Capítulo 11: Parte C

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Muy cerca de las seis de la tarde, nuevamente todo volvía a lucir impecable frente a sus ojos. La comida, la mesa, el ambiente aromático y lo amenamente musical.

Lo único malo era el postre que no se logró preparar debido a que al intentar batir ciertos productos, la máquina batidora hizo un extraño ruido y ya no quiso funcionar.

Lo bueno era que a su alcance tenía un experto en arreglar esos aparatos y que a su llegada...

Conforme las horas hubieron pasado, la humedad se apoderó de la ciudad. Así que, para poder respirar mejor, Terruce, habiendo anunciado su temprano retiro para asistir a su cita, guapamente vestido en bermudas, camiseta de cuello "V" y calzando unos comodísimos zapatos de meter, se presentó frente a una mujer descalza, usando un holgado top strapless y un short de mezclilla a la cadera.

Ella que ya había autorizado su entrada, al verlo en la puerta, sonrió abiertamente diciendo muy animada:

— ¡Eres justo lo que estaba esperando!

— ¿En serio? — Terruce contestó.

— Sí; y te necesito... ¡allá!

Los brazos de Cande se extendieron a sus respectivos lados apuntando sus índices hacia la cocina y hacia...

El guapo hombre no pudo evitar una sonrisa. Y a pesar de haberse sentido apenado del segundo lugar que le señalaban, al cerrar él la puerta, preguntaba:

— ¿Y dónde es más urgente mi presencia?

Seductora, la rubia se le acercó, lo abrazó por la cintura para besar su pecho y responder:

— En mi cama. Además hueles riquísimo ¿es que acaso sabrás igual?

Sin darle tiempo a nada, lo tomó de la mano y lo llevó a su habitación.

Al estar allá, Cande se paró frente a él; y poniendo una mano en el abdomen fue conduciéndolo al lecho diciéndole en el trayecto:

— Te dije que me la pasaría pensando en ti y he cumplido. Pero, como no quise recurrir a la masturbación porque apenas te probé, me gustó y quiero volver a sentirte dentro de mí, bueno, ya que estás aquí, aprovechémoslo, ¿no?

Terminado de hablar, la mano femenina descendió para acariciar, primero por encima de su prenda, lo que lo hacía un hombre. Luego, desabrochó cinturón y botón. Y por último, bajó el cierre para colar su mano por su prenda interior y sentir mejor su dotación.

Previamente, ya sus bocas se habían buscado y enfrascado en besos urgentes y voraces.

La suavidad de su cuerpo parecía darle vida a sus manos; y éstas a ella la hacían gemir de mucho placer al estar atinando sus zonas erógenas, principalmente los senos, que a su contacto, se irguieron y endurecieron; y porque frente a él los descubrieron, después de haber caído dos de sus prendas de vestir, él también caería pero sentado en el colchón para observarla nuevamente deshacerse de su vestimenta y quedar totalmente desnuda frente a él, al cual, el corazón le latía a mil por hora no sólo de ser deleitado por su belleza femenina, sino por su erección que gruesa, ardiente y altamente ya tenía urgencia de entrar en ella, que primero se fue trepando en él y su camiseta iba saliendo conforme su ancha espalda iba buscando la cama.

Ya acostado y ella encima, los dos se acomodaron y jadearían en unísono cuando sus respectivos miembros volvieron a fusionarse.

Estando así, los movimientos vinieron y también las exclamaciones de la fémina por sentirlo dentro.

Extasiado de oírla gozar, él posó sus manos en aquellos solitarios e invitadores senos para masajearlos ricamente. Pero por instinto carnal, se enderezó para poner su boca en un pezón, besarlo y lamerlo con ternura. El otro tampoco fue olvidado; pero éste se succionaría ¡tanto! que en cuestión de segundos consiguió un orgasmo por parte de ella que no exageraría su clímax.

Sin salir y sin dejar de moverse, Cande se abrazó de él que también la sujetaba y besaba sus hombros, luego su cuello hasta alcanzar su boca y profundizar en ella su demandante lengua no permitiéndole que parara de gemir porque él sentía que su tiempo ya venía; sin embargo, la rubia volvería a ganar diciendo entre jadeos:

— ¡Diablos, Terruce! Me estoy comportando muy egoísta contigo, lo sé; pero es que...

— Está bien — él musitaba; — no te preocupes. Me gusta ver que lo disfrutas.

— Sí, pero... vamos, que sea tu turno ¿sí? Al fin y al cabo que la noche es joven y... tendremos tiempo para recuperarnos y... ah... — esto último él se lo produjo al moverse... — seguir.

— Como gustes.

Devolviéndolo a las sábanas, ella diría:

— Tú dime cómo te gusta a ti.

— Despacio — él posó sus manos en las caderas femeninas para darle una prueba de lo que podría hacerlo estallar dentro de ella. No obstante...

— ¿Así... está bien? — la mujer se hubo movido con lentitud y seducción.

Teniendo apoyadas sus manos en sus pectorales, Cande lo veía y oía:

— Sí; justo... —, él pasó saliva para terminar su frase — así.

A su atine, la rubia repitió su movimiento y volvieron a confirmarle:

— Sí... así exactamente es. Ahora no bajes... ni aumentes el ritmo, Cande.

— No lo haré. Te lo prometo.

Más lo que no prometiera fue que al estar observándolo y darse cuenta que más guapo se veía al estar haciendo sus gestos de placer, la rubia lo llamaría:

— ¿Terruce?

Él, que hubo cerrado los ojos momentáneamente, decía:

— ¿Si?

— Creo que... no...

— No ¿qué?

El hombre ya la miraba a punto de...

— No podré... contenerlo y... ¡oh cielos! aquí está otra vez...

Y llegó el tercero. Pero dentro de éste, él pedía:

— No te detengas, Cande. No... lo hagas ahora.

Entre el esfuerzo de ella y la ayuda de él, los semen de ambos se mezclaron así como sus gemidos extasiados y el...

— Te quiero — por parte de un feliz hombre y el...

— Sé que también yo llegaré a hacerlo — de una muy cansada mujer porque con la todavía erección de él un cuarto orgasmo la dejaría...

Oculta PasiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora