Capítulo 73: Listos o no

9.7K 214 38
                                    

ANGELA

Llevaba dos horas esperando en el hospital Mount Sinai cuando Lucas y Em entraron por fin en la sala de espera.

En cuanto los vi, salté de mi asiento y abracé a mi hermano. —Dios mío, ¿Estás bien?

—Estoy bien, Angie —dijo Lucas, apretándome fuerte—. Sólo unos cuantos golpes y magulladuras. Los médicos sólo querían asegurarse de que mi cabeza estaba bien.

—¿Qué ha pasado? —pregunté, dando un paso atrás. Tenía una venda en la sien y algunos puntos de sutura en el antebrazo.

—Un idiota se saltó una señal de stop —dijo Lucas—. Está en peor estado que yo, el pobre desgraciado.

—¿Necesitas quedarte para más pruebas? —Me preocupé.

—No, el doctor ha dicho que estoy bien —aseguró Lucas, haciendo una mueca de dolor mientras ponía su brazo sobre los hombros de Em.

Se acurrucó a su lado, se la veía cien veces más tranquila que cuando la recogí y la llevé al hospital.

Sabía muy bien lo que se sentía al recibir una llamada de emergencia en mitad de la noche.

Era facil imaginar que lo peor había sucedido y que nunca volverías a ver a tu ser querido.

—Bueno, vamos a llevaros a casa —dije, ocupando el lugar del lado libre de mi hermano y rodeando su cintura con mi brazo-. Sólo darme un par de minutos.

Los guié hacia la salida y, tras un breve desvío a la cafetería del hospital, salí al aire fresco de la primavera.

Marco esperaba en el Audi, debajo de la puerta del hospital.

Xavier se había empeñado en venir conmigo.

Sólo pude convencerlo de que se quedara a terminar su trabajo cuando le prometí que dejaría que Marco me llevara.

Ya era más de medianoche, y Marco aún no había llegado a casa en todo el día.

—¿Puedes llevarnos a casa de Em, por favor, Marco? —le pregunté al chofer mientras nos apilábamos en el asiento trasero. Me adelanté y le entregué el café que había cogido al salir—. Gracias.

—Es un placer, señorita Knight —respondió Marco, aceptando el vaso de poliestireno. Asintió con la cabeza en señal de agradecimiento, dio un gran sorbo al café y salió a la calle.

—Hay malas noticias —dijo Lucas. Sus ojos se dirigieron a Em, que estaba sentada entre nosotros, y luego me miró a mí—. El camión que conducía contenía tu pedido, Angie.

Se me apretó el pecho. —¿Te refieres a las flores para la subasta de mañana?

Lucas asintió. —Estaba de camino a nuestra tienda para guardarlas cuando ocurrió el accidente. Deberías haber visto la calle después. Todo estaba cubierto de flores blancas.

—No pasa nada —le dije—. Podemos conseguir más. Todavía hay tiempo por la mañana.

—Es imposible que podamos conseguir tres mil orquídeas blancas más en menos de veinticuatro horas. Y menos con el camión destrozado —dijo Em, poniendo mi mano entre las suyas —. Lo siento, Angie.

Se me cayeron los hombros. Había hecho el pedido de flores para todo el evento con Em. Si no había flores, no había centros de mesa, ni decoraciones para las piezas de la subasta, ni arreglos.

Sin flores, la sala estaría desnuda.

Respiré hondo y con calma. Tenía que haber otra manera. Sólo necesitaba pensar. Respirar.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora