sólo de pensarlo. Xavier se dio cuenta de mi expresión, porque se quitó las gafas y me miró de cerca.

—Oye —dijo—, no hay nada de qué preocuparse. Son gente agradable. Un poco estirados, eso sí, pero agradables. Y estoy bastante seguro de que les gustarás. Mucho.

A diferencia de a ti, pensé, pero me sorprendió lo amable que estaba siendo para variar.

—Recuerda —dijo, volviéndose hacia la carretera—, creen que estamos casados. Realmente casados. Así que tendremos que interpretar un poco. ¿Crees que podrás hacerlo?

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