Capítulo 9: Parte A

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Porque las que esperaba, ya llegaron... continuemos.

De la cara pálida de sorpresa de Terruce, Susana comenzó a burlarse diciendo:

— ¡¿A poco no se oyó genial?! Me la he pasado ensayándola y creí que a la mera hora no me iba a salir, pero sí, ¿no?

No pudiendo ocultar su molestia, el hombre diría:

— Bastante graciosa — para no calificarla de mal gusto. — Ahora podrías decirme... ¿cómo es que estás aquí?

— Bueno —, Susana lo vio pasar a su lado dándole su explicación: — desde que vine a avisarle a Bob. Como él y el chico se fueron y me dejaron sola comencé a curiosear y vine a dar hasta aquí.

— ¿Todo este tiempo lo has estado?

— Sí.

— ¿Y tu trabajo?

— Ah, me tomé la libertad de usar tu teléfono para llamar a las empleadas y que ellas se hicieran cargo de todo.

— ¡Vaya! Qué responsable eres.

La ironía que hubo empleado en cara y voz consiguió que se le observara lo obvio:

— Te molestó encontrarme aquí, ¿cierto?

Por el orden que en el lugar se podía ver se indagaba:

— ¿A ti te gusta que husmeen en tus cosas?

— No.

— A mí tampoco. Ni que se cuelen en mi privacidad mucho menos si no han recibido invitación a entrar.

Ante la sutil elegancia de correrla, después de expresar — Lo siento — con la colita entre las patas, Susanita buscó la salida.

Al estar bajo el umbral de la puerta se giraría para increíblemente preguntar:

— ¿A qué hora nos veremos el sábado?

Quitándose la gorra con fastidio, así mismo se le decía:

— No lo sé.

— Pero no has cambiado de parecer, ¿verdad?

— Susana, tuve un día un tanto difícil y quiero asearme y descansar.

— ¿Dormirás tan temprano?

— También quiero salir a cenar.

— ¡¿Quieres que te acompañe?! — apuntarse podía funcionar. — Por pasármela aquí, yo tampoco he probado nada en todo el día y...

Porque su culpa no había sido se contestaba:

— Preferiría hacerlo solo.

— Entiendo. Entonces —, insistencia era el apellido de Susana, — ¿espero por tu respuesta?

— Si es que sabes ser paciente, por favor.

— Sí, claro. Buenas noches entonces.

Ella lo miró dos segundos; y con el tercero, al no recibir contestación, se giró para enfilarse escaleras abajo, dejando a Terruce a quien poco le importó el triste semblante que aquella mujercita llevaba porque para él... era otra y la única que le calentaba el corazón y que por supuesto, no la haría esperar tanto.

Por ende, después de ir a cerrar la puerta, buscó la del baño para meterse, asearse y luego alistarse para asistir a su cita.

Pero antes de llegar a ella, un lugar iba a visitar. 

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora