El clima en ese lugar, en sí no lo era, sino más bien se trataba de la vergüenza que se sentía por todo lo malo que en un pasado se cometió y que en ese presente no iba a ser fácil para aceptarse un perdón por muy arrepentido que se dijera el señor.
Todavía con su bebé en brazos y alimentándolo, Cande, que ya los observaba yaciendo parada en el patio del extenso porche, también vio cuando su esposo de mal modo indicó un camino a seguir.
Quedarse ahí para recibirlos o esperarlos adentro fueron cuestiones que la hicieron hesitar. Sin embargo, la segunda opción se tomó para ir a dejar al pequeño Sonny en su porta-bebé.
Meciéndolo, la encontraron las cuatro personas, corriendo Shayna a la sala en el instante que su padre la bajó, para apagar el televisor, oyendo claramente la voz de su progenitor que serio seguía al pronunciar:
— ¿Cande?
Ella ya se había girado y los miraba de frente, costándole un gran esfuerzo explayar una sonrisa, gesto que en su esposo no veía y le decía:
— Ellos son...
— Tus padres, ¿no es así? — la rubia le quitó la palabra, y es que a él le estaba resultando muy difícil tenerlos ahí.
— Sí.
— Mucho gusto, señora, señor Grantham
La presentación fue sólo verbal porque ni ella ni los recién llegados extendieron sus manos. Ellos por estarla analizando. Cande por lealtad a su esposo el cual diría:
— ¿Vas a querer únicamente agua, o te ofrezco soda, café o té?
— ¿Licor no tienes?
— ¿Acaso lo mencioné?
Su ruda pregunta se hizo elegir:
— Si tienes té frío, estará bien.
— ¿Tú, madre?
— A mí me gustaría cargar a tu hijo
Una deliciosa bolita de carne que resemblaba a su madre que mirando a Terruce, éste le autorizó que la dejara hacerlo, mirando cuatro pares de ojos cuando la abuela se acercaba para satisfacer su antojo.
— Bueno — se oyó resignación. — Pasen a la sala mientras voy por las bebidas.
— ¿Quieres ayuda?
— ¡Yo, mami-Ca! — Shayna se ofreció. — Yo iré con él.
A lado de su padre, la pequeña caminaría para dirigirse a la cocina, quedándose en la sala aquellos tres adultos que en verdad nada tenían qué decir, sólo las preguntas que una mujer haría:
— ¿Cuántos meses tiene?
— Cinco.
— ¿Y qué le das de comer? — porque lo sentían pesado.
— Le falta un mes para llevarlo a consulta con un profesional de salud; pero ya procuro darle una que otra papilla de frutas o vegetales y cereales.
— Pues mientras no tengas la supervisión de un médico, voy a recomendarte que no lo alimentes más. Sigue amamantándolo si es que todavía tienes leche porque ¿qué tal si le irritas su estomaguito? ¡Es tan chiquito y hermoso! Míralo, cariño.
Al abuelo, que había ocupado el sillón individual, llevaron al bebé.
Con renuencia, los ojos del hombre se posaron en la criatura que se movía inquieto en los brazos de su abuela, que al estrecharlo en su pecho, comenzaría a llorar tomando Cande una sonaja que agitaría para llamar su atención.
Su llanto llegó a oídos de Terruce quien, después de apreciar la ayuda de su hija la cual aprovechó que estaban a solas para pedirle disculpas a su intromisión, con una jarra llena de la bebida que se solicitara y vasos sobre una charola, a la sala se encaminaron, divisándose al llegar allá, a Cande quitando de los brazos de su madre a su hijo que no tenía intenciones de callarse, haciéndolo justamente Sonny cuando reconoció el aroma y el calor de su progenitora, diciendo ésta ciertamente apenada a su esposo:
— ¡Qué raro! Nunca había llorado al sentir otros brazos que no fueran míos.
La explicación que había de ese rechazo, Terruce la reservó para sí, dedicándose a poner sobre la mesa de centro lo que llevaba consigo, siendo Shayna la que le pidiera a su padre, ocupar su asiento, ya que ella, la pequeña, atendería a su abuelo al entregar, con una hermosa sonrisa en el rostro, su bebida y una servilleta, pero quejándose con su progenitor de una acción.
— No me dijo gracias — el muy maleducado visitante.
Terruce sonriéndole le decía:
— Gracias, mi amor.
La chiquilla miró al viejo señor Grantham; y es que a él le correspondía haberlo dicho.
Porque no, fue su mismo padre quien un beso recibiera en la mejilla quedándose Shayna a su lado para seguir observando y percibiendo la incomodidad que esas personas, con su llegada, hubieron traído a su cálido hogar, ya que ninguno hablaba y sólo se dedicaban o a mirar el lugar donde vivía o sus joyas o quitándose las pelusas que una falda se tenían.
En eso, un resoplido largo cargado de fastidio se escuchó.
Fue el de Terry quien diría:
— ¿Cómo están las cosas en Vermont?
— Bastante bien — hubo respondido su padre.
— Sí — aseveró su madre. — ¿Supiste que Charles Sanders fue atrapado por la policía?
— No — y la verdad no le interesaba.
No obstante la dama:
— Pues sí. Según supimos se fue de América; pero allá donde estaba siguió haciendo de las suyas y... cayó en una redada. Son años los que le han sentenciado en la cárcel. Y no dudo que estando ahí, continúe con sus "negocios".
— ¿No tienes algo qué decir que verdaderamente me importe?
— ¿Tú lo denunciaste? ¿Porque cómo supieron? Allá en el pueblo nadie quiso acusarlo por miedo a represalias futuras.
— ¡Madre, por favor, he dicho que no me importa!
— ¿Lo dices en serio o porque...?
Un vaso se dejó y unos ojos miraron a Cande que oía:
— ¡No te atrevas ni siquiera a pensarlo!
Desde su asiento, se le gritó al intrigante; y debido a que lo hizo, Shayna se alejó de su padre para correr adonde su madre la cual olió problemas al notar la mirada burlona del que según era su suegro y más cuando instigaba:
— Yo sólo iba a decir que... he sabido de muchos casos, que aún los hombres estando casados con mujeres, frecuentan a... otros. Quiero pensar verdaderamente que no es tu caso y...
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Oculta Pasión
FanficEl amor es así: reservado; y él, además de escondido, lo tenía por ella, la cual con solo mirarla lo hacía temblar. Qué será cuando estén frente a frente. Escrita y primera vez publicada: Febrero, 2014. Reedición y republicación: Junio 2023.