Todavía no eran las seis de la mañana cuando Neil llamó.
Cande que ya andaba de pie, atendió rápido el teléfono.
Extendidos los buenos días y solicitado una ubicación, la rubia en suéter, bermudas y sandalias, de un sillón de la sala fue a tomar su bolso y llaves para salir de su departamento.
Sin embargo, de algo se acordó y se devolvió por ello. El sobre amarillo que la noche anterior hubo recibido de manos de Terruce.
Con eso, precisamente en la mano, ahora sí buscó la puerta, la aseguró debidamente y se encaminó al elevador para descender solitariamente.
Debido a que el conserje seguía durmiendo, al llegar a la planta baja, Cande se dirigió a la puerta de emergencia para aparecer caminando por la oscuridad del estacionamiento y sin miedo alguno.
Ya atravesado ese tramo, la luz del amanecer fue su compañía hasta el auto de Neil que bostezando y vistiendo fodongamente lo encontraron frente al volante.
El pelo despeinado del amigo causó la burla de Cande luego de haber ingresado vehículo:
— Se te olvidó dejar la almohada, ¿verdad?
— Ay, cállate, apenas dos horas he dormido — él pondría el auto en marcha.
— ¿Por qué?
— Me llegó un caso y necesita rápida solución.
— Yo tengo otro. Mira lo que me llegó —, la rubia mostró su paquete queriendo el abogado saber:
— ¿Qué es?
— Un citatorio para lo de la herencia.
— ¿Para cuándo?
— Este viernes.
— ¡Demonios! — espetó Legan golpeando el volante y preguntando ella:
— ¿Podrás ir?
— Sí, sí.
— ¿Y tus pendientes?
— Esos no me pagarán y tú sí, si es que ganamos
— Qué interesado.
— ¡Ei! Con eso, no sólo tú dejas de trabajar, sino yo también.
— Sí, cómo no. Oye, y ¿qué te dijo el doctor?
— Nada. Apenas te vea, te dirá. Mejor tú dime ¿cómo te fue anoche con tu...?
Un golpe que ella le diera a Neil le impidió a éste cualquier adjetivo de su parte.
— Muy bien.
Debido a que lo expresó muy animosamente se le cuestionaría con mala intención:
— ¿Qué tan bien?
— ¡Ay, mal pensado que eres!
— Si no quieres que lo sea, cuéntame.
— Me gusta, Neil. Me gusta mucho.
— Si no me dices no me doy cuenta, ¿eh?
Ella ignoró la sardonia de él para decir:
— Me encanta que sea tímido. Que se ponga nervioso cuando estoy cerca de él.
— Y luego me echas bronca porque digo que es...
Lo reprenderían fuertemente:
— ¡No porque sea así, significa que lo es!
— ¿Ya te besó?
— ¡Neil!
— ¿Qué, espantada?
— ¡Payaso!
— Yo sólo lo pregunté porque... está bien, nuestro macho amigo se muere por ti y tú ¿hace cuánto que no usas aquellito?
La mirada divertidamente le apuntó su intimidad llenándola de rubor y un sudor conjugado con:
— ¡Eres un irrespetuoso! —; un bolsazo bien otorgado también se hubo ganado.
Sin haberle dado tiempo de protegerse, aquel diría:
— Si en verdad lo fuera, hace mucho que tiempo que tú...
— ¡Basta, Neil!
— Está bien. ¿Él tampoco se ha animado?
— Si lo hubiera intentado yo... lo hubiese detenido.
— ¿Por la duda de tus análisis?
— Si algo sale mal... no siquiera causarle daño.
— ¿Y si no?
— Bueno, ya veré la ocasión.
— ¿Para provocarle?
— ¿Por qué no? Sólo necesita un empujón y si yo no se lo doy... ¿quién?
— ¡Qué descocada me saliste, ¿eh?! Pero en fin, además de tener la suficiente edad, mereces ser feliz.
— ¿Lo dices en serio? ¿tú? ¿el que siempre me encela y me corre a los galanes? ¡Vaya! ¡Sí que el golpe que Terruce te dio te acomodó las pocas neuronas que tienes!
— ¡Muy graciosa, eh, Cande!
Ésta se rió burlonamente de la seriedad de su amigo que reconocía:
— Pero en algo tienes razón, el pinche madrazo loco que me pegó me hizo compararlos con otros recibidos y no se iguala.
Entre carcajadas, Cande compartiría:
— ¡Como que era sparring de Mike Tyson!
— ¡¿Qué?!
Gracioso gesto, Neil no pudo ocultar así como su interés por saber:
— A ver cuéntame esa que no me la sabía. Sabía que era acosado por tu "socia" pero...
— ¡¿Cómo?! — ahora la intrigada era ella la que oía:
— ¿No te lo contó?
Ella diría:
— No. ¿Qué?
— De mis investigaciones, supe que...
— Terruce.
— Ajá, ese tuvo que irse de su lugar natal porque al abandonar a Sanders, éste se encargó de hablar pestes de él.
Así, Cande no se la sabía; entonces, exigía:
— ¿Y qué decía?
— Que hubo sido un malagradecido; que por años no sólo lo vistió y también lo desvistió...
— ¡Neil!
— Perdón... sino que le mató el hambre y que un día apareció otro y se fue con él sin decirle adiós.
— ¿En serio?
— Eso me lo contó una mujer cuando llegué a Vermont preguntando precisamente por Sanders del cual nadie se explica cómo hizo su capital. Pero como ha aportado dinero al pueblo y construido centros recreativos, la población se hace la disimulada y lo ven como el pobrecito abandonado mientras que el otro es el malvado traidor.
— Sí, me lo imagino. Pero dijiste que es su acosador.
— Porque sí estaba enamorado, Sanders despechado y con plata, pagaba por encontrarlo. Y donde le encontrare iba, se presentaba y ponía en mal a Terruce; que por cierto ¿cuánto tiempo tiene viviendo cerca de ti?
— Por lo que me dijo... — Cande calculó y con un número diría: — no lo sé.
— Bueno, pues esperemos que Charlie esté verdaderamente enamorado de tu Archivald; porque si no y sabiendo dónde está Terruce, no tardará en aparecer. Tu amigo siempre ha huido, no sé si tú lo hagas desistir ésta vez.
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Oculta Pasión
FanfictionEl amor es así: reservado; y él, además de escondido, lo tenía por ella, la cual con solo mirarla lo hacía temblar. Qué será cuando estén frente a frente. Escrita y primera vez publicada: Febrero, 2014. Reedición y republicación: Junio 2023.