Capítulo 78: Cambiando de mesa

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ANGELA

Xavier era alérgico a la mantequilla de cacahuete, pero le encantaba el chocolate.

Me tumbé a lo largo de la mesa de la cocina mientras él rociaba cacao fundido por mis muslos, siguiendo los caminos azucarados con su lengua.

Podía sentir los dedos de mis pies apuntando mientras la sensación me bañaba, podía sentir cómo deslizaba mi vestido dejando al descubierto mi pecho, el cálido cacao cayendo en círculos sobre mi piel.

Xavier puso sus labios en mis pechos, limpiando los chorreones de chocolate con su lengua. Se quedó sobre mí, con su aliento chocando con el calor.

El aire frío sobre mí carne húmeda me hizo estremecer cuando puso su boca en mi pezón y lo chupó suavemente.

Me miró, con ojos traviesos, mientras mi respiración se volvía inestable.

Jadeé mientras Xavier hundía una cuchara en el chocolate derretido y lo arrojaba sobre mi vestido.

—¡Xavier! —exhalé, sorprendida de que hiciera eso. Pero antes de que pudiera cuestionarlo más, me empujó la cabeza contra la suya para darme un beso profundo y sin aliento.

—Supongo que tendrás que quitártelo, ahora que está sucio —dijo, desenvolviendo mi vestido y dejándolo en el suelo.

Me quitó las bragas con sus dedos, abandonándolas en el suelo mientras se acercaba a mí.

Caí de espaldas mientras me besaba por todo el torso, las piernas y la clavícula.

Mientras me retorcía de placer, la fría mesa de la cocina me hacía sentir aún más excitada.

Me mordí con fuerza el labio, agarrando cada parte de Xavier que podía alcanzar.

Se me empezaron a escapar profundas respiraciones sonoras.

—Oh, Angela —dijo Xavier—. Mi ángel, mi...

El timbre de la puerta sonó de repente, deteniendo nuestros movimientos.

Xavier gruñó y sus ojos se clavaron en la puerta.

—No te muevas —advirtió, apartándose de mí.

Solté una risita y me puse boca abajo, observando cómo su cuerpo desnudo se lanzaba hacia el ascensor.

—¿Qué? —Xavier habló por el interfono. Su mani bajó, envolviendo su virilidad erecta y moviéndola detenidamente hacia arriba y hacia abajo.

Me mordí el labio. Observando. Esperando. Deseando.

—Siento interrumpir su fin de semana, señor Knight —la voz del portero crepitó a través del aparato —. Sólo quería informarle que acabo de dejar subir a un visitante.

Los ojos de Xavier se abrieron de par en par y su mano detuvo sus movimientos. —¿Qué?

—Dijo que era el padre de la señora Knight... —dijo el portero, y entonces su voz se cortó cuando Xavier soltó el botón de llamada.

—Joder —dijo, con los ojos pasando de las puertas del ascensor a mi cuerpo desnudo. —Joder, joder, joder.

Rodé fuera de la mesa, cogiendo mi vestido del suelo, mientras él volvía corriendo hacia la cocina y agarraba desordenadamente un manojo de plátanos y los ponía contra su entrepierna.

UNA PROPUESTA INMORALDonde viven las historias. Descúbrelo ahora