Capítulo 11: Parte A

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A pesar de que ellos ya habían quebrado y hasta derretido el hielo, el trayecto hacia el súper mercado lo hicieron en rotundo silencio.

Ella pensando en qué vestir para recibirle y qué hacer para cenar.

Él en el momento recién vivido y también en la confirmación a su petición de matrimonio, siendo este último y posible hecho, el responsable de la sonrisa que llevaba en su guapísimo rostro.

Cande tampoco disimulaba su felicidad; y de repente, el nerviosismo hacía de las suyas y soltaba una leve risita que no había necesidad de preguntar ¿qué la había causado?

Así llegaron a una entrada donde ella ingresaría después de recordarle:

— Te estaré esperando a las seis.

— Ahí me tendrás puntual — hubo dicho él el cual tomó su mano y se la besó.

Seguidamente y con peligrosidad, se le acercó para decirle a milímetros de su boca:

— No te molesta si te beso en público, ¿verdad?

Porque su agradable aliento ya estaba erizándola toda, ella lo amenazaba:

— Más molesta me pondré si no lo haces.

La cautivadora sonrisa fue lo último que vio porque Cande cerró los párpados para perderse en su suave beso.

No obstante, a un toque de su lengua, ella gimió rompiendo la caricia y sonriendo él de la excitación en ella a la que entre labios se le decía susurradoramente:

— Te quiero.

También con musites, la mujer respondía:

— Y creo que me está gustando la idea de que lo hagas.

— Cuídate, ¿sí?

Terruce comenzó a alejarse; y eso, sorprendentemente a Cande le dolió pero aún así sonaría segura al expresar:

— ¡Por supuesto!

Seguido de sonreírle, ella se dispuso a ingresar al establecimiento.

Él, por su parte, aguardó hasta que una puerta se cerró detrás de ella. Luego, se giró para echarse a correr a su trabajo donde...

La excusa de salir para dejar a la pareja a solas, lo más lejos que lo hubo llevado fue al parque.

Allá, Bob intentó mil maneras para mantener quieto al preguntón de Jimmy el cual calculado un tiempo, no resistió la tentación de saber qué había pasado con aquellos dos y se regresó al local.

Obviamente, el jefe vino detrás de él al que se le prohibió enérgicamente subir a la habitación de Terruce al haber encontrado el negocio cerrado.

Preguntar ¿por qué no podía? el jovencito no pudo ya que su perspicacia le ganó a decir:

¿Acaso están haciendo el amor?

Por primera vez, Bob sintió en carne propia lo que el pobre de Terruce padecía frente a las curiosas cuestiones del chico que entendería un sí por parte del dueño cuando éste lo mandó a tirar la basura a los contenedores que estaban a varias cuadras de ahí.

Y apenas regresaba de su mandado y entraba por la puerta trasera, cuando Jimmy escuchó pasos provenientes de piso arriba y buscó donde esconderse pero fracasando en su cometido ya que Cande lo hubo divisado; así que, dejó su escondite al verlos salir para aguardar impaciente por su amigo y saber ¿cómo le había ido? Pero al ver que...

... Bob había retomado su inventario y de espaldas estaba cuando por la cintura se le abrazó y sorpresivamente fue levantado por los aires.

El susto que le pegaron al pobre hombre no pudo ser reprendido; y es que al estar en suelo firme y frente a Terruce, éste de la emoción, lo besó en la frente y le decía:

— ¡Creo que me caso!

— ¡¿Lo dices en serio?!

Los ojos de Bob expresaron sorpresa; y su rostro sonrió contagiado de la alegría que tenía en frente.

— ¡Se lo dije!

De donde hubo estado, salió corriendo, por supuesto, Jimmy que quiso saber:

— ¡¿Y qué te contestó?!

— Que... iba a pensarlo.

De la desilusión del chico, Terruce descaradamente se burló. Y porque no iba a permitírselo, se le diría:

— Pues un 'no' no puede darte y mucho menos si ya hicieron el amor.

Debido al sonrojo que se haría de sus mejillas, el técnico se las frotó diciendo seriamente:

— ¿Escuchaste lo que hablábamos?

Porque sí conocía ese tono y también gesto, Jimmy con mirada suplicante diría:

— ¡Pero te juro que no subí! ¡Fue una casualidad! ¡Iba llegando de tirar la basura y...!

De la facción del chico, Terruce sonrió; y debido a que reconocía que de no haber sido por él, él precisamente no sería tan feliz como lo era en ese instante, le decía:

— Te creo.

Al haberlo hecho, lo mismo que alborotarle amigablemente los cabellos, se daría cuerda al pedir corroboración de lo que sus oídos oyeron de Cande:

— ¡¿Entonces sí lo hicieron?!

Ya que mentir no era parte de su constitución, él afirmaba:

— Ésta será la única que vez que te diga 'sí' porque a partir de ahora, nada referente a lo que haga con ella, voy a responderte.

— ¿Por qué no?

— Simple; porque lo que pasa entre dos, sólo entre ellos debe quedarse.

— ¿Ni aún porque se tratara de tu mejor amigo?

En un efusivo abrazo envolvieron a Jimmy al que se le decía:

— Ni porque a él le debiera mi felicidad.

— Está bien — se entendió el sincero agradecimiento. Sin embargo... — Pero aunque no me digas cómo los harás porque ya sé... sí me darás muchos sobrinos, ¿verdad?

No pudiendo contener las risas, Bob también se sorprendería al escuchar:

— Llámame egoísta, pero quisiera disfrutar al máximo a Cande y tal vez si hay tiempo después...

— Un hijo sería la mayor prueba de su amor.

— Para mí... sólo ella lo es.

— ¡Vaya! — fue lo último que se expresó.

Increíblemente a partir de aquel momento se quedaron mudos dos viendo a un tercero dirigirse a su lugar de trabajo.

Y en lo que Terruce concentraba sus manos en unas actividades y su mente en planear un futuro junto a Cande, ésta...

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora