ANGELA
Me desperté con un pitido. Sonaba con un ritmo uniforme, al compás de mi cabeza palpitante, al compás de los latidos de mi corazón.
Con un gemido, abrí los ojos, haciendo una mueca de dolor cuando la luz brillante y estéril llenó mi visión.
Estaba en una habitación de hospital. Eso estaba claro, pero ¿cómo había llegado hasta allí?
Entonces, todo volvió a aparecer de golpe.
Jacques.
El almacén.
El cuchillo.
Xavier. ¿Dónde está Xavier?
El pitido se aceleró cuando me dispuse a quitarme las mantas del hospital, pero me di cuenta de que no podía. Algo me agarraba la mano.
Miré hacia abajo. Xavier estaba sentado junto a mi cama, dormido, con un brazo acunando su cabeza. Su otra mano sostenía la mía.
Sonreí. Xavier estaba aquí. Se había quedado.
Extendí mi mano y la pasé suavemente por su pelo.
Xavier se levantó de golpe y sus ojos buscaron frenéticamente en la habitación hasta que se posaron en mí. —Estás despierta.
—Estoy despierta —repetí con una sonrisa.
Xavier se levantó de un salto y me rodeó con sus brazos, haciéndome estremecer mientras el dolor me recorría la espalda. —Me alegra tanto escuchar tu voz.
Me alegra tanto escuchar tu voz. —¿Desde cuándo dices cosas así?
—Pensé que te había perdido, Angela —gritó Xavier, apartándose.
—Eso esta mejor.
—¿Cómo te encuentras? ¿Necesitas a la enfermera? Debería llamar a la enfermera. —Xavier se puso de pie, alcanzando el botón de llamada de emergencia en la pared.
—Estoy bien —le dije—. Cálmate.
Vaciló por un momento y luego pareció decidirse a creerme y se hundió lentamente en su silla.
—Xavier —dije, mirando hacia mi regazo—. ¿Qué ha pasado?
No estaba segura de estar preparada para conocer la respuesta. Si soy sincera conmigo misma, me daba miedo saber la verdad.
Pero sabía que tenía que preguntar. Tenía que saber qué había pasado. Si no lo hacía, me lo preguntaría el resto de mi vida. Me imaginaría lo peor.
Xavier se aclaró la garganta, parecía incómodo.
Este no era el tipo de cosas de las que normalmente hablábamos. Cosas difíciles. Cosas importantes.
Empezó a recitar una lista de palabras médicas como conmoción cerebral, laceraciones y suturas.
—¿Me ha...? —No pude decir la palabra.
Los ojos de Xavier se abrieron de par en par, entendiendo lo que estaba preguntando. —No. Yo mismo... hice que los médicos lo comprobaran.
Se me quitó un pedo de encima. Jacques no había tenido éxito. No me había violado.
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UNA PROPUESTA INMORAL
RomansXavier Knight tiene claras que dos cosas garantizan la excitación de una chica: los coches deportivos y el dinero. Él tiene ambas. Cuando un escándalo le obliga a casarse con Angela Carson, una don nadie sin dinero, deduce que es una cazafortunas y...