Capítulo 18: Parte C

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Consiguientemente de haber estado dentro del agua por casi una hora, Terruce llamó a Cande.

Ella, habiéndose dedicado a poner en orden su apartamento y todo lo que Jimmy hubo comprado en el supermercado, al decirle — Voy — era porque ya iba para allá dándose cuenta al arribar que el técnico por sí solo se hubo bañado y curado.

Sólo bastaba volver a proteger la herida así como ayudarle a salir, arroparlo con toallas, sentarlo en la silla y conducirlo a la cama.

Previo a ocuparla, de la ropa que el joven amigo trajo, ella lo vistió.

Y estaba yendo al botiquín de primeros auxilios cuando un teléfono empezó sonar.

Creyendo pudiera tratarse de Neil, Cande corrió a contestar oyendo tras la línea la voz del portero que decía:

Están preguntando por la señora Cande Cornwall. Yo les digo que aquí reside la señorita Cande White, pero insisten que se trata de usted.

— ¿Quién lo hace?

Es un hombre que dice laborar para un hospital en Connecticut.

— ¿Lo tiene en la línea?

Sí, señorita.

— Pásamelo, por favor.

El portero dejó de hablar, caminando la rubia hacia donde Terruce que a una señal quiso saber qué pasaba.

Un momento entre sus dedos ella le dedicó escuchándose nuevamente:

¿Señora Cande Cornwall?

— Está hablando con Cande White; así que, no sé si sea la persona que buscan.

Primeramente, déjeme extenderle las gracias por recibir mi llamada. Mi nombre es... John Palermo. Trabajo para un hospital privado en Connecticut.

— ¿Y?

¿Conoce al señor Archivald Cornwall?

— Conocerlo lo que significa en sí la palabra, la verdad no llegué a hacerlo; pero sé de quién me habla.

Su ex esposo, ¿no es así?

Antes de perder la paciencia al ser reconocida así, ella preguntaba:

— ¿Qué se le ofrece?

Anunciarle algunas cosas.

— ¡¿A mí?!

Sí; ya que estuvo casada con él, ¿cierto?

— Pero él me hizo el favor de anular el matrimonio. Y según supe, Archivald cuenta con... una nueva pareja.

Sí; pero lo ha abandonado.

Cande no hesitó y se rió diciendo:

— Bueno, pues ahora sentirá lo que se siente.

Lo dudo, señora Cornwall; el paciente vino muy grave al hospital.

— ¿Y yo tuve la culpa?

Claro que no, pero hoy por la mañana cayó en estado vegetativo.

— ¿Y ahora quieres que lleve más vegetales y hagamos una ensalada con él?

¡Estoy hablado en serio, señora Cornwall!

— ¡Y yo también — ella alzó más la voz, — así que, no vuelvas a llamarme señora Cornwall porque soy capaz de presentarme en el hospital sólo para ir a darte en la cabeza con el teléfono. ¿Me entendiste?!

Sí... mi ma'am.

— Bien. Ahora dime ¿qué es lo que exactamente quieres?

Su autorización.

— ¿Para qué?

Para desconectarlo.

— Escucha... John dijiste que te llamas, ¿verdad?

Sí, señor...ita.

— ¿Quién te dio mi dirección y teléfono?

El hombre no contestó. Por no hacerlo ya que se basó en la información que Archivald consiguiera cuando aquella vez que dio con ella:

— Bueno, ya que no quieres decirme te diré lo siguiente. Sí, viví con ese hombre, pero él prefirió a otro, por cierto, se llama Charles Sanders. Nada perderías con intentar comunicarte con él, pero si ya lo abandonó, bueno, según sé Archivald fue infestado por cierta bacteria. ¿Tocó órganos importantes? Es decir, riñones, hígado, corazón, corneas, pulmones, en fin.

No.

— ¿Qué posibilidad hay de que tenga una vida normal?

Ninguna.

— Y como yo tampoco las tengo para pagar si es que por eso llamas, vendan sus órganos, trafícalos o dónenlos si es que tienen buena voluntad; no sé, lo que ustedes quieran, pero a mí déjenme en paz.

¿Puedo mandarle los documentos dónde nos lo autoriza?

— ¡¿Qué parte de que me dejen en paz no entendiste?!

¿Así de mal le fue con él?

— ¿Es todo lo que quieres hablar conmigo?

Sí, señorita, y disculpe las molestias.

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora