Capítulo 12: Parte A

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Wow! Según a un dato compartido, tengo 65 lector@s leales que han estado atent@s a las publicaciones de esta historia y demás contenido mío. Y les cuento que ¡revivir es bellísimo! además de estar muy emocionada con su presencia, sus votos y sus comentarios. 

¡¡Millón de gracias por esta nueva oportunidad!!

Ahora continuemos...

Con cada paso que daba en busca de la puerta de salida de ese inmueble, dentro y fuera de sí la furia crecía.

El que fuera su salvador, protector y defensor lo entendía perfectamente; pero ¿por qué demonios y sin anunciarse, Neil Legan se presentaba a esas horas y con llave?

¿Los años que llevaban de conocerse le daban ese derecho? ¿de irrumpir en la vida de Cande cuando quisiera hacerlo?

Lo bueno que ya estaban vestidos y a punto de cenar. Lo malo hubiera sido que los encontrara cuando hacían el amor. Y ese momento, aunque muchos de su género lo hubiesen alardeado, para él era algo más que privado.

Santurrón quizá se escuchaba, pero en su intimidad nadie tenía entrada y mucho menos ese abogado por muy amigo que fuera del amor de su vida, que en lo que Terruce salía por completo del edificio, Cande...

Muy gustosa de tenerlo ahí, no estaba.

Sólo porque una escoba no tuvo a la mano, que si no sí lo hubiera sacado; y más ahora que se había aplastado en el lugar que el técnico había ocupado para deglutirse lo que especialmente había preparado para su guapo amante del que se diría:

— De lo que se perdió tu amiguito. Esto está pero sí...

Neil se echó un bocado a la boca, diciendo Cande sentada frente a él y ciertamente molesta:

— Sí, tuvo que irse gracias a ti. Y como no quiero que vuelvas a llegar como lo hiciste... — la rubia extendió su mano para pedir: — Quiero la llave.

Por estar sosteniendo dos cubiertos, el hombre negó su petición, intentando saber:

— ¿Para qué? ¿para dársela a él?

— Lo que haga con ella, es cosa que no te importa.

— ¿Será que la quieres porque ya hay algo entre ustedes y podría verlos haciendo cochinadas? —, el gesto del inoportuno hubo sido divertido. — ¿Eso hicieron antes de que llegara?

Una cabeza giró en dirección a la única recámara.

— Neil... termina de tragar y lárgate, ¿sí?

Enfadada y olvidándose de su cena, la rubia se puso de pie intuyéndose con eso:

— ¿Vas a salir a buscarlo cuando según tú lo harías hasta mañana?

— Si lo hiciera en este instante ¿qué?

Cande se hubo girado sobre su eje para mirarlo seriamente.

— No, nada. Yo sólo preguntaba. Aunque... —, Neil limpió su boca para inquirir: — ¿no piensas ir a visitar a Archivald?

— ¡No tengo por qué! — se irritaron más.

— Tienes razón; pero si te llegara a llamar ¿irías? Los doctores dijeron que sí está muy enfermo.

— ¡Y no querrás que vaya a cuidarlo día y noche también, ¿verdad?!

— No, no, pero...

— ¡Ya, déjate de tonterías! Y por favor, ve buscando la salida —; un índice la apuntó.

— ¡Híjole! ¡Sí que te eché a perder el pastelito! Al geniecito que te apareció —, él aventó la servilleta y se puso de pie escuchando:

— Tenía planes con él ¿sabes? Y por no avisar que vendrías...

— Sí, sí, te lo corrí. ¿Ahora quieres que vaya a buscártelo y traértelo para que te sientas mejor?

— ¿Lo harías?

— Tú sabes que no.

— Entonces, vete —, Cande lo tomó de una mano para jalarlo.

— Lo haré; pero ya es noche para que tú salgas.

— Sí, papá Neil.

La fémina lo llevó hasta la puerta; y bajo su umbral le aseguraba:

— Pero no te preocupes, no me pasará nada porque no vive tan lejos.

— Así viviera en el departamento de a lado —, lo señaló, — debes tener cuidado.

— ¿De quedar embarazada? —. Por las posiciones empleadas no había tanto riesgo.

— ¿Es que ya estás preparada para volver a estarlo?

— No, pero... quiero intentarlo.

— ¿Lo estás haciendo sin protección?

— ¡Neil!

— Escucha, si te embarazas y tienes a tu bebé ésta vez, seré feliz por ti, pero... las infecciones están a la orden del día, si no pregúntaselo a tu ex.

— Él se la ganaría por promiscuo; en cambio, el sexo con Terruce es de lo más seguro.

Por calificarle de — ¡Puercota! — no se entendió a lo que se referían. Y qué bueno; sino, en bromas se lo iba acabar, pero ella no daría pie porque le respondería altanera:

— Sí, sí soy de lo más sucia; y para serte honesta... ¡nunca antes me había sentido como me siento hoy! — privilegiada y especial se lo reservó.

— ¿Ni aún con Archivald del cual decías amarle hasta con el tuétano que hay en tus huesos?

— Con ese...

— ¿Las velas se le apagaban rápido?

— No, pero... en serio, ya vete.

— Está bien; pero hablarás con él y me contarás su versión de los hechos, ¿cierto?

— Neil, si Terruce quiere hacerlo, de él saldrá. Yo no voy a cuestionarle nada de su vida pasada.

— ¿Pues qué clase de relación has empezado con él?

— Una donde lo que nos haya molestado precisamente se quede atrás... y en el olvido.

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