Capítulo 3: Parte D

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La secretaria de Mueblerías Ethan Allen con sucursal matriz en Connecticut le atendía y tomaba nota del pedido del hombre que le exigía:

— La necesito para hoy.

Fácil tardará cuarenta y ocho horas en llegar porque no está registrada en el inventario.

— Encuentra el modo, Paty, y envíamelo tan pronto sea posible.

Está bien, señor Grandchester. ¿Algo más que se le ofrezca?

— No sé. ¿Podrías mandarle a mi padre mis saludos hasta Filipinas?

Claro — la mujer rió del sarcasmo. — ¿Por qué no?

La eficiencia de la empleada sumando que también conocía el enérgico carácter de Terruce, a éste le hizo llegar su petición tal como él lo había solicitado, tan pronto le fue posible: a las cinco de la tarde de ese día.

La experiencia y habilidad de él lo hacía pensar que media hora le bastaba para componer la radio-consola. No obstante... los cálculos le habían fallado al técnico ya que la pieza sí era la correcta pero por alguna mágica razón no funcionaba.

Para evitar soltar un disparate ante su frustración además de que los minutos en el reloj poco a poco se morían, el hombre quitó la gorra de su cabeza; se rascó el cuero cabelludo y se frotó los ojos.

En eso, y al oír que alguien intentaba abrir la puerta, él rápidamente se colocó la gorra y trató de ocultar mayor parte de su rostro, empero su varonil voz la revelaría al verse obligado a responder el delicado — buenas tardes — que ella le deseara al pasar a su lado.

Desde la cocina, lugar al que ella se había dirigido, Cande preguntaba:

— ¿Tiene solución la consola? Entenderé un "no" como respuesta ya que es demasiado vieja.

Increíblemente, él no le respondió; y ella dejando lo que hacía fue hacia Terruce.

Verlo de cuclillas y con la cabeza agachada, Cande cuestionaba de nuevo:

— ¿Está todo bien?

El trabajador no tuvo más que informar:

— Sí; sólo que la nueva pieza... — la jugó entre sus dedos largo, — salió defectuosa.

— ¡Oh, qué pena!

— Pero no se preocupe — lo hubo dicho porque ella sonó entristecida. — Iré personalmente con el distribuidor y su consola quedará como nueva.

— Lo dice en el sentido figurado, ¿verdad?

La mujer quiso ser divertida y lo consiguió. Él sonrió, más no le mostró su alegre gesto comprendiéndose que el hombre evitaba mirarle.

Curiosa, Cande imitó la pose de él quien miró en otra dirección.

Debido a ello, ella indagaba otra vez:

— ¿Algo más anda mal?

Terruce negó con la cabeza y se talló los ojos, ya que seguro estaba que su vecina, al mirarlo, descubriría todo lo que sentía por ella; pero al escucharla decir:

— Parece que me evita. ¿Alguna vez, sin querer, le dediqué una grosería de mi parte?

— ¡No, por supuesto que no!

— Entiendo. Le está preocupando que no pueda pagarle sus servicios. Le aseguro...

— ¡No, no ¿cómo piensa eso?!

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora