Capítulo 77: Un universo secreto

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ANGELA

Lo único que sabía de Didi era que era una mentirosa.

Había mentido sobre quién era, qué quería y por qué me quería.

Didi se tomó su café a sorbos. Yo me tomé el mío. No hablamos.

No habíamos hablado en los últimos doce minutos.

Realmente no tenía mucho que decir.

No había ninguna razón para que la exprometida de Xavier estuviera en mi vida, y mucho menos en mi café favorito de Chelsea.

No quería hablar con ella.

Nunca habría hablado con ella si hubiera sabido quién era, incluso si hubiera dicho la verdad desde el principio.

Pero no lo había hecho.

—No sé qué decir, excepto que lo siento mucho. De verdad —dijo Didi, con sus ojos penetrantes e intensos—. Por favor, sólo dime qué puedo hacer para reparar el daño, y lo haré.

—No sé cómo puedes arreglar esto, Didi...

—En realidad, es Claudia. Me hice llamar Didi para que Xavier no supiera que te había contratado —admitió.

No podía creer hasta dónde había llegado Didi, es decir, Claudia, ¿Y para qué?

—¿Por qué lo hiciste? —pregunté.

—Bueno, sabes que Xavier y yo estuvimos juntos durante casi una década y...

—No, ¿Por qué me contrataste? —pregunté, sin saber si debía esperar una respuesta sincera.

—Supongo que... es porque necesito tu ayuda, Angela. La necesito de verdad —dijo, removiendo nerviosamente su café—. Como ves, no es el primer error que cometo...

El error que Claudia se esforzaba por sacar a relucir era grave. Podía verlo en su cara. Pero el hecho de no saber de qué se trataba me asfixiaba de alguna manera, haciéndome sentir mareada, a pesar de que era su problema.

Necesitaba saber qué era.

—Todos cometemos errores, Claudia. ¿Qué pasa? —le pregunté. Ella no respondió, así que hice otra pregunta—. ¿Cuándo ocurrió?

—Hace tres años... cuando Xavier me dejó embarazada.

¿Embarazada?

Eso significa que... no podría.

Xavier no tiene un hijo.

—No importaba en qué dirección fuéramos Xavier y yo, siempre chocábamos —dijo Claudia con voz distante—. Estaba tan enfadado con todos y con todo.

Sabía que era una mentirosa, pero sus palabras sonaban a verdad, tan fuertes que su eco me atravesaba como si fuera una iglesia abandonada.

Y Claudia estuviera sentada en el confesionario.

—Yo era su saco de boxeo emocional, la única persona a la que podía decir cualquier cosa y pensaba que nunca le devolvería el golpe. Ya ni siquiera me sentía humana.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora