Capítulo 3: Parte C

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Una hora con cuarenta y cinco minutos después, Terruce empezó a dejar todo como lo había encontrado. Sus herramientas las devolvió a su caja y se dispuso a salir del departamento. Pero al llegar a la puerta, sus ojos, de derecha a izquierda, volvieron a recorrer el lugar topándose su mirada al final con la recámara de ella.

El acceso sin puerta, él la tomó como invitación a pasar; ésta, por supuesto, no la desaprovechó; y ahí sí, como hermoso niño tentón, acarició la mayor parte de su contenido. Lo bueno que Cande no tenía mucho que si no, a Terruce se la va el día al estar de entrometido.

Tomando algo que sabía que ella no extrañaría, el técnico finalmente se marchó de ahí para notificarle al portero de su partida y anunciándole también su regreso.

Bob y Jimmy, estando al pendiente de su salida, al verlo afuera del edificio, volados salieron del establecimiento para recibirle y cuestionarle:

— ¡¿Cómo te fue?!

Él, con gesto serio, los ignoró e ingresó al local de antigüedades seguido de aquellos dos metiches los cuales querían saberlo todo pero obteniendo nada de información.

Bob sería el primero en rendirse porque lo conocía bien; en cambio, Jimmy...

— ¡Ah, no! A mí no me deja con la intriga de saber ¿qué viste? ¿cómo vive? ¿es ordenada o sus pantis los deja regados?

Ni aún el golpe que recibió en la cara consiguió detenerle en su interrogatorio.

— ¿Volverás?

Terruce, que estaba sentado sobre el escritorio y con teléfono en mano, no le decía nada al joven que a sí mismo se respondía:

— Sí, sí volverás porque esta pieza... — Jimmy la tomó del escritorio, — no la manejamos aquí.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora