Capítulo 12: Parte F

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La gente de ese pueblo lo conocía más a él: trabajador, amable, amigable, que a ella: seria, recatada, poco amistosa; pero eso sí, los dos solteros y sin compromisos y que al verlos caminando por la banqueta, tomados de la mano y la felicidad radiando en sus rostros, entre los vecinos, la mayoría opinaba de la excelente pareja que hacían juntos. La minoría, normalmente los chismosos, insistían en la duda de una sexualidad.

Cuando Susana lo oyó, fue la primera en gritar:

— ¡Eso es mentira!

La clienta que estaba compartiendo "la noticia" se defendía:

— Eso se está diciendo.

— ¡Pues lo dicen de pura envidia! ¡Porque no porque Terry sea guapísimo quiere decir que sea homosexual!

— Claro que no puede serlo — dijo otra trabajadora. – Se le ha visto salir y visitar a la vecina de Cliffside.

— ¡Eso tampoco es verdad!

— ¿Ah no? Entonces desengáñate, querida, porque ahí van — los apuntó.

La estilista, que ya los había visto, no quiso mirarlos nuevamente, y menos que estuvieran besándose; así que... extendió su mano.

Las tijeras y el peine que sostenía se los dio a la empleada para ir ella a meterse al cuartito que le funcionaba como oficina y berrear unas veces entripadamente y otras escandalosamente.

Por su parte, en el recibidor del edificio y de frente, Terry y Cande volvían a despedirse.

— Te extrañaré, pero aquí estaré esperando por ti.

— Te prometo que no tardaré; y si sí...

— Llámame e iré a por ti.

— Cuídate.

— Tú también.

El siguiente paso que se dio fue dado por él.

Habiéndola tomado por el rostro, inclinó levemente la cabeza para besar nuevamente sus labios.

Encantada de volverlos a probar, la rubia, con los ojos cerrados, en un descanso, le preguntaba:

— ¿No habría modo de que te quitaras la boca y fuera conmigo a Chicago?

— ¿No te gustaría mejor llevarte el paquete completo?

— Bien sabes que sí, pero... en fin.

Ella suspiró resignadamente. Y aunque no quisiera, debía separarse para entrar, emprendiendo Terruce sus pasos en el momento que la vio perderse en el elevador.

Deseando buen día al portero que el disimulado se hizo, el técnico buscó la salida del edificio para cruzar la calle y de una vez liquidar el único pendiente que él tenía: la dichosa salida con Susana aprovechando que había abierto temprano. Así que...

El chismorreo estaba de lo más bueno entre la clienta y la empleada.

Esta última, al oír la campana de la puerta que se abría, se giró para enterarse quién había entrado; y por expresar:

— ¡Santo Cielo!

... un tijeretazo dio cortando buen pedazo de cabello a la mujer que al verlo en una mano gritaba:

— ¡¿Qué has hecho?!

Pero a la tusada dejaron de atender para preguntarle a Terry:

— ¿Qué podemos hacer por ti, guapo? ¿Algún corte de cabello?

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora